IV. Futuro

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El pecho de la criatura que yacía en la pequeña cuna, al lado de la cama matrimonial, subía y bajaba con lentitud, al compás de su propia respiración. La niña dormía tranquilamente, mostrándose al mundo vulnerable y frágil, pero, sobre todo, pequeña. Sentado en la cama, Natsu observaba a su hija, dándole la espalda a Lucy, que también dormía con tranquilidad y cansancio. Parir no era sencillo, ni nacer. Ambas estaban exhaustas, faltas de energía, por lo que era casi imposible que pudieran despertar ni con el más mínimo escándalo. El hombre tampoco quería hacerlo; adoraba observarlas mientras descansaban, cuando se podía ver sus rostros sin expresiones. Y su belleza. Natsu estaba seguro... No, seguro no. Estaba convencido de que Layla había heredado toda la hermosura de su madre y alguna que otra porción de él. Era increíble lo bonita que era la pequeña. Y tan tranquila. Para ser un bebé recién nacido, se comportaba muy bien y, durante el poco tiempo que llevaba en aquel mundo, apenas hacía escándalo a la hora de llorar. Debido a su ejemplar comportamiento, Lucy pudo permitirse dormir toda la noche y parte del día, junto a Natsu y a los dos pequeños. Tras el nacimiento de Layla, todos los miembros del gremio habían querido verla y saludarla, además de felicitar a los padres y los nuevos hermanos. No fueron pocos, pues tuvieron que quedarse hasta casi el atardecer. Para entonces, sorprendentemente, Lucy se había recuperado por completo del parto, podía quedarse de pie y caminar, pero aun así estaba completamente cansada. Tanto, que, en cuanto su cuerpo tocó las sábanas, se quedó al instante dormida. No, no lo haría. Natsu la dejaría dormir todo el tiempo que quisiera. No por nada se lo había ganado al haber traído a aquel ser tan precioso. Su mezcla.

Los cabellos de la bebé estaban secos y le tapaban un poco los ojitos. Ahora, completamente limpia, su hermoso color reflejaba orgullosamente la luz del sol que entraba por la ventana. Su cara era redondita y sus mejillas, sonrojadas. En su totalidad, era algo realmente tierno.

El Dragon Slayer no podía evitarlo. No podía evitar babear de amor al ver a su hijita. Era imposible no comerse con los ojos a su pequeña.

El hombre, para mirarla mejor, colocó ambas manos en la cuna, acercándose. Con cuidado y delicadeza, llevó un dedo a la mejilla rechoncha de Layla, para acariciarla con dulzura. Sin poder evitarlo, esbozó una sonrisa tontorrona. La piel del bebé era suave y tibia.

Ante el repentino toque, como era evidente, Layla empezó a abrir los ojos, alarmando al pobre Natsu.

-¡No, no, no!-Exclamó en susurros, muy nervioso. Si lloraba y despertaba a Lucy, moriría. De una manera lenta y dolorosa.

Pero el llanto nunca llegó. Ni un sonido. Nada. Con sorpresa y curiosidad, volvió a inclinarse hacia la cuna, pues había separado como si de pronto quemara -irónico- y, entonces, observó como una pequeña criatura lo examinaba con sus enormes ojos, sin ninguna expresión en el rostro. Por lo que sabía, los bebés cuando eran recién nacidos no comprendían lo que pasaba a su alrededor hasta un tiempo... Pero, bajo aquella mirada, Natsu no estaba tan seguro de que aquello fuera verdad. La pequeña Layla lo observaba sin despegar sus ojos grisáceos de los de su padre, como si fuera algo extraño. Natsu, de casi la misma manera, le devolvía la mirada.

Entonces, lo sintió. Al notar cómo algo le rozaba la espalda, el hombre se giró con brusquedad y miró a quien había sido, encontrándose con los ojos entrecerrados y cubiertos por una ligera capa de sueño de Lucy. Su mujer se encontraba sentada sobre sus piernas, detrás de él. Sus cabellos tapaban una parte de su cara, dándole un aspecto sensual. Demasiado, quizá.

-¿Qué pasa? ¿Ya no quieres dormir más?-Quiso saber, mirándola con una pequeña sonrisa mientras se sentía arder por dentro.

-Quiero verla-Murmuró Lucy, señalando con la barbilla la cuna. Gateando, se deslizó hacia el borde de la cama, donde Natsu estaba, e inclinando su cuerpo, miró al interior. Layla los observó, entonces, a los dos, con curiosidad. La madre esbozó una sonrisa de amor, contagiando a Natsu, y, entonces, alargó su mano para acariciar a la bebé de la misma manera que él lo había hecho-¿Sabes...? He estado pensando... Y creo que se te parece más a ti que a mí-Continuó hablando en murmullos, provocando que este frunciera el ceño. A pesar de su tono perezoso, en sus palabras se podía notar una pizca de alegría- Tiene tu chispa.

