6. El deseo

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-¿Estás lista?- Me pregunta Jorge después de explicarme todo lo que tenía que saber.
-Sí, todo entendido y todo listo- le doy una gran sonrisa y él me la corresponde.
-Bueno, pues ahora vas a quedarte sola. Dani vendrá en un par de horas y cerrareis juntos para que te enseñe lo que hay que hacer- y con eso se va.
El tiempo que ha pasado desde que conocí a Jorge ha hecho que me lleve bastante bien con él. Es un señor agradable y simpático, es de estas personas que tienen una mentalidad juvenil y un buen sentido del humor y la verdad, es una persona que me agrada. Aunque a Luna no tanto.
La tarde transcurre tranquila, tan solo gente sorprendida por verme trabajar allí, un calor abrasador, la visita de las chicas de mi barrio, la música de la radio, sonando sobre todo canciones de Melendi. Daniel había manifestado en varias ocasiones que le encantaba Melendi, sus letras y su voz, dice que se sentía identificado con algunas canciones y que se las sabía de memoria.
Pensar en cuánto conozco a Daniel en apenas 10 días desde que nos vimos por primera vez, es bastante impresionante. La confianza que nos aborda y el sentimiento de aprecio mutuo que tenemos, es simplemente mágico. Es una persona que no lleva mucho tiempo en mi vida, pero no quiero que salga de ella nunca.
Y así, pensando en él me pilla cuando llega, y como de costumbre me abraza alejándome de cualquier realidad existente, de cualquier tipo de pensamiento racional. Como siempre, me sume en su mundo, me absorbe completamente y joder, me dejaría absorber así, toda la vida.
-¿Cómo le va a la mujer de mis sueños en su primer día?- Me susurra en el oído, y el aliento de sus labios chocando contra mi mejilla, y la calidez de sus palabras hace que mi corazón se vuelva torpe.
-Todo iba bien hasta que has venido- le digo y él hace un puchero.
-Ahora va genial- termino la frase y le doy un beso en la mejilla, y de repente una reacción que no había visto todavía en él, ¿se ha ruborizado?.
Transcurre el día, y el buen rollo que hay detrás de esta barra es palpable. Cerveza tras cerveza, refresco tras refresco, sonrisa tras sonrisa, llega la noche y la soledad nos abraza en aquel local.
-Pues ahora, tenemos que rellenar esas neveras y contar el dinero de la caja, barrer y fregar y habremos terminado- dice mientras acaricia mi pelo.
-Si quieres yo lleno las neveras, tu contabilizas, yo friego y tú barres- su mirada se vuelve tierna y las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba levemente. No entiendo su reacción, pero después asiente y los dos volvemos al trabajo.
Estoy en el almacén buscando la caja de refrescos que me falta por meter en la nevera, mis brazos están cansados de levantar cajas, pero también saben que es la última.
1, 2, 3, 4,… y de repente pierdo la cuenta de las botellas que he introducido por lo que acaba de pasar.
Mi cuerpo encorvado para meter las bebidas en la nevera del estrecho pasillo, Daniel teniendo que cruzar, Daniel cruza. El cuerpo entero de Daniel en todo su esplendor se roza contra mi espalda y no sé lo que siento, pero no quiero dejar de sentirlo. Unos microimpulsos eléctricos recorren toda mi piel ansiosa de más tacto, mis mejillas se calientan y mi mente se nubla, pero todo vuelve a la normalidad al cabo de unos segundos, cuando por algún extraño motivo, he metido la cabeza en la nevera.
Cuando termino, él ya lleva medio local barrido y me dispongo a ayudarlo aunque hubiésemos acordado que yo fregaría. Todo iba bien, la intención de ponernos a barrer estaba, pero nos pudo la idea de ponernos a bailar con una canción de Mago de oz que sonaba en los altavoces y entonces, cuando la distancia se disolvió, cuando su cuerpo entero se pegó al mío, cuando sus manos se clavaron en mi cintura mientras cantaba en mi oído a todo pulmón, cuando nuestras risas se hicieron una me di cuenta, no sabía exactamente qué era lo que sentía, pero lo que sí sabía era que sentía muchas cosas, y eso me hizo recordar las palabras de Luna.
