Prólogo: El juicio del tirano

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Año 737: Planeta Vegeta.


Aún tenía recuerdos de ese día. Era muy pequeño, apenas acababa de dar sus primeros pasos más allá de la incubadora. Solo en casa, al cuidado de su hermano Salad, miraba por la ventana de su habitación el inusual y aterrador espectáculo. Una enorme nave espacial de forma circular oscurecía el cielo y, descendiendo como un dios destructor, la pequeña figura del tirano Freezer aproximándose a la superficie del planeta. Solo dos soldados lo acompañaban en su descenso. Una escolta innecesaria pues todos tenían grabado en sus mentes el inconmensurable poder del pequeño alienígena.

Así lo habían comprobado hacía ocho años. En ese entonces, el pueblo saiyan, siempre orgulloso, había asestado un golpe definitivo a sus enemigos tsufurs, dominando todo el planeta Vegeta y consiguiendo la ansiada tecnología espacial que les permitiría viajar por el universo y expandir su dominio. Todas esas esperanzas se habían desvanecido cuando, un año después, las tropas de Freezer se hicieron con el control del planeta en unas horas.

Apenas unos instantes necesitó el tirano para derrotar a la élite del pueblo saiyan, incluyendo al rey Vegeta, y poner bajo su dominio a toda su raza. Desde entonces, los saiyans habían servido como mercenarios dentro del ejército de Freezer, conquistando planetas para expandir su imperio. 

Auber conocía bien la historia. Aunque aún no había nacido, su tío Nappa solía repetirla constantemente, especialmente cuando abusaba de la bebida en alguna de las visitas a su padre.

- ¡Algún día le daremos su merecido a ese pequeño mequetrefe! - gritaba cuando el alcohol enrojecía sus mejillas.

Auber solía escucharlo desvariar, escondido entre las escaleras del segundo piso. Siempre le habían gustado las historias y su tío Nappa parecía conocer bastantes. Sin embargo, sabía por experiencia que no era buena idea acercarse al enorme saiyan, y menos cuando estaba borracho. Aún así, gracias a sus escuchas a hurtadillas, había conseguido recabar un relato bastante preciso de la historia reciente de los saiyans.

Sin embargo, ese día no se encontraba en casa. Como todos los guerreros de élite, estaba en el palacio real escoltando al rey Vegeta para recibir a la comitiva de Freezer y responder por el fracaso en la conquista del planeta Tardalia.

Auber no sabía mucho del conflicto. Tan solo algunos datos sueltos que había podido escuchar a los sirvientes sugaínos que trabajaban en su casa. Al parecer había sido una gran ofensiva, el primer trabajo de importancia que el emperador encargó a su pueblo y que, por desgracia, había terminado en derrota. Veintidós escuadrones, más de cien saiyans, incluido su padre, habían caído en la batalla frente a los tardalianos. Un duro golpe para el ejercito saiyan, que había perdido una décima parte de sus tropas, y también para el imperio, que sufrió un revés en sus planes expansionistas. Todo esto había provocado la ira de Freezer y era el motivo de su visita.

Auber no era el único que observaba el impresionante descenso. Desde los diferentes portales de la calle, varios hombres y mujeres alzaban sus vistas al cielo, sin atreverse a salir por temor a captar la atención del tirano. Sin embargo, este no reparó en la presencia de los espectadores y continuó su descenso hasta perderse de vista en dirección a la plaza central de la ciudad, donde le esperaba el rey Vegeta y su consejo.

Miró el interior de su casa. Su hermano Salad no estaba a la vista, tampoco los dos sirvientes sugaínos. Era el momento perfecto. A pesar de tener solo dos años, Auber intuía la importancia de la visita del emperador y no quería perder la oportunidad de verlo de cerca.

Con un pequeño salto se encaramó a la ventana del segundo piso y observó la calle. La mayoría de los espectadores se habían vuelto a refugiar en la seguridad de sus casas. Cerró los ojos concentrando su ki y, enfocándolo en sus pies como le había visto hacer a su padre, alzó el vuelo. Al contrario que hacía dos días, cuando realizó su primer intento, en esta ocasión lo consiguió a la primera. El camino desde la ventana hasta el suelo se le hizo eterno y, cuando sus pies se posaron en la tierra, jadeaba por el esfuerzo.

Dragon Ball: una historia de los saiyansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora