treize

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Seungmin


El viaje hasta la base se me hizo extraño. Me daba la impresión de que no llegaríamos nunca, porque me costaba bastante trabajo mantenerme sobre la moto. Tenía que sujetarme bien y no distraerme ni un segundo, lo que, añadido a todo lo que había vivido aquel día, me agotaba.

Lo bueno era que no tenía que hablar con Sam.

Paramos un par de veces en áreas de descanso, para que yo pudiera ir al baño y para que Sam pudiera hablar por teléfono. Lo observaba mientras lo hacía y me sentía fuera del mundo sin mi teléfono móvil. Me lo habían quitado, junto con las llaves de mi automóvil, y no me daba la impresión de que pensaran devolvérmelos. Sam no me comentó a quién llamaba ni yo traté de indagar. No tenía ni idea de dónde estaban los demás Streetwolves o de qué había sucedido finalmente con mi hermano. Lo único que me importaba era mantenerme derecho en la moto.

Había oscurecido ya cuando salimos de la autopista. No presté atención a la ruta que habíamos tomado, aunque comprobé que atravesábamos varias localidades en las inmediaciones de un gran lago. Por fin nos desviamos por una estrecha carretera, que pasaba por un bosque. Los edificios aparecían cada vez más dispersos. Sam detuvo la moto en una vieja granja, a la que habían añadido algunas construcciones de aspecto extraño y un espacioso granero de color rojo.

No era lo que me esperaba como hogar de un motero.

Sam apagó el motor y me bajé de la Harley, tratando de estirarme.

—¿Esta es tu casa? —pregunté.

—La compré hace tres años —respondió él mientras se dirigía hacia el amplio porche cubierto, que tenía hasta un columpio. Vaya, vaya, pero si aquello era como una postal campestre. No es que fuera muy grande ni lujosa, pero estaba muy bien cuidada y me dio la impresión de que la habían pintado en el último año o dos como mucho.

Me eché mi mochila al hombro y seguí a Sam hacia el interior. Me encontré en una habitación amueblada de forma que solo podría definirse como de «guarida del macho». Una gran televisión de pantalla plana, un gigantesco y cómodo sofá en forma de ele, cuatro mandos a distancia en la mesita del café y, en la pared, un póster de una mujer desnuda y tumbada sobre una moto, con la barbilla apoyada en el respaldo.

No tenía ni idea de que una mujer pudiera mantener relaciones sexuales con una motocicleta, pero aquella parecía ser la implicación. Maravilloso.

Un pasillo conducía hasta lo que me pareció que debía de ser la cocina. A la izquierda había unas escaleras de madera y Sam se dirigió hacia ellas. La verdad, no me apetecía demasiado seguirle.

—Mueve el culo —dijo. Bueno, está bien.

Lo seguí escaleras arriba. Los peldaños estaban cubiertos con una alfombra tan vieja que apenas podía distinguirse el dibujo original. Sam se detuvo en un amplio pasillo que abarcaba de un extremo al otro de la casa. Otra persona podría haber colocado allí una mesita y algunas sillas, pero él solo tenía cajas apiladas. Tres puertas daban a otras tantas habitaciones, dos hacia la parte de atrás de la casa y la otra hacia el frente. Sam señaló hacia esta última.

—Esa es mi habitación —dijo—. No la pises sin ser invitado.

—De acuerdo —respondí.

—Ese es el baño y ahí está tu habitación —dijo, señalando hacia las otras dos puertas—. Hay otro baño abajo, junto a la cocina, por si lo necesitas. No tires de la cadena si hay alguien en la ducha, las tuberías son viejas. Bueno, ve a desempacar tu mierda. Te espero abajo. Tengo hambre.

› My property ꙳໋͙ HyunMin ⌕Where stories live. Discover now