—Quiero decir —acerté por fin a decir—, ¿matarías a gente con la que has compartido fotos de tus hijas? Una de ellas tiene más o menos mi edad ¿no es cierto? ¿No podríamos llegar a un acuerdo? Tal vez podamos ir pagando el dinero poco a poco...
Sam gruñó y sacudió la cabeza.
—No estás entendiendo, precioso, no se trata solo de dinero —dijo—. Llegado el caso, el dinero nos importa una mierda. Se trata de respeto y de lo que significa que alguien robe al club. Si dejamos que este imbécil se salga con la suya, otros empezarán a hacer lo mismo. Nunca dejamos que estas cosas queden así como así. Tiene que pagar con sangre.
Cerré los ojos y sentí que se me llenaban de lágrimas a mí también.
—¿Por qué, Jeongin? —susurré con voz temblorosa.
—No pretendía gastarme el dinero —respondió él, con voz quebrada y sin esperanza—. Pensaba que siempre podría recuperarlo de algún modo, o tal vez manipular las transferencias...
—¡Cierra la puta boca! —ordenó Chris, mientras golpeaba a Jeongin en la cabeza con su mano libre—. No se habla de los negocios del club, ni siquiera antes de morir.
Yo ya temblaba de miedo y había empezado a sollozar.
—Puede haber otra manera —me dijo Sam, siempre con su tono indiferente
—. Pagar con sangre puede significar cosas diferentes.
—Tal vez no sea necesario matarlo —dije con mi cabeza en ebullición, tratando de pensar en algo—. Podrían quemarnos la casa.
Sonreí, como para animarlos a hacerlo. A la mierda con la casa, quería sano y salvo a Jeongin. Y a mí. Mierda, si lo mataban a él, tendrían que matarme a mí también. Sería un testigo. Joder, joder, joder.
—Oh, bueno, eso lo vamos a hacer de todas formas —dijo Sam, arrastrando las palabras—, pero eso no es pagar con sangre. En cambio, se me ocurre algo que sí lo es.
—¿Qué? —inquirió Jeongin, anhelante—. Haré cualquier cosa, lo juro. Si me dan una oportunidad, reventaré tantas cuentas que no se lo podrán creer. Dejaré de fumar, eso me aclarará las ideas. Trabajaré mejor...
Jeongin continuaba balbuceando sin parar, mientras Sam reía y el otro tipo sacudía la cabeza y sonreía mirando a Chris.
—¿Puedes creer hasta dónde es capaz de llegar este idiota? —dijo—. En serio, basura, no estás quedando muy bien, ya tenemos claro cómo has estado haciéndote el imbécil.
Jeongin sollozaba. Yo quería acercarme a él, abrazarle, darle consuelo, pero estaba demasiado asustado.
Sam calentó los músculos de su cuello, moviendo la cabeza a un lado y a otro, y después hizo crujir sus nudillos, como si se estuviera preparando para una pelea. Aquello me recordó a un episodio de Los Soprano, lo cual habría sido muy divertido si no me acordara de cómo terminaba.
—Vamos a aclarar un par de cosas —dijo por fin, después de una pausa que pareció durar diez años—. A ti no vamos a hacerte nada, Seungmin.
—¿Ah, no? —dije, incrédulo. Jeongin escuchaba ansioso, mientras abría y cerraba sus humedecidos párpados. Vi cómo una gota de sudor le resbalaba por la frente y marcaba un surco en la sangre, que no dejaba de brotar.
—No —confirmó Sam—. Tú no has hecho nada y no tenemos nada contra ti. Mantendrás la boca cerrada si quieres sobrevivir y no tienes un pelo de tonto como para no entenderlo. No es por eso por lo que estás aquí.
—¿Y por qué estoy aquí, entonces?
—Para que seas testigo de lo jodido que está tu hermano —replicó Sam—. Vamos a matarlo a menos que consiga encontrar la manera de devolvernos nuestro dinero. Y creo que podría conseguirlo, con la motivación adecuada.
—Sí, sí, se los pagaré todo, seguro, gracias, gracias... —balbuceó Jeongin.
—¡Nada de eso, nos pagarás el doble, desgraciado! —exclamó Chris mientras pateaba el costado de Jeongin con su gruesa bota de cuero. Mi hermano se desplomó, encogido de dolor, y yo di un respingo.
—Y eso será si te dejamos vivir, lo que depende del todo de tu hermano — añadió—. Si no fuera por el, ya estarías muerto.
Miré fijamente a Chris. No tenía ni idea de qué significaba lo que estaba diciendo, pero habría hecho lo que fuera para salvar a Jeongin. Cualquier cosa. Él era la mitad de la familia que me quedaba —la otra era mi madre— y, aunque era un completo idiota, tenía un corazón de oro y me quería.
—Haré lo que sea —dije.
Sam gruñó y me miró de arriba a abajo, deteniéndose en mi trasero y después volviendo a mirarme a la cara. En aquel momento me di cuenta de que había dejado caer el resto de las bolsas y de que apretaba los puños con fuerza.
—¿No quieres saber antes de qué se trata? —preguntó Sam con tono seco.
—Bueno, sí —dije, estudiándolo con la mirada. ¿Cómo podía un hombre tan atractivo ser al mismo tiempo tan cruel? Yo sabía lo tiernas que podían llegar a ser sus manos. ¿De dónde salía todo aquello? La gente real, la que comparte la mesa, no actúa así. No en mi mundo, al menos.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunté.
—Parece que aquí el amigo Sam quiere una mascota para su casa —dijo Chris.
Miré al «presidente» de los moteros con los ojos como platos. Él a su vez miraba a Sam con cara de fastidio.
—No se entera de qué va el trato—le dijo Chris—. ¿Estás seguro de que quieres esto? Me parece que te va a dar más trabajo que otra cosa...
El presidente sonrió, burlón, mientras los ojos de Sam se clavaban en Chris. La tensión se hizo palpable en el ambiente y me di cuenta de que, contrariamente a lo que había imaginado, las cosas podían empeorar. ¿Qué ocurriría si se enfrentaban entre ellos? Sin embargo, al cabo de unos instantes, Chris se encogió de hombros.
—Esta es tu opción —me dijo Sam de repente—. Si quieres mantener al idiota con vida, empaqueta tus cosas y súbete a mi moto cuando nos marchemos. Harás lo que te diga, cuando te lo diga, sin preguntas y sin rechistar.
—¿Pero todo esto para qué? —pregunté, sin salir de mi asombro.
—Para que me prepares postres —respondió, cortante.
El azabache dejó escapar una carcajada y yo me quedé con la boca abierta.
¿Todo aquello solo para tener el postre servido en la mesa? Sabía que a Sam le gustaba el dulce, pero no entendía ni una palabra. Sam sacudió la cabeza y me miró con el aire de frustración que adoptaba algunas veces conmigo, como si estuviera tratando con un niño.
—¿Para qué va a ser? —dijo por fin—. Para follarte hasta que revientes.
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› My property ꙳໋͙ HyunMin ⌕
General Fiction⸦⸧ Seungmin no necesita en su vida problemas como Sam. Pero el enorme, sexy y tatuado motociclista que se presenta en la casa de su hermano no está de acuerdo. Él quiere a Seungmin en su motocicleta y en su cama. Ahora. ५ adaptación boy love ©Sauri...
trois
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