3. El pintalabios

117 8 0
                                    

Han pasado varios días y en todos ellos he estado viendo a Daniel. Nuestra relación se ha ido estrechando poco a poco con el pasar de los días, pero en este momento no sabría explicar con palabras en qué punto estamos... de amistad, evidentemente. Él es en este momento la persona a la que más cosas le cuento sobre mi, con él siento seguridad y calma.
Daniel es una persona mágica, de las que solo con mirarte, te transforman el día a uno alegre sin remedio. Su vitalidad, su sonrisa, su mirada, no sabía que lo necesitaba hasta que lo conocí. Se ha vuelto en muy poco tiempo alguien importante, muy importante. Nos entendemos tan bien en todo, nos gusta la misma música, compartimos la misma afición a la anatomía y a la fisiología de todo tipo de coches. Los mismos morbos paranormales, el mismo sentido del humor, me siento verdaderamente cómoda y verdaderamente yo cuando estoy con él.
"Por qué cuando un hombre ama a una mujer, lo sabe desde el momento en que la ve, y no importa si algo falla o de la mano de quien vaya, si se ríe o si se calla"
Suena en la radio esa canción de melendi mientras mis manos descansan en el vaso de leche con cacao que me ha preparado Daniel. Se ha convertido en costumbre venir cada mañana al chiringuito a acompañar a Daniel mientras trabaja, ya que el turno de mañanas es el turno que menos concurrido de clientela está, y aquí estoy yo, para que no se aburra mi querido nuevo amigo.
-Esta noche vamos a ir a beber a nuestro barrio, Sam, mis amigos y yo. ¿Te apuntas?- me ofrece Daniel mientras le doy un sorbo a mi bebida. -Vale- digo sonriente. Luna entra por la puerta del chiringuito saludandome con la mano y se sienta a mi lado. Luna es otra de mis amigas, por no decir que es mi mejor amiga. Ella es un poco más alta que yo y su cuerpo se muestra atlético debajo de su top deportivo y sus shorts de chándal. Su pelo castaño rizado cae por sus hombros y su flequillo apenas deja ver sus saltones ojos marrón verdoso. Por lo visto, ella y Daniel ya se conocen de antes, fueron juntos a clase algún año de instituto o algo así. Ambos son mayores que yo, Luna me saca 4 años mientras que Daniel es 5 mayor que yo, pero igual me siento cómoda, ellos hacen que lo esté.
-Este tío es un payaso- me dice Luna enfadada dé repente, no sé de que habla, así que la miro con una ceja enarcada y ella prosigue -El José, Javi, Jorge o como narices se llame el jefe de este sitio- ¿Qué narices me he perdido?, eso me pasa por andar embobada detrás de cada movimiento de Daniel, que no me entero de nada a mi alrededor, eso es lo que él provoca en mi.
-¿Puedes por favor explicarme qué mierda ha pasado?-
-Nada, que ese hombre es un payaso, un payaso simplemente. No me ha hecho nada, solo me parece un payaso-
Bueno, decido dejar el tema, me aproximo a la mejilla de Daniel y le doy un beso de despedida y camino con luna hacia la puerta. Luna y yo somos vecinas así que caminamos siempre juntas a casa. Por el camino le cuento todo lo relacionado a Daniel que ha sucedido estos días y ella se alegra por mi reciente gran amistad. Cuando llego a casa, mi madre está esperándome enfadada. Esta vez no sé por qué, bueno, últimamente discutimos a cada minuto y puede que sea debido al problemilla ese sin importancia de que tengo que repetir curso. Pero no, esta vez no es por eso. Mi madre se llama Ellen, ella es de mi altura, quizá un poco más alta. Su ondulado pelo corto se reparte por su frente y sus ojos marrones brillan con furia hacia mi persona.
