Epílogo 1

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Las calles se pintaban de blanco por la primera nevada de la temporada, el agradable calor de la cama hacía que ninguno quisiera levantarse y seguir durmiendo todo el día, pero había una pequeña excepción, uno que miraba por la ventana, emocionado...

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Las calles se pintaban de blanco por la primera nevada de la temporada, el agradable calor de la cama hacía que ninguno quisiera levantarse y seguir durmiendo todo el día, pero había una pequeña excepción, uno que miraba por la ventana, emocionado por ver toda esa nieve acumulada.

_¡Mamá! ¡Mami! - se alejó corriendo descalzo hasta llegar a los pasillos y patinar levemente, el cuarto de sus dos madres de encontraba al final y siguió corriendo en su búsqueda- ¡Mamá! ¡Mami! - entró sin tocar y trepó a la cama dando brincos, emocionado - ¡Hay nieve! ¡Hay nieve afuera! - destapaba a su castaña madre que bostezaba y se sentaba sobre su madre pelinegra que dormía boca abajo - ¡Arriba! ¡Hay nieve! - bajó riendo y salió de la habitación, tenía que cambiarse para salir a jugar.

_Te dije que le enseñes a tocar...- mencionó Lisa adormilada, aún no se movía de su lugar.

_Está emocionado...- respondía Jennie con pereza - sabes que le gusta jugar con la nieve.

Lisa suspiró y giró para poder sentarse, ser madre no era cosa fácil, los niños se levantaban muy temprano.

_Arriba, cariño - acarició la cintura de Jennie mientras se levantaba - no podemos dejarlo solo en la nieve, ¿Recuerdas?

_Sí...lo sé - respondió con los ojos cerrados, quería seguir durmiendo.

Ese día lo habían dejado jugando y cuando salieron, su pequeño hijo estaba enterrado en la nieve y de cabeza, por poco y lo pierden, suerte que Lisa lo sacó a tiempo de los pies.

Luis tenía ocho años, Jennie y Lisa habían decidido adoptar para poder darle el cariño que merecía a un pequeño que lamentablemente había perdido o abandonado por sus padres.

Cuando llegaron vieron tantos niños que la decisión fue tornándose difícil, hasta que un bebé ingresó llorando y siendo cargado por una anciana, ellas estaban en el despacho hablando con la directora cuando lo vieron.

Jennie pidió cargarlo y cuando lo hizo, el llanto fue desapareciendo que hizo sonreír a la pareja, el bebé había quedado mirando con sus ojitos brillantes el rostro de la castaña.

Lo mismo pasó cuando Lisa apareció a su lado y le sonrió, el bebé no sabía a quién mirar.

Luego de un largo proceso que duró algunos meses, el pequeño fue llamado Luis Manoban Kim, hijo de las dos personas más adineradas de Corea del Sur y gran parte de Asia.

Por supuesto que ambas chicas no dudaron en ofrecer su ayuda al orfanato, cada mes envían una cantidad de dinero para ofrecer lo mejor a todos los niños mientras esperan la adopción, y ellas mismas van en persona para verificar que sea así.

Cuando Luis iba creciendo, acompañaba mayormente a su madre Jennie a sus sesiones fotográficas, Lisa lo cargaba y trataba de distraerlo con juguetes, pero parecía ser que a Luis le gustaba las cámaras.

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