Eres tú

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Eres tú - Carla Morrison (KiriBaku)

Él amaba bailar, aunque siempre supo que tenía dos pies izquierdos, aunque no sabía más que un paso de baile y aunque nunca coordinaba sus movimientos con el ritmo de la canción.
Su amigo odiaba bailar, aunque más de la mitad de su vida recibió clases de baile, aunque podía moverse tan glacialmente por el escenario y a pesar de que siempre lo estaba haciendo. Y no importaba cuánto odiara mover sus pies al son de la música, ahora ya no podía parar de hacerlo porque de esa única forma fue que pudo conocer al amor de su vida y si a ese chico ruidoso y con dientitos afilados le gustaba simplemente lo haría, una y otra y otra vez aunque sus pies se pisaran, aunque sus manos sudorosas resbalaran y aunque él odiara con toda su alma bailar.

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Katsuki no estaba destinado a encontrar el amor. Lo sabía con tan sólo ver su pasado. En primero lugar, muy pocas personas le gustaban, era especial al hacer amigos y mucho peor al encontrar pareja, nadie soportaba tanto su personalidad mucho menos soportaban sus gestos raros y exagerados. Apenas y su primer amor había sido a sus 16 y después de encontrarla la había perdido y ahora visitaba una tumba cada año y a los padres de esta, y cuando pensó que alguien podía ser suficiente lo había arruinado todo y tenía un divorcio a sus 27.

Todo era bueno en gran medida, un trabajo que amaba, una familia que lo apoyaba, unos amigos que nunca lo dejaban y una hermosa casa, pero era obvio que algo faltaba. Después del terrible divorcio que tuvo con su expareja no sabía qué hacer, sabía que muy dentro de él no superaba la muerte de su primera novia y que algo como eso no lo dejaría avanzar en la vida, así que empezó por lo básico.

Haría las paces con él mismo. Sonaba muy fácil, pero era horriblemente difícil porque a pesar de los años aún no podía perdonarse nada, así que pensó que visitar los lugares que había frecuentado con su novia de ese momento sería sanar un poco. Volvió a la pastelería que habían visitado en su primera cita, se subió a la rueda de la fortuna y miró el mismo paisaje nocturno que había visto con aquella chica castaña un diciembre, y con ternura y tristeza bailó solo un danzón en medio del Kiosko en donde habían bailado antes. Odiaba bailar, lo odiaba cuando era un niño porque sus padres lo obligaban a hacerlo, pero ahora lo odiaba más porque a Uraraka le encantaba bailar y pisarlo, le encantaba bailar y caerse arriba de él porque ella era de esas personas que amaba hacer las cosas, aunque se equivocaran mil veces. Su corazón sintió un hueco y sus ojos se empañaron tristes bajo el techo de aquel Quisco abandonado. Pensó por un momento que tal vez bailar le dolía mucho porque podía encontrarla a ella en el bailar. Tal vez debía intentar bailar un poco más hasta que la presencia de Uraraka no le fuera tan doloroso con cada paso.

Así Katsuki decidió retomar un hobbie que siempre había detestado, pero que ahora lo encontraba como una forma de liberarse, de hacer sentirse a él mismo que no estaba mal bailar incluso si ella no estaba para pisarlo.

En sus días libres acudía a unas clases que impartían cerca de su casa, ahí se encontraban una que otra señora con la que era divertido chismear después de la clase, a veces se desesperaba de que nadie pudiera seguirle el ritmo y muchas otras odiaba sentirse ansioso y triste y enojado por los recuerdos que lo inundaban. Al menos fue hasta que un nuevo chico se inscribió a la clase, un pelirrojo con la raíz negra que era un asco para bailar.

Era divertido ver al nuevo y escuchar como las señoras se quejaban del chico que les pisaba los pies y que era muy rígido con los pasos, que nunca escuchaba el ritmo y que sus manos sudaban muchísimo, pero no lo podían betar por lo que lo pasaron al único chico bueno de la clase, que obviamente era él.

—Wow, sí que apestas en esto,
Le soltó el comentario sin pensarlo mucho cuando por quinta vez lo había pisado.
—Lo siento, pero ralamente lo estoy intentando.
El rubio cenizo por alguna razón sintió molestia con aquello.
—¿Y por qué no lo dejas si sabes que no eres bueno?
No quería ser grosero pero esa noche no se encontraba nada bien y el chico le parecía irritante.
—Porque me encanta bailar, y esto obvio no me va a detener, ni tú ni mis dos pies izquierdos
¿Era un deja vú o por qué era tan familiar aquello? Ah sí, ya sabía por qué le parecía tan familiar. Suspiró cansado y volvió a tomar la cintura del chico en frente de él, lo miró a los ojos, ojos rubí como los suyos, adornados con una pequeña cicatriz que parecía un delineado muy alto.
—Bien, no mires tus pies, sólo mira mi rostro y relaja los hombros.
El pelirrojo teñido era transparente por lo que el gesto de sorpresa por el repentino cambio era muy notorio.
—Lo siento si vuelvo a pisarte.
El chico realmente se veía apenado pero en sus ojos podía ver su perseverancia por lo que trataría de ayudarlo un poco.
—¡Deja eso! Si me pisas no importa, sigue bailando.
Lo regañó y a diferencia de la expresión enojada que esperaba ver, vio una sonrisa resplandeciente que lo hizo sonreír también. Desde ese momento, aunque ya era un hombre ocupado con su trabajo y lo llamaban a las 2 de la mañana para que fuera a la fiscalía, se daba un pequeño espacio para quedar con Kirishima, aquel pelirrojo teñido, para poder bailar un poco. No había día libre que no se vieran para practicar y después de ello charlas de lo que fuera, de la vida, de la sopa de hongos o del trabajo.

【𝓵𝓸𝓿𝓮 𝓫𝓸𝓶𝓫𝓼】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora