Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza. Después de sobrevivir a una guerra y otros eventos que han puesto a prueba su unión y lealtad, Jonathan y Olivia se enfrentan a nuevos desaf...
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Pasar el invierno en Cambridge no sería tan malo y aburrido como habían temido. Con toda la familia reunida los juegos y peleas no faltaban y siempre había algo interesante para hacer incluso estando adentro del salón.
Solo faltaba Peter para completar el circulo familiar, pero él había decidido permanecer en Londres, rentarse una casa en Hyde Park y continuar visitando a Wendi hasta eventualmente convencerla de mudarse con él. Le tomó exactamente un mes y medio conseguir que ella accediera a que le ayudara y se trasladaron juntos hacia Wimpole Hall, donde no fue sorpresa que las Morgan la recibieran con sus guerras constantes y dramas.
No había un solo día en Wimpole Hall que pasara sin algún conflicto, fuera Jonathan peleando con sus hijas o sus hijas peleando con sus hermanos, siempre había caos y drama para entretenerse y Olivia en el centro, claramente ya estaba acostumbrada, pues incluso mientras sus hijos gritaban a todo pulmón, protestando porque sus hermanas no dejaban de hurgar en sus asuntos y los almohadones volaban por el salón o los manotazos, Olivia mantenía su calma y elegancia preparándose su taza de té, puntualmente a las cinco de la tarde.
Durante los meses de otoño, el clima los mantuvo atrapados por momentos y cuando pudieron aprovechar el exterior no perdieron oportunidad. Olivia estaba aliviada de poder volver a disfrutar con la familia sin peligros, aunque su cabeza siempre se giraba hacia la ventana del dormitorio de Harvie y esperaba, con una presión en su pecho, que él decidiera acompañarlos.
Sabía que tomaría tiempo y su dolor era un proceso normal y necesario para superar una muerte, pero le dolía no saber como ayudarle salvo esperando a que estuviera listo.
Al menos no estaba solo y Harvie sabía que no lo estaba, todos esperaban por él y siempre podía compartir su dolor con Kyle, Chester, Derby y Jonathan, cuatro hombres que internamente aun sufrían por la perdida de un hermano.
En otoño, era normal que sus hijos jugaran en las montañas de hojas que los jardineros recolectaban y apilaban hacia un lado del jardín. Elizabeth siempre se lanzaba de cabeza sobre las hojas, sin importarle su ropa o posibles insectos y seguía jugando con Ethan todas las tardes a pesar del malhumor de Jonathan, por lo tanto, era normal verlo siempre siguiendo a Elizabeth, tomándola de la mano o simplemente haciendo bromas que solo ellos entendían.
Tenían su propio saludo con manos y puños más un juego de pies y habían pasado toda una tarde lluviosa inventándolo en el dormitorio. También estaban desarrollando su propio idioma o eso intentaban, cuando no podían salir por el clima e Ethan les visitaba en la casa, armaba una carpa en la cama con Elizabeth y se ocultaban dentro de esta para escribir un libro con todas las palabras y códigos del idioma que estaban inventando. Y hacían un gran trabajo implementándolo de forma que solo ellos pudieran entenderse y Jonathan lo odiaba. Realmente odiaba verlos hablar y no saber que se decían.
Estaban compartiendo unos días animados y tranquilos y la madre de Olivia, había disfrutado de unos buenos meses con sus nietos y viendo a sus padres crecer y construir su amor. No tenía la energía o las fuerzas para jugar con ellos, pero sentarse en un banco en el jardín y verlos era suficiente. Mucho más de lo que jamás había imaginado sería posible. Sus padres crecían y sin saberlo se unían más y más cada día hasta que llegaría ese momento, dentro de no muchos años, en el cual su amor sería tan fuerte y profundo que nada ni nadie los separaría.
