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NOTA: Los diálogos que se encuentran en cursiva es porque estarían en francés, dado que estamos en Francia y todo eso.

NOTA: Los diálogos que se encuentran en cursiva es porque estarían en francés, dado que estamos en Francia y todo eso

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17 de marzo 1885.
Paris, Francia.

El carro los dejó frente a la casa de Monsieur Lachance después de un largo trayecto en tren para alcanzar el centro de la ciudad. De las primeras cosas que Olivia notó al descender de la mano con Jonathan, era el cielo despejado y ausente de una enorme torre de hierro conocida como Eiffel. Se sintió tan extraño mirar a su alrededor, parada en el centro de País y no encontrar ninguna torre adornando la distancia y así como era extraño, también se sentía hermoso. Fresco y distinto.

Aun faltaban otros dos años para que Franca iniciara la construcción de una de las maravillas turísticas más icónicas del mundo. Aunque por supuesto esas personas no tenían idea de lo importante que la Torre Eiffel sería para el futuro económico del país. Miles de personas viajarían grandes distancias solo para verla y conseguir una experiencia parisina completa, tomando un café con un croissant mientras admiraban el paisaje.

Pero Paris de mil ochocientos ochenta y cinco estaba muy lejos de ser la Paris que ella conocía o vagamente recordaba del futuro.

Sentía que avanzaba entre fantasmas, simples recuerdo de una vida más simple y compleja en muchas formas. Los niños que la rodeaban ni siquiera se imaginaban que serían los futuros soldados de la primera guerra mundial y la gran mayoría no estaría con vida cuando ella naciera en mil novecientos cuarenta y tres. Las calles eran de material en su mayoría, aunque hacia los limites de la ciudad se tornaban en tierra o piedra y recorrían kilómetros y kilómetros de terreno, adentrándose en pueblos y granjas familiares. Se escuchaban las voces de las personas circulando en conversaciones que no se tomó el tiempo de entender y los caballos marcaban cada paso con sus herraduras.

Jonathan sujetó su brazo para apartarla de la calle cuando se escuchó una campana a la distancia y aunque en un principio ella no supo de que se trataba, pronto vio tres carros empujados por dos grandes caballos cada uno. Venían tan rápido como podían, con los pasos retumbando en el suelo de piedra y cuando los vio pasar frente a ella, escuchó a los hombres gritando a la gente para que se apartara en un perfecto francés y comprendió que se trataba de bomberos, pues llevaban unas escaleras montadas sobre el carro y unas largas mangueras que debían cargar con agua para extinguir el fuego.

Juzgando la prisa, asumió que había un incendio cerca.

La actividad en la calle regresó a la normalidad después de que los bomberos hubieran circulado y todos los carros volvieron a transitar y los peatones continuar cruzando de un lado hacia el otro para llegar a sus destinos.

Era mucho más tranquilo que la vida en el futuro y más limpio.

Aunque se escucharan voces y los pasos de los caballos, no había ruidos de carros o aviones, no había música saliendo de los negocios o grandes alborotos. Tampoco se aglomeraba demasiada gente, pues la avenida era amplia y alcanzaba el espacio para todos. La única mugre que encontraba era el excremento de los caballos caído en la calle por donde circulaban, pero Olivia sabía perfectamente que este era limpiado cada día por los encargados de la basura, por eso las calles permanecían impecables la mayor parte del tiempo.

Vidas cruzadas: El ciclo. #2 COMPLETA. +18. BORRADORWhere stories live. Discover now