"Solo hacéis más que crear tensión sexual"
Pienso en cuanto lo negué, en cuántas veces le dije que no a Luna e incluso a mí misma, de cómo mi cabeza no quería entender que este chico me atraía sexualmente de una manera bárbara y desmedida, y de cómo con un solo movimiento me hizo entender de todo lo que había estado dudando. Pero todavía hay algo en lo que se equivocan, a mi no me gusta Daniel, lo nuestro es algo puramente físico, puro deseo.
Volviendo a lo que estaba sucediendo. Daniel agarra mi pelo en un puño, aparta mi cara de él y me mira a los ojos. Su mirada es intensa, feroz e intimidante, sus ojos brillan en la oscuridad de la noche, mi respiración pesa y me siento tan viva que duele.
-Eres preciosa- y vuelve a acortar nuestra distancia fundiendo nuestros cuerpos en un abrazo lleno de necesidad, tratando de disminuir todavía más la distancia ya inexistente. Pero como ya he dicho en otras ocasiones, la magia que hace a estos momentos especiales es que son efímeros.
Cuando hemos terminado de barrer y fregar nos sentamos a cenar en una de las mesas, en silencio, solo con la música de fondo, y ahí encontré el silencio más cómodo de mi vida.
Varios días después...
El trabajo ha ido bien estos días, me he acostumbrado a esto, y con los compañeros me lo paso genial, sobre todo ya sabemos con quién. Ya hablé antes de que me había dado cuenta por fin de lo que realmente sentía hacia Daniel, pues creo que el hecho de comprenderlo solo aumentó esa tensión de la que hablábamos. De repente, se notaba cada contacto entre nosotros, cada centímetro tanto de lejanía como de cercanía, cada palabra se llevaba al extremo, cada abrazo se alargaba más de lo normal, su calor se anhelaba cada día un poquito más.
-Pero bueno, Paulo Londra a mi me parece que tiene un rollazo alucinante- dice Daniel y yo vuelvo mentalmente a nuestra conversación, estábamos hablando de nuestros gustos musicales mientras terminábamos de llenar las neveras.
-Sí, pero yo siempre seré fiel a Freddy Mercury y a su I want to break free- digo sonriendo. Él me mira desde el otro lado del pasillo cruzado de brazos, con una mirada de superioridad grabada en el rostro y no sé por qué lo veo como una tentativa. Mis piernas responden de inmediato a mi ocurrencia, corro hacía él y me abalanzo con los brazos abiertos. ¿Qué mejor que un abrazo volador totalmente desprevenido? Su mirada de sorpresa y de recibimiento acompañan nuestro demasiado intenso abrazo, con demasiado intenso me refiero a que por lo inesperado de mi abatimiento, Daniel y yo caemos al suelo en una especie de enredadera de brazos y piernas. Él me mira por un segundo, nuestros ojos hacen contacto y estalla una carcajada conjunta que llena absolutamente el lugar, pero la felicidad e inocencia se esfuman en el momento en el que somos conscientes de la cercanía. Mi cuerpo está sobre el suyo, nuestras caras a escasos centímetros, nuestro contacto visual establecido inquebrantable y el calor aumentando por segundos. Sus labios húmedos se despegan y mis ojos bajan hacia ellos imitando su gesto irremediablemente. Mi corazón late con fuerza y sé que el suyo está igual porque puedo notar sus latidos contra mi pecho. Mi respiración se vuelve irregular y la necesidad de acortar toda distancia entre nosotros y probar el sabor de sus labios se vuelve ansia viva, y entonces, justo cuando tomamos la decisión que cambiará toda nuestra relación, tres terribles golpes a la puerta trasera hacen eco en nuestros oídos separándonos como si diéramos calambre justo antes de nuestro ansiado beso.
-¿Nos vamos ya o que?- La voz de Mosy se oye desde el otro lado.

ROTA (cuando el alma pide auxilio)Where stories live. Discover now