CAPÍTULO 7

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- Siéntate ahí - le indicó Ian desde la cocina - Ahora llevo el café. ¿Cómo lo tomas?

- Ahora mismo triple, solo y con una aspirina, gracias - respondió ella.

La cabeza le iba a estallar, anoche debió pasarse demasiado porque hacía mucho que no tenía una resaca como esta. Al momento, Ian apareció con una jarra de café y una bandeja de...¿tortitas? Ian se dio cuenta de su cara de asombro.

- Recordé mis mañanas de resaca en la Universidad y pensé que te vendría bien comer algo - explicó mientras le servía el café.

- Y las tortitas porque...

- Podría hacerme el interesante y decirte que los hidratos y los azúcares te ayudarían pero la verdad es que no se me da demasiado bien la cocina y además me acabo de mudar a este piso y tengo la despensa bajo mínimos.

- Bueno, ahora mismo me comería cualquier cosa.

Genial, Chiara ¿En serio acabas de decir eso? Está claro que la falta de nutrientes estaba afectando seriamente a tu capacidad de pensar antes de hablar, pensó mientras notaba como sus mejillas se encendían.

- Eres consciente de lo mal que sonó lo que acabas de decir ¿no? - dijo Ian regalándole una sonrisa pícara.

Chiara rodó los ojos; en ese momento una duda cruzó su mente. Miró alrededor, vio el dormitorio y la habitación que suponía era su despacho pero no había más habitaciones. Vale, tenía que preguntárselo.

- Oye, dijiste que me cambié de ropa yo sola ¿no? ¿Tú estabas delante cuando eso pasó? - la verdad es que no era exactamente eso lo que quería saber y, en el fondo, le daba un poco igual si él la había visto ya que ella no recordaba nada.

- Sí, te cambiaste tú solita, y he de reconocer que fue un momento bastante... divertido. Y sí, yo estaba delante, primero porque lo hiciste en medio del salón y segundo, tenía que asegurarme que no te abrías la cabeza en tu batalla contra las medias, y debo decir que estuviste a punto de perderla en un par de ocasiones.

Ian no podía disimular que todo aquello le resultaba muy divertido, verla allí hecha un lío, intentando recomponer el rompecabezas de la noche anterior y sin atreverse a preguntar lo que realmente se moría por saber. Decidió dejarla continuar a ver hasta donde les llevaba la conversación.

- Supongo que después de cambiarme me fui a dormir a la cama ¿no? - ella decidió ignorar sus comentarios burlones y averiguar lo que realmente necesitaba saber.

- No exactamente, sí que te quedaste dormida pero no en la cama. Dijiste algo de tomar la última, te viniste al sofá y nada más sentarte caíste como un bebé. Así que fui yo el que tuvo que llevarte a mi cama, supuse que estarías más cómoda.

- ¿Tú dormiste... conmigo? -

Si lo pensaba bien, no hubiera pasado nada porque durmiera allí, al fin y al cabo era su cama y era lo suficientemente grande para que ambos hubieran pasado la noche juntos sin haberse siquiera rozado, pero también le hubiera jodido haber pasado la noche en la misma cama que semejante monumento y no haberlo aprovechado y, lo que es peor, no poder ni recordarlo.

- Tranquila, esta noche la cama fue toda solo para tí. Yo me cambié de ropa y me fui a correr un rato. Cuando llegué seguías dormida así que me di una ducha y me puse a revisar el correo de la oficina.

¡Venga ya! Aquello era imposible. Ella parecía sacada de un capítulo de "The Walking Dead" incluso después de haber dormido y él estaba allí, tan despejado, tan perfecto, tan jodidamente guapo y ¿pretendía hacerle creer que todavía no se había acostado y encima, le habían quedado ganas de irse a correr y luego ponerse a trabajar? Ella después de una noche de juerga no era persona hasta después de dormir al menos 8 horas y tomarse el primer litro de café y él estaba ahí delante que parecía salido de un anuncio de Meeting... ¡Qué mal repartido estaba el mundo!

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora