II. Layla

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Un olor delicioso se filtró por sus fosas nasales, despertándolo paulatinamente de su apacible sueño. Natsu, contra las sábanas, gruñó con irritación. En aquella cama se estaba genial, no quería despertar aún. Se sentía cansado y, ahora, hambriento. La noche anterior había sido el Festival de la Cosecha, por lo que estuvieron de fiesta hasta que los niños y Lucy no pudieron más. Sin más remedio, tuvo que cargar con su familia y volver a casa con la luna sobre sus cabezas. No sabía a qué hora se fueron a dormir, pero definitivamente tarde. Tampoco sabía qué hora era en aquel momento. Ni de dónde provenía aquel exquisito y atrayente aroma que hacía que sus papilas gustativas salivaran y su boca se hiciera agua. Un gruñido de su impertinente barriga bastó para que abriera sus ojos cansados. 

La claridad lo golpeó sin consideración. Una sensación irritante atacó a sus ojos, provocando que tuviera que cubrírselos hasta que se acostumbraran a ella. Al cabo de unos segundos, miró a su alrededor. La puerta de la habitación se encontraba entornada. Tras esta, en un perchero estaba colgada su inseparable bufanda blanca y el cinturón de su esposa con las llaves de sus espíritus celestiales. 

Ante su visión, un recuerdo asaltó su mente. Hace algunos años atrás, cuando Lucy y él comenzaban a salir, se encontraban parados junto al tablón de misiones del gremio. Buscaban cualquier trabajo con el que pudieran ganar el dinero necesario para pagar la renta del alquiler de la casa de ambos y para poder comprar comida. En aquella época, no existían los dos monstruitos que todavía dormían en la habitación contigua, pero estaban al caer. Mientras él miraba con aburrimiento de aquí para allá, Lucy soltó un grito de sorpresa y, con rapidez, cogió una de las misiones. Sin esperárselo, Natsu la miró como si estuviera loca y, con curiosidad, se acercó a leer lo que había causado aquella extraña reacción en su pareja. Con los ojos llenos de lágrimas, Lucy le tendió el papel. Cuya recompensa, llamaba la atención por encima de todo: una llave. Pero no cualquier llave. Una llave celestial. 

Meses después, con la conclusión de aquella misión, Lucy recuperó al fin a Acuario. Un espíritu celestial, el cual se sacrificó para proteger a Lucy y a todos ellos. Natsu y todo Fairy Tail le debían la vida. 

Una sonrisa apareció en sus labios, con los rastros del recuerdo en su mente. Nunca había presenciado una sonrisa y unas lágrimas tan limpias y puras como las que vertió Lucy junto a Acuario. Por fin reunidas y nunca más separadas. 

Y hablando de la reina de Roma... Con pereza, giró su cuerpo para observar el otro lado de la cama, donde se suponía que debía estar la madre de sus hijos. Se suponía, claro, pero no se encontraba en su sitio. En el otro extremo del mueble reinaba el vacío. Estirando la mano, palpó el lugar, encontrándoselo todavía caliente, indicando que no hacía mucho alguien había estado acostado. Una pregunta le rondó por la cabeza: ¿Dónde estaba Lucy?

Sin paciencia, se levantó de un salto de la cama matrimonial y, como un perro, empezó a olfatear el aire, en busca del olor característico de su esposa: una deliciosa mezcla de flores y vainilla. Tan embriagador como fresco. Sin embargo, no encontró ningún rastro de aquel aroma en el aire, pero si de uno muy diferente: huevos revueltos. Alguien estaba haciendo el desayuno y el Dragon Slayer sabía quién podría ser ese alguien. 

Siguiendo el rastro, salió de la habitación y empezó a cruzar el pasillo. La puerta de sus hijos seguía cerrada a cal y canto, por lo cual debían seguir dormidos. Y normal, menuda fiesta la que se pegaron ayer. Por ello, pasó de largo; no iba a despertarlos. Llegó hasta el final del pasillo, donde descendían unas escaleras y daban a parar al salón de la casa. El hombre bajó de dos en dos los escalones con una agilidad gatuna, sin hacer ningún ruido, y, entonces, cruzó el salón, saltando por el camino el sofá, para llegar hasta donde el olor se hacía más fuerte: la cocina. A medida que se iba acercando, una melodía tarareada se filtró por sus oídos. La bella voz que emitía aquellas notas parecía que se encontraba de buen humor. Y eso lo alegraba. 

Gracias, Lucy. (Nalu fanfic)Where stories live. Discover now