capítulo 7

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A mí sí que me gustan las sorpresas

Rodrick no es una persona que se sorprenda fácilmente.

Su vida es la descripción de caos, y honestamente suele ser por su culpa. Después de todo, es él el de las bromas, fiestas e ideas estúpidas que ningún ser humano debería siquiera atreverse a pensar. Así que, de hecho, podría decirse que normalmente es él quien sorprende a los demás—para bien o para mal.

Pero tampoco es todo su culpa, ¿vale? No es como si él hubiese tenido algo que ver con el señor que se coló en el maletero de su coche hace unos años cuando estaban en un gasolinera en medio de la nada; el viaje familiar de ese año fue un éxito. Tampoco fue él quien llamó a la mujer rubia platino que se puso a gritarles en medio de la calle en un idioma parecido al ruso y luego le pegó una bofetada a su padre. El matrimonio de sus padres pasó por una crisis ese mes.

A veces, piensa él, su vida parece que salió directa de una película de Disney Channel. Al final se ha acostumbrado a estar siempre atento a su alrededor y tener una cámara preparada en cualquier momento.

Claro que estando en medio del bosque con River no tenía sus sentidos alertas ni las expectativas muy altas, así que encontrar un parque de skate abandonado en medio de la nada le sorprendió. Mucho.

Era un lugar viejo y gastado, con hierba y enredaderas escalando entre las gritas de las rampas y graffitis en todas las superficies accesibles y no tan accesibles. Una autopista pasaba sobre ellos, elevada en más columnas llenas de dibujos y letras y símbolos y rodeada de latas de cerveza y Monster olvidadas. A unos seis metros del suelo, por encima del resto de graffitis, un «ur mom <3» escrito toscamente en negro y amarillo reinaba el espacio como una bandera.

Rodrick no creyó en el amor a primera vista hasta entonces, dando una vuelta sobre sí mismo con la boca abierta.

—Por qué siento como si acabásemos de pasar alguna especie de portal a otro mundo —dijo tontamente.

River sonrió y se acercó a una de esas rampas que parecen piscinas, casi corriendo al bajarla.

—¡Bienvenido a mi lugar! —gritó con los brazos extendidos, girando con la cara al cielo y los ojos cerrados.

Rodrick solo pudo observarla con una sonrisa boba en la cara, hasta que ella se giró en su dirección y de repente el suelo era más interesante. Bajó la cuesta para juntarse con ella mirando hacia sus zapatos.

—En algún momento esto fue una urbanización lleva de adolescentes y había casas todo a lo largo de la carretera por la que vinimos —explicó River con una sonrisa, sentándose en el suelo—. Luego, la autopista se construyó y nadie quería vivir aquí. Las casas se destrozaron y la naturaleza se lo comió todo, como si nada hubiese pasado. Pero...

Lo miró con una sonrisa.

—Pero no puedes tirar abajo un skate park, ¿no? —completó él—. Mi pregunta es, ¿cómo descubriste esto? Porque que yo sepa no haces skate.

—Dios, no, si me montase en una cosa de esas acabo con tres huesos rotos.

Rodrick se encogió de hombros.

—Honestamente soy igual.

—Pero —continuó con una carcajada— estuve saliendo con Connor Baker, ¿sabes? Nos lleva un año y siempre presume de su skate por el instituto, agarrándolo por las ruedas con toda la confianza del mundo. Él me trajo un día aquí.

Rodrick hizo una mueca que River no llegó a ver, pensando en que ojalá él tuviese un sitio así para llevarla, también.

Giró la cabeza hacia el graffity de «ur mom», regañándose a sí mismo. Que le guste una chica no significa que pueda ponerse celoso de todos los idiotas con los que haya salido antes.

SHY AWAY || Rodrick HeffleyWhere stories live. Discover now