No objeté nada porque guardé esperanzas de encontrar otro puente en medio del trayecto, cosa que no sucedió. Tendríamos que cruzar el río.

—¿Estamos seguros de que no hay otra manera? —solté, deteniéndome un par de metros lejos de la orilla, cuando todos estaban listos para empezar a introducirse en el agua.

—No hay tiempo, estrellita —dijo Zaid, haciéndome una señal con la mano para apresurarme, luego señaló algo detrás de mí—. Mira.

Me giré y vi que el gas seguía aproximándose a nosotros, así como otros participantes corrían en nuestra dirección. Algunos lucían asustados y hasta inofensivos, pero no sabía cuáles de ellos serían capaces de hacerme daño para descalificarme.

—No puedo —murmuré, paralizada.

Cayla dejó de prestarme atención y tomó la mano de Sybil para atravesar el río juntas. Al principio no parecía profundo hasta que el agua cubrió por completo a Sybil y esta tuvo que nadar.

—Astra... —pronunció Zaid, agitado, aunque con un pie dentro del agua y listo para dejarme atrás si seguía demorándome.

—No sé nadar —admití.

—No es muy profundo —dijo Cassian, con cara de pocos amigos.

—Sí lo es. —Señalé como a Sybil le costó mantenerse en la superficie.

—Te ayudaría, estrellita, pero no soy muy bueno y nos hundiríamos los dos. Lo siento. —Zaid empezó a meterse al río—. Vamos, no pasará nada.

Troy y él comenzaron a avanzar. Detrás de mí, tanto las personas como el gas estaban cada vez más cerca, a solo segundos. Mi corazón latía con desesperación y aunque quería moverme, mis pies estaban clavados en el suelo.

Cassian me tomó del brazo para acercarme al río por la fuerza, pero comencé a forcejear.

—Te dije que no puedo nadar, me ahogaré, yo...

—Cállate, Astrid —espetó—, vas a cruzar conmigo.

—¿No me estás escuchando?

—Eres tú la que no me está escuchando. No te voy a soltar. Ahora vamos, no queda tiempo.

No pude asimilar bien lo que sucedía hasta que el agua empezó a llegarme a las rodillas y Cassian pasó su mano por mi cintura para que me acercara a él. Con cada nuevo paso, repetía una y otra vez que me iba a morir ahogada y que esa era una pésima idea. Creo que incluso empecé a llorar. Todo estaba nublado.

Cuando el agua alcanzó mi pecho, me aferré a Cassian porque mi vida literalmente dependía de ello. No entendía por qué me estaba ayudando por segunda vez ese día, pero tampoco era momento para preguntarlo. Por su parte, él cumplió su palabra: nunca me soltó, aun cuando parecía estar esforzándose bastante por llegar al otro lado mientras me exigía que relajara mi cuerpo.

La punta de mis pies alcanzaba el suelo rocoso con dificultad, mas no era suficiente. Aunque no estuviera sumergida, sentía que me faltaba el aire. El agua me llegó al cuello, luego a los labios, hasta que empezó a entrar por mi nariz. Me aferré a Cassian con toda la energía que pude encontrar, incluso clavando mis uñas en su piel para que, aunque se le ocurriera, no me dejara ir.

Mi pie rozó algo, quizás una roca o un animal. Por instinto, empecé a gritar y sacudirme, y, sin querer, perdí contacto con Cassian.

Mis manos ya no estaban aferradas a su piel y la corriente comenzaba a alejarme. Sin saber cómo flotar siquiera, terminé sumergida en el río sin esperanzas de que Cassian o alguien más me ayudara. A fin de cuentas, si desaparecía, era una ventaja para el resto de los participantes y ni siquiera descalificarían a Cassian porque él había intentado ayudarme.

Arcadis: El juego ©Where stories live. Discover now