-¿¡Te has ido esta mañana sin recoger la habitación Gabriela!?- Me apunta juzgante con su dedo y no dudo ni por un segundo en ir corriendo a recoger, pero no sin antes tener un pequeño arrebato adolescente contra la que creo mi enemiga suprema en el momento en que me reprocha cualquier cosa, en el 90% de las cosas siendo totalmente razonable su regaño, pero ni mi edad, ni mi adolescencia, me van a permitir entenderlo, oh, no, no.
- ¡Ya voy! ¡Y no me grites!- me encierro en mi habitación dando un portazo y al segundo me arrepiento. No pasan apenas unos segundos y la puerta de mi habitación se abre de golpe.
-Gabriela ¿Has dado un portazo?- Dice haciendo un espeluznante énfasis en mi nombre.
-¿Eh? No, no no-
-Quiero la habitación recogida o no sales- Dice finalmente cuando sale de la habitación dejando un ruido sordo de un portazo, ahora dado por ella.
Con mi habitación recogida pasa la tarde, y la hora de mi plan con Daniel se acerca. Mis nervios se vuelven palpables, sin motivo aparente necesito verme perfecta, y eso no hace más que desordenar de nuevo mi habitación con ropa que me pruebo y no veo suficiente. Al final me decido por unos vaqueros ajustados y una camiseta de mi grupo favorito "Queen", siempre me siento segura con mis camisetas del fandom. Entonces pasa, mi móvil suena, mi corazón se desboca y mis manos sudan irremediablemente.
Llamando Danielcito<3
Cojo el teléfono y mi voz tiembla.
-Eh.... Hola.-digo y su dulce voz llega desde el otro lado enviando mis nervios a otra dimensión y creando en mí la sensación de paz que caracteriza nuestra relación.
-Ya estoy en la puerta de tu casa.- Y los nervios vuelven.
-Ya bajo- me río un poco y agarro todas mis cosas rápidamente. Bajo corriendo las escaleras y me encuentro con él. Se ha bajado del coche para abrazarme, y cuando me veo entre sus brazos no hay nada más. La protección que desprende su enorme cuerpo frente al mío, me hace tan pequeña y siento que me puedo dejar llevar, ser vulnerable, no necesito protegerme ni mantenerme a la defensiva y eso me encanta. Me encanta poder dejarme proteger, su olor invade mi nariz, es dulce y atrayente, lo envuelve en un aura de masculinidad que se ve potenciada con su manera tan elegante de vestir. Lleva un polo rojo de manga corta y unos vaqueros cortos. Su pelo está perfectamente peinado en su característico tupé y su cara está como siempre totalmente limpia y suave. Los lunares que recorren sus mejillas, le dan un toque tierno que mezclado con su masculinidad hacen una pareja perfecta. Mi amigo me resulta irremediablemente bello.
Ya en su barrio llegamos a una especie de calle oscura y sola. En el camino hemos cambiado de coche y ahora conduce un amigo suyo al que llaman Mosy, ya que él también se llama Samuel, al igual que Sam. Mosy es bajito y moreno, apenas habla pero parece majo. Sam va adelante con él y Daniel y yo vamos atrás, como siempre, en nuestro propio mundo. Al parar en esa calle sacan las botellas y nos ponemos a beber con música. Daniel me ofrece un baso de algo de color negro y lo mezcla en mis manos con bebida energética, esto es algo que ellos suelen beber siempre.
-A ver si te gusta- dice Daniel mirándome con sus brillantes ojos mientras le doy un sorbo. El amargor del alcohol mezclándose en mi boca con la azucarada bebida energética hacen la mezcla perfecta, está realmente bueno, y al ver mi expresión Daniel sonríe. La música me invade y mi cuerpo fluye caliente por el paso del alcohol por mis venas, todo mi cuerpo disfruta de la situación, de las bromas de los chicos entre ellos, de los fortuitos roces de mi piel con la de Daniel, que enviaban corrientes cálidas por mi cuello, de lo bien que me caían todos, de como hicimos una especie de pelea entre Sam y yo y este acabó en el suelo conmigo encima como vencedora, de cómo las horas volaban con ellos, de lo viva que me estaba sintiendo.
Pero no hay bueno sin malo y esta noche no iba a ser la excepción. No sé de qué manera comenzó, pero progresivamente las voces de Daniel y Sam se iban superponiendo la una sobre la otra en un comienzo de discusión sobre el trabajo.
-PERO TÚ NO TE DAS CUENTA DE QUE SOLO ME PERJUDICAS CON ESO- Espetaba Daniel acercándose a la cara de Sam mientras este ni titubeaba.
-ME IMPORTA UNA MIERDA- Respondía Sam tentando la paciencia de Daniel. Su expresión estaba diferente, sus ojos desprendían rabia, su ceño fruncido destacaba en su cara, sus mejillas rojas de enfado, toda su altura imponente ante Sam, y si yo pensaba que Daniel era intimidante cuando lo conocí, me quedé muy corta, en este momento no sabría describir lo que su persona expresaba. Solo sé que jamás querría estar en el lugar de Sam.
-A TI TODO TE IMPORTA UNA MIERDA POR QUE ERES UN PUTO EGOÍSTA- Las palabras salieron de su boca con una frialdad espeluznante y ahí me di cuenta, no entendía muy bien como, pero Sam lo había hecho realmente enfadar.
Después de más gritos Sam se fue dejándonos a todos en silencio y a un Daniel cabreado metido en el coche. Entro en el coche con él y su cara se relaja cuando me ve. Tomo su mano y sus ojos se encuentran con los míos, no sé qué decir, pero quiero calmarlo. Estamos cerca y mi corazón late tan fuerte que temo que pueda oírlo. Por fin me decido, tomo su cara con mis manos y él recuesta su mejilla en una de ellas, lo miro a los ojos y me acerco despacio.
-Todo va a estar bien, no le des demasiada importancia- y después de dedicarle mi más sincero intento de calmarlo acorto toda distancia entre nosotros y lo abrazo, él me corresponde enterrando su cara en mi cuello, y siento su respiración tan cerca que mi piel se eriza, pero no todo lo bueno dura una eternidad, más bien lo que caracteriza estos momentos para que sean tan especiales es que son efímeros. Él se separa y dice que va a hacer pis en el descampado que hay al lado de la calle, yo me bajo del coche para unirme al resto, cuando desde la luz se aproxima a nosotros un coche blanco que se para a nuestra altura. De el se baja una delgada chica de pelo negro, nos saluda por educación y se dirige directamente hacia Daniel que esta caminando hacia nosotros. Sus ojos se abren como platos al verla y mi mente confundida se nubla de rabia, no sé quién es, pero la quiero lejos. Cuando ella llega a él, lo abraza efusivamente y deja un pegajoso beso rojo en su mejilla. Allí me encuentro expectante a esto, sin saber gestionar la explosión de celos y rabia que invadía mi cuerpo, así que decido encerrarme en el coche, y conforme ella llegó se fue. La puerta del coche se abre y Daniel se sienta a mi lado con la cara completamente seria, no esperaba esa expresión después de que esa chica lo abrazase así, pero bueno, eso solo hace que añadirle peso a mi confusión. Entonces lo veo, una marca del pintalabios de ella en la mejilla de Daniel, mi cuerpo de repente pesa más de lo debido, no puedo controlarme, lucho con la sequedad de mi garganta y la pesadez de mi pecho.
-Para completar mi noche, solo me faltaba que apareciese ella aquí- sus palabras salen de su boca con un inesperado tono, la rabia.
Y mi cuerpo ya es incontrolable, agarro su cara con mis manos y con mi dedo limpio la marca de pintalabios de su cara mientras lo miro directamente a los ojos. Mi boca se abre y me arrepiento casi al instante de lo que voy a decir.
-Olvídalo todo, estoy aquí, pero... ¿Quién es ella?- Él indisimulable desdén haciéndose notar en mi pregunta.
-Esther-.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora