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La casa estaba en silencio, la sala vacía, el resto de dormitorios a oscuras y absolutamente nadie al rededor de la gran mansión

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La casa estaba en silencio, la sala vacía, el resto de dormitorios a oscuras y absolutamente nadie al rededor de la gran mansión.

El lugar solo les pertenecía a ellas, no tenían porque controlar sus gemidos con el temor de que alguien las escuchara.

Las sábanas aún las cubría y Lisa no apartaba la mirada del rostro de Jennie, veía sus expresiones de placer mientras ella la penetraba con sus largos dedos.

Besó su mandíbula y dejó pequeños besos en su cuello, volviendo a verla de cerca. Las manos de Jennie se aferraban a las sábanas blancas, el pulgar de Lisa apretaba su centro y seguía penetrandola, ocasionando más placer en ella.

Sus piernas abiertas se movían indecisas, sus caderas recibía sus dedos gustosas y su espalda levemente levantada mientras gemía cuando Lisa fue más rápido.

Casi regaña a la pelinegra cuando esta se detuvo, pero su centro se contrajo de la excitación al verla acomodarse entre sus piernas, ambas disfrutaron el contacto de sus centros y leve movimiento que Lisa hizo hacía arriba para acomodarse mejor.

Volvieron a unir sus labios y la pelinegra sostuvo una de las piernas de la castaña, la hizo colocar en su cadera para tener un mejor control, comenzó un vaivén, al principio lento y delicioso.

Con cada movimiento con más presión y rapidez, era excitante y placentero para Lisa escuchar los gemidos de Jennie, las manos de la castaña se sostenían de sus brazos y la respiración jadeante de ambas llenaba la casi oscura habitación.

La cama se mecía ante sus movimientos, sus cuerpo sudorosos pero no cansados, la luz de la luna que iluminaba el rostro de la castaña, el abdomen de Lisa que se contraía ante cada embestida, era algo que habían estado deseando desde mucho.

Lisa se escondió en el cuello de Jennie cuando llegó a su éxtasis, gimiendo jadeante cerca de su oído, sus movimientos fueron bajando la intensidad y al ver que Jennie también estaba cerca, bajó su mano comenzando a darle placer con sus dedos hasta que Jennie también había llegado.

Sus dedos seguían paseando por los pliegues de su vagina y levantó la mirada, sonriendo cansada al ver a Jennie respirar agitada, besó su mejilla con cariño y fue cuando la castaña también sonrió aún con timidez y sonrojada.

_¿Ya te cansaste? - Lisa preguntó besando al rededor de sus pequeños senos.

_¿Por qué? - la castaña tomó su mentón, atrayendola en un corto beso.

_Es que yo quiero seguir...- ambas sonrieron complices - pero si ya estás abuela te entiendo. Jennie la empujó fuera de la cama - ¡Oye!

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