Prólogo: El juicio del tirano

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Por este motivo, a partir de hoy, mi fiel consejero Zarbon tomará el mando del ejército saiyan como General Supremo y el planeta Vegeta dejará de ser un vasallo del Imperio Galáctico para convertirse en uno más del Imperio de Freezer. Además, aquellos jóvenes con mayor potencial entre los saiyans serán acogidos y tutelados por mí para mejorar su formación y contribuir al desarrollo del imperio.

Su mirada volvió a recorrer la multitud y una fría sonrisa se dibujo en su rostro.

- Eso es todo. Muchas gracias por vuestra atención ¡Bienvenidos a la Facción Freezer y al Imperio Galáctico ciudadanos de Freezer 84!

Silencio. Ningún sonido salió de la multitud de la plaza. Todos estaban muy conmocionados para decir nada. El mazazo había sido demasiado grande. En apenas unos segundos habían perdido la libertad y, lo peor de todo, es que no podían hacer nada para evitarlo. Auber observó como algunos saiyans apretaban sus puños, sin poder contener la ira, quizás intentando reunir el valor para enfrentarse a su destino.

Sin embargo, nada pasó. Tras hablar brevemente con el rey Vegeta, el tirano y su séquito ascendieron en dirección a la nave, dejando atrás una plaza enmudecida. Minutos más tarde, la multitud comenzó a dispersarse. Apenas quedaron algunas personas reunidas en pequeños grupos. Justo bajo Auber, dos saiyans discutían en voz baja. El pequeño se acercó al borde del depósito para escuchar. Quizás la conversación de esos saiyans le ayudase a entender que había pasado.

- ¡Esto es un desastre! - dijo el más alto de los dos -. Tenemos que hacer algo, no podemos permitir que nuestro planeta se convierta en otro patio de juegos de Freezer.

- No podemos hacer nada Tooma, no ahora – le respondió el otro con calma -. Así es la vida, el fuerte domina al débil. No es muy diferente de lo que hacemos nosotros con los planetas que conquistamos.

- ¡Nosotros tenemos honor! ¡Podemos hacer frente a Freezer y su ejército y, si es nuestro final, que sea uno del que podamos sentirnos orgullosos!

Enfurecido, el saiyan golpeó con su puño el depósito de agua haciendo trastabillar a Auber. El pequeño intentó concentrar su energía en los pies para volar pero fue demasiado tarde. Por suerte, unas fuertes manos lo recogieron justo antes de impactar contra la calle.

- ¡Cuidado chico! - le dijo su salvador, dejándolo en el suelo.

Auber intentó escapar nada más tocar tierra. Sabía de sobra lo que un saiyan adulto podía hacerle a un niño que considerase molesto. Sin embargo, sintió un tirón en la cola y, un instante después, estaba boca abajo mirando a los ojos a su salvador. Su rostro era duro y llevaba un rastreador como el de su padre y su tío. Sin embargo, lo que más le llamó la atención a Auber fue la cicatriz en forma de equis que decoraba su mejilla izquierda, dándole un aspecto aún más fiero.

- No tan rápido – le dijo- ¿Cómo demonios te has subido allí arriba?

Auber estaba demasiado asustado para responder pero, tras un ligero zarandeo de su captor y un latigazo de dolor en su cola, se apresuró a contestar.

- He subido volando.

- ¿Volando? Imposible. Si no tendrá ni dos años – dijo el saiyan llamado Tooma.

- ¡No estoy mintiendo! - gritó Auber reuniendo todo el valor que le quedaba.

El saiyan de la cicatriz lo miró con curiosidad. Finalmente, lo dejó en el suelo.

- Si de verdad puedes volar, entonces demuéstralo – dijo.

Auber observó a los dos saiyans. Desde el suelo parecían aún más aterradores. Miró alrededor intentando encontrar una salida, pero lo descartó inmediatamente. No podía huir de dos guerreros. Intentó concentrar su ki en los pies pero estaba agotado, no le quedaban fuerzas para volar.

Dragon Ball: una historia de los saiyansWhere stories live. Discover now