7. La verdad

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No había peor momento para la insistencia de Mosy, que tras nuestra tardía respuesta, se apresuró a volver a llamar.
-¡Danieeeeeel!-
-¡Que ya voy!- decía este levantándose por fin del suelo y caminando hacia la puerta.
Mi cuerpo, todavía agitado por el momento frustrado de antes, va en busca de mis cosas. Es hora de ir a casa. El fastidio invade mi cuerpo, pero lo dejo estar porque sé que si esto ha sucedido esta vez, habrá más ocasiones.
Mi mente poco a poco se va enfriando y recapacitando sobre lo sucedido, ¿qué mierda ha estado a punto de pasar? Oh, no, no, esto no puede suceder. ¿Qué será de nuestra amistad si eso pasa? No, aunque haya atracción, no voy a besarme o hacer Dios sabe que con Daniel. No, no y no, no quiero nada con él, no son esa clase de sentimientos. Esto no puede llegar a ningún sitio adecuado, esto es un error y nada más que un error.
Daniel se ofrece, como cada día, a llevarme a casa. Me meto en el coche tratando de aclarar mi desastre mental. Su sonrisa cuando entra en el coche, me hace dejar de pensar y simplemente pasar el rato con él. Sin agobios.
El coche se mueve y tardamos poco en llegar a mi puerta. Nos quedamos hablando durante un rato antes de despedirnos.
-¿Sabes que me encanta eso que te echas en los ojos?- dice mirándome recostado en su asiento
-Sí, siempre me lo dices - Le sonrío con toda la ternura que él me provoca. Él se refiere a una especie de sutil brillo blanco rosado que me suelo aplicar cuando me echo máscara de pestañas como por la zona del lagrimal y siempre, siempre, siempre, predica que le encanta.
-Porque es una pasada como te queda, aunque cuando te veo natural... eso ya es otra historia- dice sonriendo de medio lado y mirando al horizonte.
-Se me sube la autoestima siempre que hablo contigo-
-No mereces menos- y mi sonrisa aumenta a proporciones gigantescas.
-Pero bueno, tengo que irme, muy a mi pesar, pero ya es tarde- es verdad, el reloj marca las cuatro menos diez de la madrugada. Últimamente, por culpa de este chaval, llego a casa a altas horas de la noche.
Es el momento, la parte que no me gusta de ver a Daniel, despedirme de él. Mañana será otro día, estaré con mis ideas más claras, más frescas y dispuesta a hacer que todo vaya sobre ruedas.
El momento abrazo ha llegado y siento que no quiero abrazarlo, por que sé lo que me fastidia separarme de él. Igualmente, lo hago y como siempre, su olor invadiéndome, su calor corporal junto a mi cuerpo, sus grandes brazos protectores rodeándome, todo lo bonito de un abrazo, los suyos lo tienen. Levanto la cabeza para besar su mejilla y entonces ocurre sin esperarlo, sin saber si fue él o si fui yo nuestros labios se fundieron en un beso que me cautivó al instante, pero que no pude disfrutar porque él se apartó al poco tiempo.
-No creo que esto sea una buena idea, yo, no sé si esto está bien- me susurra sin mirarme, pero la expresión dudosa anclada a su cara y su agitada respiración me sugieren algo que decir.
-Has empezado algo que ni tu ni yo vamos a poder frenar- y con esas Daniel agarra mi pechera y estampa sus labios contra los míos creando un ritmo perfecto. Su boca le ofrece la calidad y la humedad justa a la mía, es un beso rudo, un beso apasionado, lleno de lujuria, de deseo, y de lo que más temía pero no dude ni por un segundo en el instante que su boca y la mía decidieron conectar, es un beso lleno de amor.
Los sentimientos me desbordan mientras sus labios bailan con los míos. El intento de entenderlo todo de repente me consume, todas las dudas se disipan. Ahora puedo decir que lo sé, este chico ha calado dentro de una manera inexplicable. Siento tantas cosas que la emoción aprieta mi estómago. Una sonrisa de felicidad se forma en mis labios sin despegarse de los suyos, sus manos en mi pelo, su calor, todo lo que implica la total cercanía de Daniel, acaba de hacerme comprender que no quiero perderlo jamás.
Después de unos minutos ,que se me hicieron escasos segundos, sus labios se separaron de los míos y la vista es todavía más decisiva en mi, su pelo despeinado, su respiración agitada, sus labios rojizos e hinchados y sus mejillas levemente ruborizadas, todo eso, quería verlo cada día, a cada minuto.
Pero ahora era momento de irme.
Daniel y yo nos sonreímos y volvemos a abrazarnos, no cruzamos más palabra que un leve hasta mañana. En cuanto tomo la esquina, compruebo que Daniel está lejos, que no puede verme y estallo en celebración como si mi equipo preferido acabase de ganar. Mis manos se posan sobre mis mejillas, siendo consciente del calor que desprenden, mi corazón que continúa acelerado, en mi creciente y abordante felicidad. Saco mi móvil y tecleo con prisa.
Yo: LUNAA!! ACABO DE BESAR A DANIEL!!!!!

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now