-¿Mi chispa?-Repitió Natsu, sin comprender ¿Desde cuándo era capaz de soltar chispas? ¿Se estaría convirtiendo en un Dragon Slayer de Rayo?

-Sí. Desde el primer momento que te vi, sentí un sentimiento emocionante-Le confesó, sin mirarlo. Solamente teniendo ojos para su pequeña- Cada vez que hablabas, que te reías o simplemente estabas junto a mí, tenía ese sentimiento. Y no era la única; los demás también lo sentían. Y ella-Señaló a su hija con la cabeza- me transmite esa misma emoción. Al igual que Haru e Igneel. Siempre lo he pensado.

Como si de una esponja se tratara, Natsu absorbió las palabras de Lucy. Se sentía ligero y relajado; escucharla susurrar, así, diciéndole esas cosas tan maravillosas le provocaba todas aquellas sensaciones ¿Él tenía una "chispa", no? Pues, en ese caso, Lucy contenía toda la electricidad de una poderosa tormenta.

-Siempre fuiste tú el que nos hacía levantar la cabeza una vez bajada y enfrentarnos a nuestros peores temores. Sin miedo, todos llenos de tu valor y motivación. Eras y eres nuestra esperanza, se podría decir. Y me alegra tanto... No... En realidad, me encanta sentir que mis hijos comparten ese espíritu. La esperanza te sigue y se trasladará en la próxima generación...-Lucy giró su cabeza y con los ojos empañados, miró a su marido, que ya hacía rato que la observaba-Me siento tan afortunada y feliz... Al final, mi padre tenía razón... Continuó siendo Lucky Lucy.

Durante unos segundos, Natsu se quedó mirando en silencio a Lucy, con una intensidad en los ojos que seguramente el sol se habría sonrojado de la vergüenza por proclamarse el astro más brillante.

-Lucy...-Mustió el hombre con una voz ronca, haciéndose terriblemente irresistible para Lucy. Los oídos de la mujer habrían jadeado, si hubieran sido capaces-No soy yo el único que transmite emociones a los demás. Tú también nos hiciste levantar la cabeza y nos animaste en los peores momentos. Con el simple hecho de que tu corazón siga latiendo, haces que mi motivo de no agachar la cabeza continúe y siga peleando. Y, ahora, tengo , gracias a ti, algo más por lo que luchar... Algo maravilloso, que crece cada día más y más-Una sonrisa alegró el rostro serio de Natsu Dragneel. El corazón de Lucy revoloteó en su pecho. Natsu tenía el don de dejarla sin aliento-Mi pequeña familia-El mago levantó la mano y acarició de la misma manera que había hecho con su hija a su mujer. Lucy, a su vez, elevó la suya y la apretó contra su mejilla, sin dejar de mirarlo.

El tiempo se detuvo junto a ellos. Desde la distancia o cerca, daba igual... En cualquier parte de aquel mundo se podía sentir el aire vibrante de emoción, de felicidad. Su felicidad. Palpable y reluciente. No obstante, en cuanto te acercabas, era necesario retroceder; porque, aparte de hermosa, era privada.

Ambos habían alcanzado la plena dicha; la más alta e increíble. Todos sus sueños y esperanzas habían sido cumplidos por fin, aunque no todo había sido un camino de rosas. No. Su recorrido estuvo plagado de senderos bipolares, que tendían a hacerse más tortuosos y peligrosos con cada paso que daban o, en cambio, más apacibles y suaves. Lo lograron. Sí. Con esfuerzo, con valor, con fuerza. Con todo lo que estuvo en su mano, derribaron las barreras de la dificultad y hallaron el paraíso prometido.

Sin embargo, aquel no era el final de su camino. No. Este solo era el principio de la vida de Natsu Dragneel y Lucy Heartfilia. El primer capítulo de un segundo libro. El inicio de su felicidad y la de todos los integrantes de Fairy Tail. El pasado quedaría grabado en sus mentes, en sus cuerpos y en sus almas; uno latente y duradero. La base del recorrido. El presente continuaba lentamente el sendero, sin complicaciones ni planes establecidos. Y el futuro prometía aventuras y miles de increíbles historias aún sin contar.

La vida no esperaba a nada ni a nadie, solamente continuaba su sendero. El camino a la felicidad y al paraíso prometido: hacia el futuro.

Los labios de ambos se encontraron, sin poder aguantar más, de la misma manera como lo hicieron sus respectivos dueños un día en Halgion: predestinados. Delicadamente, se saborearon mutuamente, como si tuvieran todo el tiempo en sus manos. Cuando, en realidad, lo tenía. Sí, para siempre. 

Gracias, Lucy. (Nalu fanfic)Where stories live. Discover now