Respiré hondo. No debía tener miedo, no podía hacerme nada, al menos no ahí en medio. Mi situación en verdad era sencilla, dijera lo que dijera ese necio me llevaría a las catacumbas...¿Por qué narices me temblaban las manos entonces? No había escapatoria.

—Me dejasteis elegir y eso hice. Me cásate voluntariamente con Jungkook, porque—miré de reojo al chico sonriente que no despegaba la vista de mí; no había escapatoria dijera lo que dijera—me gusta.

Me gusta, me encanta, me protege, me alegra y me entiende. Y yo quiero hacer lo mismo.

—¡Es ridículo! Jungkook es un-

San anduvo hasta la altura de su padre y fue interrumpido por Jungkook.

—¿Y tú? De ti también podríamos hacer una enorme lista de cosas desagradables.

—¿Qué dices? Cirene, me conoces, estuve contigo mientras él se alejó de ti; te traté como una princesa...

San se acercó unos pasos y agarró mis manos con delicadeza. Miré sus manos sobre las mías, no se sentía bien. En sí su cercanía. En esos momentos lo quería lejos, a él y a su padre.

Las aparté negando.

—Ese fue el error, San;—Jungkook me abrazó por la espalda colocando su cabeza en mi hombro; no pude evitar sacar una sonrisa—Tratar como princesa a una cazadora.

Eso era verdad, no quería ser una princesa, ¿Por qué querría que me trataran como tal? Era una cazadora, me gustaba que me retaran, que me dejaran libertad para correr y usar mi arco. No era cualquiera, era Jeon Cirene, y eso conllevaba una actitud liberal.

—Esto ya no tiene sentido.

Mi padre entró en la conversación colocándose en medio de los dos pequeños bandos que se habían formado en aquella sala amplía. Mi padre señaló a Jungkook destacando que debía de hacer muchas cosas ahora que se consideraba Rey, luego señaló al Rey emérito y le recalcó que ya no tenía poder alguno para imponer nada a su hija además de que ya era hora de que dejara el nombre de Kerel y volviera al suyo.

—Papá, ¡me dijiste que gobernaría, que me casaría con quien quisiera!

San estaba rojo de furia. Sonreí viendo como San se volvía completamente majara, sabía que el Rey tenía eso planteado desde el principio. Haber acertado me llenó de orgullo, todo ese miedo me pareció insignificante al ver a San a punto de explotar. Iba a decir algo hiriente a esos dos, pero Jungkook me agarró de la mano y tiró de mí alejándome de aquel lugar en donde pude ver el mismísimo fuego salir de los Jeon.

—No lo empeores, pequeña cazadora.

Cómo sabía que quería empeorarlo.

Me metió en una habitación con una mesa y un montón de papeles sobre esta. Lo seguí en silencio y me senté en la silla a su lado. Él se dejó caer sobre la mesa posando su frente en la misma. La habitación en la que estábamos se quedó en silencio, se podía oler como el orgullo de ambos iba disminuyendo. Tocaba afrontar la realidad.

—Yo tampoco estoy listo para esto—susurró—Son tantas cosas...

Sentí un alivio, no era la única que veía ese puesto como algo excesivamente importante y con demasiadas responsabilidades. Incluso alguien preparado no lo estaba tanto.

Acaricié su espalda, entendía como se sentía; el sentimiento de impotencia hacia la situación.

—Firmaré todo esto y nos iremos, dos días al bosque—dijo sonriendo al dar la vuelta su cabeza aún apoyada en la mesa.

—¿Al bosque?

Miró al frente apoyándose esta vez en sus brazos. Con sumo detalle, repasé sus facciones y esa sonrisita.

—Necesito descansar del palacio antes de adentrarme en mi nuevo rol.

—Al final te gustó el bosque.

Estiré el brazo derecho en la mesa y me apoyé en él girando la cabeza hacia la izquierda para ver su rostro. Copió mi postura.

—Me gusta estar allí contigo.

—Idiota—susurré desviando la mirada.

Me sonrojé inconscientemente.

—¿Seguirás yendo a las prácticas de arco?

—Claro que sí, quiero ver la cara de Lein cuando se entere de que soy su Reina.

—Suena retorcido, Cirene.

Me lo trataba de tomar a broma el hecho de que sería la Reina de Alzia, necesitaba tomármelo así o mi cerebro estallaría de la confusión y la presión que eso conllevaba.

Como Jungkook dijo, firmó y se leyó todo con detenimiento. Alguna que otra hoja fue hojeada por mí para saber qué le llevaba tanto tiempo. Ya había anochecido, habíamos incluso comido allí. Ninguno quería ir a una comida incómoda donde gritos nos esperaban. Preferimos quedarnos allí comentando las hojas.

—Ya estaría—susurró dejando la última sobre la cuarta torre de papeles.

Yo estaba adormilada sobre la mesa, el sueño me estaba ganando.

—Cirene, preciosa—susurró acariciando mi rostro—Vayamos al bosque, ¿Sí?

Asentí lentamente. Jungkook se levantó y se ofreció a llevarme en su espalda hasta la habitación. Su espalda era cómoda y parecía llevarme sin problemas. Abrió la puerta de la habitación que estuvimos compartiendo y me dejó en el suelo despacio.

—Agarra lo que necesites—susurró acercándose a la puerta—Iré a mi cuarto a por unas cosas, espérame aquí.

Los párpados me pesaban muchísimo, ver la cama ahí al lado me estaba tentando para tirarme y dormirme hasta el infinito.

Metí en una pequeña bolsa un par de camisetas y pantalones además de llevarme el arco y las flechas. Me estiré y me di un par de golpes para despertarme. Opté por cambiarme de ropa, ir con ese vestido no era una buena idea. Me arreglé el cabello para que se viera bien suelto. Agarré una hoja y una pluma del escritorio y escribí un mensaje breve que mi hermano entendiera: "Dos cervatillos, dos días". Rezaba para que entendiera que nos íbamos un par de días al bosque; mi hermano era terrible pillando directas e indirectas.

—Ya estoy, perdón por tardar—Jungkook se despeinó en la puerta con una sonrisa—Fui a robar unas cosas de la cocina real.

Asentí agarrando mi bolsa y el carcaj con el arco. Salimos a escondidas bajo la luz de la luna, los soldados no nos detectaron. Simplemente éramos dos estúpidos riendo y mandándonos callar en pleno jardín real. Empujé a Jungkook tirándolo al suelo, este se levantó con una sonrisa y comenzó a perseguirme.

Al salir del castillo sonreí al escuchar el suspiro de alivio de Jungkook. Aceleró el paso hasta estar en contacto con la tierra del bosque. Dio dos vueltas y me sonrió ampliamente. Parecía Haise cuando fuimos a explorar de pequeños, lleno de energía y sonriente.

Estiró su mano, la agarré confusa y me dejé llevar hasta chocar con su pecho. Me levantó del suelo dando dos vueltas y me dejó de nuevo sobre la tierra. Besó mis labios apasionadamente hundiendo sus dedos en mi cintura. Eso era nuevo, una sensación parecida pero no exactamente igual. Me estaba transmitiendo algo, algo que tampoco sabía explicar.

—Vamos, tienes una cara de sueño que me provoca ternura.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now