Capítulo 23 - Retorno

23 6 5
                                    

Apenas llegamos a la ciudad, nos separamos. Salva se fue a su casa a buscar algunas cosas y a lavar la ropa que había llevado para el fin de semana, y yo fui a la mía a hacer lo mismo. Quedamos en que más tarde pasaría a verme.

Al entrar en casa revisé mi celular. Lo había guardado todos esos días, y excepto para sacar alguna foto y avisar a mi padre que me quedaba unos días más, no le había prestado atención. Tenía cientos de mensajes, la mayoría de grupos a los que ignoraba deliberadamente, algunos de mi padre preguntando cómo iba todo, (ya lo llamaría en unos minutos), y muchos mensajes de Pedro. Era apabullante, y la mayoría iban de lo mismo: "Espero que estés pensando en mí", "Te extraño", "Soñé contigo", "Te quiero", "Intentémoslo de nuevo". Todas las palabras que había ansiado escuchar mientras estábamos juntos, pero ahora no me provocaban nada. Ignoré los mensajes de Pedro y llamé a mi padre. Le conté cómo había estado todo y quedamos de reunirnos en el restaurante al día siguiente para trabajar.

A los cinco minutos de cortar, tocaron el timbre. El de mi puerta, no el de la puerta de la calle. Salí como un resorte a abrir. Salva había llegado. Qué curiosa y encantadora esa etapa de la relación en la que no importa si solo pasó media hora que estuvimos separados, se siente como si hubieran pasado días. Pero cuando abrí no era otro que Pedro el que estaba en el umbral. Claro, no podía ser de otra manera.

-¿Llegaste hace mucho? No estaba seguro de si estarías aquí, pero como no respondías los mensajes, pensé en pasar a verte. Además, ¿no era que volvías el domingo? ¿Por qué has tardado tanto?

-Hola, Pedro. Llegué hace un rato. ¿Qué haces aquí?

-¿No viste mis mensajes? Te extrañé mucho-dijo, y se acercó para besarme. Lo rechacé de inmediato, empujándolo hacia atrás.

-Pedro, no quiero que me intentes besar más, entiende que tú y yo ya no estamos juntos. No me gusta que creas que tienes el control sobre mí

-¿Pero no era que ibas a pensar si lo volveríamos a intentar?

-Sí, lo pensé, y no quiero estar contigo. ¿Tan difícil es de entender? No quiero que vuelvas a tocarme sin mi consentimiento.

-Vamos, Lola. Si ya sé lo que te gusta, no te hagas la difícil. -dijo, mientras intentaba abrazarme a la fuerza.

-¡Te he dicho que no! Que me dejes en paz, cabrón.

-¡Pero es que eres una terca de cojones! ¡Un puto dolor de huevos, eso es lo que eres! ¿Qué mierda quieres de mí? ¿Quieres que le hablemos a tu padre? ¡Vamos! ¡Vamos a decírselo ahora! ¿Eso es lo que quieres, Lola? Vamos, le diré que estoy enamorado de ti, y que me quiero casar contigo. ¿Qué esperas?

Lo miré, asombrada por lo que estaba escuchando. Estaba dispuesto a ir a hablar con mi padre con tal de no perderme. Tanto así le importaba... No voy a negar que me generó sensaciones encontradas, pero ninguna parecida al amor, o a lo que quise de él en su momento. Ahora solo me daba pena, porque era como verlo dar su último manotazo de ahogado, sin darse cuenta de que en esa piscina ya hacía rato que no había agua.

-Yo no quiero eso, Pedro. Me parece que no estás entendiendo que yo no quiero nada más contigo, que nuestra historia ya pasó. Siempre creíste que era un capricho mi deseo de hablar con mi padre, ¿verdad? Nunca entendiste nada. O quizá fui yo la que nunca entendió nada. De todos modos ya no importa...

-Sí importa. Por favor, dame otra oportunidad. Yo te quiero, Lola.

-Pero yo ya no te quiero. Y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo. Lo siento mucho.

Su semblante cambió de repente, revelando un gesto que, honestamente, me asustó un poco. Me señaló con el dedo y me miró con rabia.

-Tú vas a estar conmigo, ya lo verás.

Secretos en la AlhambraWhere stories live. Discover now