Mis ojos observaban la blanca piel del Rey.

—Muerde a tu presa—murmuró.

Y así hice, ataqué su cuello con cierta delicadeza; era consciente de que no era un trozo de carne el cual me iba a comer literalmente. El gruñido que soltó impidió que cualquier indicio de apaciguamiento del fuego se diera. Sus manos fueron a parar a mi cintura, me movió sobre él. De sus labios salían gruñidos e incluso mi nombre. Podía sentir su hombría contra mí. Escuchar su voz entrecortada provocaba ciertos escalofríos en mi espalda. Mis manos bajaron junto a mis labios por su pecho. No fue hasta que llegué a su ombligo que me levanté y observé como se quitó los pantalones.

Me besó agarrando mi cintura. Sentía su hombría contra mí de nuevo y eso se encargó de que la necesidad que antes dudaba tener se agrandara. Necesitaba más, más y más de él. Sus dedos bajaron mi ropa interior como si fuera un castigo y quisiera hacerme sufrir, lento, delicadamente. Gemí contra su boca cuando sus manos agarraron mis nalgas.  Me sentó de nuevo en el sofá y abrió mis piernas. Me acercó a la boca dos de sus dedos, lo miré extrañada.

—Chúpalos, enteros.

Me metió en la boca dos de sus dedos. Comencé a cogerle gustillo a estar lamiendo sus dedos con la mirada fija en sus enorme orbes negras, de sus labios salió un gemido y un susurro con mi nombre. Los sacó de mi boca completamente brillantes.

—Cierra los ojos.

Así hice, los cerré sin cuestionar nada. Lo siguiente que sentí fue una sensación arrolladora, sus dedos se introdujeron dentro de mí haciéndome gritar como nunca lo había hecho. Me besó para silenciarme. Sus dedos salían y entraban dentro de mí. No sabía definir lo que estaba sintiendo, era un placer doloroso que no quería que acabara.

Sacó los dedos de mí a la par que su lengua de mi boca.

—Si te vieras...

Su mano izquierda pasó por mi mejilla, metió en mi boca su pulgar y después lo sacó tirando de mi labio.

—Tan inofensiva—susurró besando mis labios castamente.

Se alejó lamiendo los dedos que habían sido introducidos en mí anteriormente y se quitó su última prenda dejándome aún procesando esa arrolladora sensación que estaba a punto de llevarme a la locura. No podía respirar con normalidad y me había quedado sin palabras.

Jungkook estaba desnudo, completamente desnudo frente a mí; igual que yo. Ahí fue cuando la vergüenza volvió a mi persona. Desvíe la vista.

—Mírame, quiero que me veas, Cirene.

Busqué sus ojos. Jungkook volvió a dejarse caer sobre el sofá apoyándose en el respaldo. Puso una mano en mi boca desconcertándome. Él sonrió y en ese momento sentí un pequeño, bastante gran ardor en mi zona baja. Grité, y joder que si grité. Jungkook besó mi frente.

—No me muevo, tranquila—quitó su mano apoyándola en el otro lado de mi rostro—Fui algo brusco, perdóname.

—Duele—murmuré aguantando unas pequeñas lágrimas que amenazaban por salir.

—Pasará, confía en mí.

Sonrió cariñosamente antes de besarme con delicadeza. Se comenzó a alejar lentamente y volvió a entrar igual de lento. Gemí algo adolorida aún.

—¿Lo sientes?—murmuró acelerando un poco—el placer...

Gemí de nuevo, realmente estaba sintiéndolo. Una sensación satisfactoria y placentera que opacaba el dolor.

—Se siente tan bien—murmuró casi en un gruñido.

—Más—susurré avergonzada.

—Repítelo.

—Más... rápido—gemí por su embestida.

Aceleró, con ello aumentaron sus maldiciones y gruñidos a la vez que mis gemidos y súplicas de más.

Sentí que me estaba meando, urgentemente. Pero la sensación se extendía al cuerpo entero, era algo nuevo. Me arqueé cuando Jungkook comenzó a profundizar las embestidas, no tardé en sentir que realmente me había meado encima. Jungkook gimió fuertemente unos diez segundos después. Sentí que algo me llenaba, no sabría explicarlo.

—Fue asombroso—murmuró.

—Estoy agotada—susurré, ni fuerzas para hablar me quedaban.

—Yo también...

Apoyó su frente en mi hombro, estaba sudado, tanto como yo. Acaricié su cabellera.

Había anochecido y seguíamos en el sofá abrazados. Estaba literalmente sobre su pecho abrazándolo, tenía la oreja en su pecho escuchando sus latidos y divirtiéndome subiendo y bajando mientras respiraba.

—Nada de esto a nadie.

—¿Por qué?—pregunté aún hundida en su pecho.

—Porque no podía tener relaciones sexuales hasta después de casarme.

Reí junto a él. Supongo que ambos habíamos hecho algo completamente nuevo.

—Fue arrollador—murmuró rozando mi nariz con la suya.

Me sentía completa, y eso me aterraba por alguna razón.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now