Capítulo 28 - Desaparición

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Dormí prácticamente todo el día. De a ratos me despertaba, me incorporaba en el sofá de la sala, miraba el gran reloj de pared que Ailén tenía en la cocina, y me volvía a dormir.

Una de las tantas veces que abrí los ojos vi que estaba atardeciendo, y encima de la mesa del comedor estaba mi celular, mi mochila negra y un papel. Me levanté y tomé el papel. Era una nota de Ailén.

¡Hola, bella durmiente!

Son las cinco y media de la tarde y te veías tan pacífica durmiendo que no quise despertarte.

Fui por tu departamento y cargué esta mochila con ropa que me pareció que necesitarías estos días conmigo. Repito lo que te dije: puedes quedarte todo el tiempo que necesites.

Te traje también tu celular y el cargador. ¡Ah! Y tu cepillo de dientes. No pienso soportar tu mal aliento ;-P

A juzgar por el movimiento que tuvimos a mediodía hoy cerraremos tarde, así que estaré por casa después de medianoche, eso siempre y cuando Manu no venga a buscarme y pasemos por su casa para, bueno, una parada técnica (jeje). De todos modos te escribo para avisarte.

No estés triste, cariño. Todo va a estar bien, te lo prometo.

Te quiero :)

Ai <3

P.D.: En la heladera hay sushi, buen provecho.

Sonreí por su nota y me di cuenta de que estaba hambrienta, así que me dirigí a la cocina y abrí la heladera. Saqué la bandeja con piezas y volví al sofá. Mala idea, el sushi me despertó recuerdos relacionados con Salvador y nuestra primera vez. Maldito sea, me había arruinado mi comida favorita para siempre.

Mi mente se fue por otros derroteros y reconocí que no podía esconderme eternamente en la casa de Ailén. Lo que sí tenía claro es que no volvería a hablar con Salvador. Estaba muy involucrada con él, y desde el momento en que tenía en la mira a mi padre, se había convertido en un enemigo. Quizá a fin de cuentas todo era mentira. Quizá me había dicho eso para intentar sonsacar información comprometedora y no tenía nada contra papá. Lo mejor que pude hacer fue alejarme de él. Quizá hasta quería que baje la guardia para implicarme a mí también en el caso y acusarme de algo.

Por otra parte, con mi padre no sabía qué hacer. No me gustaba ocultarle que estaba siendo objeto de investigación, pero le había prometido a Salvador que no le diría nada. ¿Y por qué le debía más lealtad a este policía que a mi propio padre? ¡Vaya uno a saber! Quizá era el pequeño detalle de que estaba enamorada de él, y que ya no estaba segura de nada.

Dándole vueltas al asunto terminé por quedarme dormida. Sí. Otra vez. No sé qué me estaba pasando pero seguía agotada y soñolienta. Sin dudas habían sido veinticuatro horas de muchas emociones.

Me desperté, sobresaltada y desorientada. Me costó recordar dónde estaba y me levanté del sofá con una inquietante sensación en mi estómago. <<El ataque de las polillas estomacales parte II>> pensé con resignación. Sin dudas mi cerebro intentaba ponerle humor a una situación bastante dramática.

El reloj de pared marcaba las tres y treinta y tres de la mañana.. Recordé tantas películas en las que se hacía referencia a esa hora como la hora de la muerte, la hora de los demonios, o lo que fuera. Empecé a recordar películas como "El exorcismo de Emily Rose", "El conjuro" I, II y III, y de pronto ya no me parecía tan gracioso el ataque de las polillas. Intenté hacer caso omiso de mi inquietud y pensé en mi amiga. Supuse que Ailén ya había llegado y le había dado pena despertarme, pero fui hasta su dormitorio y estaba vacío.

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