capítulo 5

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Gritos que destilan amor... O ganas de asesinar

—«¡Cuidado, gamberro! ¡Tengo una espada y sé cómo usarla!»

—No, no sabes. ¿Qué es eso?

Habían pasado dos semanas de ensayos y clases y flirteos disimulados en amistad, y ahora River intentaba enseñarle a Rodrick cómo hacer escenas de acción.

Ella estaba sentada en una silla, de la que habían tenido que sacar mucha ropa acumulada porque Rodrick no conocía el término orden. Una cuerda de saltar le rodeaba el torso débilmente, como si estuviese atada a ella pero sin estarlo porque no se fiaba del chico.

—Para empezar, deja de pinchar al aire. Una espada no es una brocheta.

Rodrick bajó la espada de madera con una mueca. En su imaginación, su enemigo estaba ya agujereado como una red de pescar.

—¿Y qué se supone que tengo que hacer, entonces?

River se levantó y se puso a su lado. La cuerda cayó, inútil, al suelo.

—Tú solo imítame.

Puso la pierna derecha delante de la izquierda y flexionó un poco ambas. Él hizo lo mismo.

—Ahora... —giró la cabeza en varias direcciones y agarró un bate de béisbol que vio por ahí tirado— ¿Siquiera juegas al béisbol? Bueno, da igual. Ahora pones la mano izquierda por encima de la derecha en el mango.

Esperó a que él lo hiciese.

—Y la mueves de un lado hacia el otro. Como si intentases espantar una mosca.

—Ah... Vale, lo pillo —balanceó su arma de un lado al otro, subiendo y bajando, y luego sonrió—. Hey, esto se me da genial.

—Pues claro que sí, cariño. —Le dio una palmadita en el brazo y volvió a su lugar de prisionera—. Ahora simplemente repite eso moviéndote hacia delante y hacia atrás como los que hacen esgrima. Y di tu frase.

Rodrick cerró los ojos los ojos un momento, concentrándose, y luego los abrió como si creyese que estuviese en una película de vaqueros.

—«Mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste...»

—¡Esa no es tu frase, Rodrick!

Él la miró y ella le sostuvo la mirada. Estaban teniendo toda una discusión solo con los ojos. Hasta que River sonrió y soltó una risa tonta.

—Está bien, puedes decirlo. Es un clásico.

Rodrick volvió a su papel y empezó a dar pequeños pasos.

—«Mi nombre es Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre, prepárate a...»

—¡RODRICK!

—¡JODER, NI UNA FRASE PUEDO ACABAR EN PAZ!

—¡QUÉ TE HE DICHO DE DECIR PALABROTAS!

—¡BUENO, SUSAN, EL ENANO EL OTRO DÍA LLAMÓ PUTA A LA CUIDADORA Y NO LE PASÓ NADA!

—¡ES UN NIÑO, RODRICK, NO SABE LO QUE DICE!

—¡PUES YO TAMPOCO LO SÉ! ¡SEGURO QUE JODER ES UN TIPO DE MERMELADA!

River se dobló hacia delante con una risa silenciosa pero fuerte, de esa que te deja el abdomen adolorido. En el momento que se empezaba a caer de la silla y tenía que coger aire a duras penas con un sonido agudo, la madre del chico apareció por la puerta.

La risa de River sonaba como un abuelo intentando cagar.

—No te llevas un castigo porque hay gente en la casa, señorito, pero la próxima vez me va a dar igual que estemos delante de un teatro entero. Y ahora, baja y ve a recibir a ese grupo de... adolescentes con los que haces ruido.

SHY AWAY || Rodrick HeffleyOù les histoires vivent. Découvrez maintenant