huit

1.9K 209 64
                                        

Me llevó más bien media hora, pero empaqueté comida suficiente para un almuerzo, una manta para sentarnos y unos cuantos preservativos —bien guardados en un compartimento del bolso—, por si acaso. 

Sam me entregó un casco de color negro. No sabía muy bien cómo debía ajustármelo, así que él me lo colocó y abrochó las correas con mucho cuidado, como si yo fuera un ser delicado y precioso. Aquello me hizo sentir muy bien. A continuación, me senté detrás de él en la moto, lo que ya era en sí toda una experiencia. La Harley era alta y ancha y tuve que abrir bien las piernas. A mis zonas íntimas no les pasó desapercibido el simbolismo de la postura. No sabía muy bien dónde poner los brazos, pero él me tomó las manos y se las colocó alrededor de la cintura.

—Agárrate fuerte —me dijo—. Tócame el vientre si necesitas que pare por alguna razón y ten cuidado con los tubos de escape. Se calientan bastante.

—De acuerdo —respondí, nervioso.

La moto volvió a la vida con un rugido y enfilamos el sendero.

¿Cómo podría describir aquella primera vuelta?

Para empezar, la moto vibra. Mucho. Supongo que, con el tiempo, la parte trasera del cuerpo se te adormece, pero durante aquellos primeros minutos me sentí como si estuviera sentado sobre el mayor juguete sexual del mundo. Aparte, no me incomodaba en absoluto ir abrazado a un auténtico saco de músculos que no parecía indiferente ante mis atributos. Me agarré a él con más fuerza, como si mi vida dependiera de ello, en el momento en que entramos en la autopista y Sam aceleró con un movimiento de su poderosa muñeca.

Había prometido enseñarle los alrededores, pero parecía conocerlos ya bastante bien y tenía su propio plan. Después de una media hora, abandonamos la autopista y entramos en un camino de grava que nos llevaba directamente hacia las colinas. Aquí íbamos bastante más despacio y en poco tiempo la grava dio paso al barro. Lo último que recuerdo del recorrido es que doblamos en un punto y nos lanzamos por un sendero estrecho que apenas podía considerarse una vía apta para la circulación. Llegamos hasta el final, una pequeña explanada que permitía cambiar de sentido y aparcar, y Sam apagó la moto.

Dejé caer las manos y rocé accidentalmente su erección. Retiré la mano, avergonzado, pero él me la agarró, la colocó de nuevo allí y la frotó, arriba y abajo.

—Lo echaba de menos, bebé —me dijo. No abrí la boca. Me sentía extrañamente cohibido. Sin embargo, cuando me soltó la mano, no la retiré. Pensé en su miembro, en su enorme tamaño, en lo duro que estaba la última vez que lo había visto... y esto último debido a mí. Me removí en el asiento y apreté más las caderas hacia delante, deslizándome sobre el cuero. Me daba gusto tener las piernas tan abiertas y quería sentir el miembro de Sam en la mano. Busqué la cremallera del pantalón.

—Mierda, bebé, no voy a hacértelo en el aparcamiento —rio Sam y yo retiré la mano rápidamente, con un gritito—. Tengo una idea mejor. Vamos.

Me bajé de la moto, consciente de que estaba rojo como un pimiento. Sam agarró con una mano nuestra cesta de picnic y una de las maletas de su moto y me ofreció la otra. Yo la tomé y me condujo por un caminito, a través de la espesura.

Hay que señalar que la zona de Seul Este no es precisamente el jardín del Edén. La mayor parte del terreno es desierto o monte bajo con poca vegetación. Sin embargo, a medida que nos adentrábamos en un pequeño valle entre dos colinas, el paisaje se hacía más y más verde. Llegamos hasta un arroyo y lo remontamos durante una media hora, hasta que llegamos a un pequeño estanque redondo del que emanaban nubes de vapor.

—¡Una fuente termal! —exclamé, encantado—. ¿Cómo sabías que estaba aquí? Yo crecí en esta zona y nunca he oído hablar de este lugar.

Sam me miró, muy satisfecho de sí mismo, mientras yo corría hacia el agua y metía los dedos.

› My property ꙳໋͙ HyunMin ⌕Where stories live. Discover now