5. El trabajo

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Las palabras de Luna, mis sentimientos enloquecidos e irracionales, la cada día más cercana presencia de Daniel, todo lo que está pasando a mi alrededor en estos momentos, todo se agolpa en mi mente y no sé cómo gestionarlo. Siento que no sé lo que quiero, no entiendo lo que siento, no entiendo lo que pienso, no entiendo absolutamente nada. Necesito un respiro, un atisbo de luz, de comprensión, el saber sobre mi misma, pero necesitarlo no hace que vaya a tenerlo, solo hace que la ansiedad de la situación crezca y mi cuerpo se niegue a actuar con normalidad. Solo puedo resignarme y coexistir con mi propia condescendencia.
-¿Qué te ocurre?- pregunta mi madre desde el otro lado de la cocina.
-Nada, voy a irme en cuanto termine el desayuno- me mira con el ceño fruncido.
-¿Vas a irte otra vez a pasar todo el maldito día metida en un bar?- pregunta incrédula
-Si, quiero ir. Además, solo voy a pasar la mañana, volveré para comer-
-Pero tú no te das cuenta de que no puedes estar metida todo el día en un bar, que te vas y dices que vendrás a comer y luego me llamas diciendo que no vienes. La gente me dice que te pasas días enteros allí, a veces con Luna, pero otras veces tú sola. No entiendo que es lo que haces allí, pero no creo que sea algo que tenga que hacerte estar con dieciséis años metida todos los días, todo el día, en un bar- me dice con tono acusativo.
Perfecto, como si no tuviera ya suficiente con lidiar con todo lo que siento, ahora también tengo que lidiar con mi madre, dios no puedo... y la ansiedad aumenta creándome un estado de estrés y reacciono como no quiero reaccionar. Ira.
-Tú no lo entiendes. Allí estoy a gusto y no vas a prohibirme ir. Si me apetece estar todo el día lo voy a estar, así que deja de tratar de joderme todo- y así termino contestándole de la peor manera a mi pobre madre por culpa de mis problemas internos.
Salgo de mi casa, pero no me dirijo al chiringuito, será la primera mañana que no vaya desde que conocí a Daniel, pero lo último que necesito ahora es la explosión de sensaciones que tengo cada vez que él está cerca. Necesito verdadera calma y eso es algo que solo alguien puede darme, así que voy en camino a encontrarme con ese alguien.
Camino durante un rato bajo el sol de julio. El sudor recorre mi frente, mis gafas de sol me protegen de los fuertes rayos solares, y llego a mi destino, saco las llaves y abro el candado de la gran puerta corredera, entro y ahí está él, mi lugar seguro. Levanta las orejas con emoción y corre hacia mi restregándose en mis piernas, llora de felicidad y yo me agacho para abrazarlo. Él me lame la cara y entonces sin saber por qué, una lágrima sale de mis ojos y cae sobre su hocico, él me mira, sus ojos de comprensión me calman absolutamente todos los signos de ansiedad. Mi perro es todo lo que necesito cuando todo falla, cuando colapso, cuando nada puede hacerme sentir mejor, Max siempre lo hace.
Max es un perro sin raza determinada, lo que aquí llamamos mestizo o mezcla, él es un perro que encontró mi madre cuando era cachorro abandonado en una calle y lo trajo cuando yo tenía cinco años, es decir, llevo con este animal prácticamente toda la vida. Él vive en un terreno a las afueras de la ciudad, que nos pertenece, es un terreno que utilizamos para guardar leña y cuando algunas veces hemos tenido otro tipo de animales. También, hay unas cuadras, que es donde duerme Max, porque hace años tuvimos caballos.
Entretenida con el perro paso gran parte de la mañana, pero mi estado de tranquilidad no tarda en esfumarse cuando mi móvil vibra.

Danielcito<3: Tengo que hablar contigo.

Oh dios mío, Oh dios, Oh diooos... ¿Qué querrá? Parece serio, nunca he visto serio a Daniel, tengo miedo, ¿Se habrá enfadado por no ir esta mañana? Mi corazón se dispara anticipándose a cualquiera que sea la cosa que tiene que decirme, mis manos sudan mientras tecleo mi respuesta.

Yo: ¿Qué ocurre? ¿Todo bien?

Danielcito<3: Sí, prefiero que hablemos en persona. Si puede,s ven sobre la 13:00

Yo: Vale, pero... ¿Es algo malo?

Danielcito<3: Pero cuando te he dicho yo a ti cosas malas, chica guapa

Yo: Nunca... y espero que siga siendo así

Danielcito<3: Que sí, ya verás no te preocupes. Ven cuanto antes, que te echo de menos
Dejo su mensaje sin contestar y me despido de mi perro para pasar por mi casa antes de ir al chiringuito, llevo ropa vieja y no quiero que Daniel me vea así.
Camino calmada hacia el chiringuito, disfrutando del calor pegándose sutilmente en mi piel, pensando en como la conversación con Daniel hizo en mí una montaña rusa de emociones con cuatro mensajes. Al principio reinó la tensión y el miedo, después la calma y la curiosidad, y por último, el nerviosismo que me invade cada vez que me dice alguna cosa linda.
Cuando llego, él está apoyado con sus codos sobre el mostrador. Una camiseta negra holgada viste su cuerpo, su pelo despeinado por el calor y el trabajo, sus ojos aburridos perdidos en el horizonte, y yo embobada observando su perfil, mientras camino hacía él como una polilla a la luz. Cuando me ve, termino de embaucarme cuando su cara se transforma en una de pura felicidad, y el motivo soy yo.
-Ya está aquí la chica más bonita- dice haciendo un gesto característico de su expresión que consiste en fruncir sus labios haciendo destacar el inferior sobre el superior. Es un gesto que me encanta, sobre todo cuando lo sigue una pequeña sonrisa como es la ocasión.
-No podía esperar para ver a mi chico favorito- y no digo nada más real.
Él sale de la barra para abrazarme, y como siempre me dejo ser en sus brazos, y acto seguido mueve una silla de una mesa de al lado haciendo un gesto para que vaya a sentarme. Esto va a ser algo serio, se está tomando muchas molestias, y solo hace que ponerme de los nervios.
-Daniel, o lo sueltas ya o va a darme un infarto- le presiono un poco.
-No te preocupes, es algo que te va a gustar- Y vuelve a irse dentro del mostrador, dejándome con cara de idiota, pero él solo había ido por un par de refrescos.
-Resulta que como ya sabes, Sam se fue-
-Ajam-
-Y yo he tenido que ocupar su turno y además hacer el mío también-
-Si, eso ha sido bueno porque he podido verte más tiempo- le digo sonriéndole
-Pues ahora podríamos pasar todavía más tiempo juntos, porque Jorge me dijo que quería contratar a alguien para ese puesto y yo le hablé de ti. Me emocionó la idea de tenerte por aquí dando vueltas todo el día- dice mientras acaricia el dorso de mi mano.
-Y además pensé que a ti te gustaría, como siempre me cuentas que no quieres depender al cien por cien del dinero de tus padres- añade mientras sonríe como un angelito.
-¿Qué te parece la idea?- Me incita a responder tras mi muda reacción
-Me parece una gran idea-.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now