Mom, I'm tired

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Class of 2013 - Mitski

Todo en su vida iba mal.

Se le caía el cabello a montones. Lo había notado semanas atrás mientras trataba de cepillar su alborotado cabello verde esmeralda, lo cepillaba con las pocas fuerzas y ganas que aún guardas en su cuerpo, lo vió enredado en las púas del cepillo y en las puntas de sus dedos pero no le importó. Ignoró su estado y siguió viéndose al espejo, tratando de reconocer al hombre que estaba mirándolo, al hombre ojeroso, con las pecas revueltas y los párpados mojados y las mejillas pálidas.

Todo en su vida iba mal.

Hace días dejó de tener hambre, se veía al espejo y ya no sabía si un esqueleto tenía más figura que él. Pasaba sus dedos por las costillas y podía sentir que era fácil atravesarlas con las uñas sucias de sus dedos.

Todo iba mal en su vida y no sabía por qué o cómo es que comenzó y eso era mucho más frustrante que cualquier cosa que haya pasado o haya experimentado.

Vivía sólo, a unas cuantas cuadras de la universidad. Vivía sólo, con una begonia muerta como compañía de lado de una de las ventanas de la mini cocina y con los trastes sin lavar en el fregadero o a veces escondidos en los rincones de cualquier lugar. Convivía en armonía con su ropa sucia tirada por su habitación y con las cucharachas comiendo las migas de pan que de vez en cuando saboreaba. No tenía dinero y debía la renta de dos meses, no tenía amigos pero sabía manejar la situación cuando alguien hablaba de su aspecto.

Todo en su vida iba mal y a ese punto sólo quería flotar. Ver el cielo con sus ojos cansados y llenos de agua y sentir cómo el viento lo llevaba lejos, lo arrastraba hasta el centro del mundo y del mar y lo devoraba.

Izuku, ¿cómo te va? Hace tanto que no hablas... Estaba preocupada por ti.

La voz de su madre suena lejana mientras está sentado en el suelo de su sala, pero suena tierna, suena dulce aún y eso hace que le cruja el corazón.

—Mamá.

Trata de decir que estaba bien, que no llamaba porque sus amigos lo invitaban mucho a fiestas pero las palabras se le atoraron en medio, se incrustaron y aferraron tanto a su garganta que no pudo decir más.

—¿Que pasa Izuku? Te escuchas... Triste

Quiere decir que todo en su vida está bien, que no lo han despedido en el trabajo, que sus calificaciones son las mejores de la clase, que su cabello es sedoso y sale con un chico de su clase, uno que no lo desprecia pero todo parece tan pesado de decir.

—¿Puedo... Puedo ir a casa?

La voz y las manos le tiemblan mientras sostiene el celular en su oreja. No quiere que su madre sepa que la está pasando mal, pero la está pasando terrible y sólo quiere ir al regazo de su madre y decirle que la ama mientras ella acaricia su cabello, le hace cosquillas en la nuca y después le da un beso en la coronilla mientras se olvida del mundo y de la inmensa tristeza que le dió el mundo adulto.

Su madre suspira pero no sabe si es con tristeza o con alegría.

Ven, ven cuando quieras Izuku.

Decidió ir sin importar si su imagen esquelética asustaba a su madre, sin importarle si ella y él terminaban llorando en la sala a las 4 de la mañana y sin importarle una mierda la escuela y sus estúpidas reglas.

Salió al día siguiente con una maleta con apenas dos cambios de ropa. Un vaso de agua en el estómago y lo suficiente para el pasaje.

Llegó en la noche a sus calles, en las calles donde había pasado una vida feliz con amigos, con su madre y con los amores de verano que se había encontrado. Caminó admirando las escaleras del edificio donde vivió toda su vida y por primera vez sintió que valoraba las grietas del concreto, el sonido del viento atravesando las escaleras, el aroma de la cocina de las casas y el sonido de sus zapatos gastados golpeando el suelo.

Estando frente a la puerta pensó que lo único que quería hacer era lanzarse a su cama y ser observado por los pósters de All Might.
Cuando la puerta se abrió los ojos de Inko, su madre amorosa, cayeron a su escuálida figura gris, a sus ojos cansados, a sus mejillas pálidas, a sus labios resecos y llenos de costras, a su cabello grasoso y en general, a su ser quebrado, molido, apaleado.

—Llegaste a tiempo, he preparado tu comida favorita.

Le acarició el brazo, tratando de ocultar la sorpresa de sentir sus huesos tras el suéter grueso que traía con él. Le ayudó con la maleta, lo acercó a la mesa y lo atendió como cuando tenía 10 años. No tenía hambre pero la comida le traía recuerdos, y le traía felicidad y un poco de dolor así que decidió comerlo, comerlo para que su madre le acariciara la mejilla y le contara otra vez cómo se hacía su platillo favorito, desde la elección de la verdura hasta la presentación.

—¿Quieres tomar un baño?

Le sonrió, sin decir absolutamente nada porque la garganta le ardía lo suficiente como para no hablar nunca. Se levantó de forma lenta, dolorosa y arrastrada dejando los platos de la comida atrás. Su madre lo siguió hasta el baño para prepararle unas cosas.

—¿Puedes tallarme la espalda?

Su madre volteó a verlo y se quedaron un momento en silencio, observado cómo el otro miraba. Inko sonrió conteniendo sus preguntas, su respiración y su llanto.

—Claro, ven.

Izuku se desvistió y se metió a la tina caliente que su madre preparó. Dejó su espalda huesuda libre, se encogió en la bañera y sintió las manos calientes de su madre pasando por la extensión de su piel. Su madre era gentil, tenía las manos llenitas y ásperas, tenía sus manos sobando su pobre espalda y acariciando un poco su corazón.
De fondo escuchaba las gotas de agua cayendo, la respiración suave e imperceptible de su madre y su propia reparación, casi inexistente.

Quería quedarse ahí, congelado en ese momento en el que su madre lo mimaba. Quería quedarse en su casa, aspirar ese aroma familiar, sentirse en su hogar, tal vez un mes o dos años pero quería abrazar a su madre y quería pedirle perdón por todas esas veces que no sacó la basura, por todas esas veces que le dijo cosas horribles, por todas esas veces que la hizo llorar y preocuparse, junto cómo lo estaba haciendo ahora.

Lloró silenciosamente mientras Inko lo envolvía el una toalla y le besaba la frente. Lloró en silencio cuando lo llevó a su cuarto y lo arropó aquella noche.

—Mañana será un nuevo día, Izuku — le acarició con la punta de los dedos su cabello, aquel que se caía por el estrés — y mañana será mejor — le limpió las lágrimas con sus dedos y lo consoló con un beso laaargo y suave de buenas noches. Fue tan largo que pensó que ella sabía que no volvería a verlo —. Nos vemos mañana.

Ella cerró la puerta y dejó la habitación a oscuras y en silencio.

Todo en su vida iba mal. Desde los estudios hasta su higiene personal.

Todo en su vida iba mal, pero su madre, su madre que de seguro estaría llorando en la cocina, era lo único que no estaba mal.

Mañana sería un nuevo día y de verdad esperaba que todo fuera mejor.


















Quitenme el internet, no puedo dejar de escuchar a Mitski y no me está haciendo bien

【𝓵𝓸𝓿𝓮 𝓫𝓸𝓶𝓫𝓼】Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt