El poder de la sangre

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Los rayos de sol se filtraban a través de las ramas de los árboles que habían perdido las hojas

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Los rayos de sol se filtraban a través de las ramas de los árboles que habían perdido las hojas. El mando ocre y durazno hacían contraste con los troncos oscuros y apagados. Melione no podía dejar de observar aquel paraje natural que cambiaba al ritmo del sol, la lluvia y las estrellas.

Antheia iba delante con una canastilla en sus brazos, su capa de color azul cielo destacaba entre todos aquellos colores tierras y naranjas. Llevaba el pelo recogido en una trenza que danzaba contra su espalda con cada paso que daba.

Notaba el pelo de la bolsa de tela que llevaba sobre el hombro derecho y como la caja de madera donde llevaba la comida golpeaba levemente su costado cada vez que se movía. Pasó por encima de un tronco seco, caminando con un pie delante del otro para no caerse y su capa marrón hacía saltar las astillas de la magullada madera.

Se sentía libre al estar rodeada de la naturaleza y por una vez podía relajarse sintiéndose ella misma. Cuando estaba con Cian siempre se acordaba de que era la reina, pero en medio del bosque con Antheia se sentía solo una habitante más de Emyerald.

Su amigo le había hecho todo un interrogatorio cuando había llegado tarde para cenar. Y no era porque estuviera preocupado por ella, sino porque era aún más chismoso que ella y quería saber todo lo que había hecho. Cian había sonreído cuando le había relatado que había conocido a una florista y que quedaría con ella para ir al bosque. No le había contado de lo que habían hablado, ese recuerdo se quedaría entre Antheia y ella.

Se había llevado una sorpresa al ver la aceptación de Cian, no es que tuviera que justificarse ante nadie, ella podía salir con quien le diera la gana y entablar una amistad con quien quisiera. Pero pensaba que debía a su corta edad y que le gustaba al joven se enfadaría y se pondría celoso. Una vez más él había demostrado ser más maduro de lo que aparentaba y ser el ser más dulce que ella había conocido.

Melione a cambio le había dado permiso para que visitara a su madre todas las veces que quisiera, dado que había decidido que iban a pasar lo que quedaba de otoño y todo el invierno en la ciudad costera. Quería disfrutar del mar, del bosque, de las gentes que vivían en aquella ciudad, de cualquier cosa que pudiera ofrecerle aquel lugar. Y no podía perder la oportunidad de encontrarse a sí misma.

Sabía que Sliab había metido a una espía dentro del castillo de Ioin y que le llegaría información en pocos días sobre cómo se encontraba Nathair, pero hasta que la rescatara quería poder saborear la libertad de sus elecciones y de su propio destino. Ya habría tiempo para la confrontación, los acuerdos y la guerra, pero ahora le tocaba disfrutar de la tranquilidad y la felicidad que le transmitían los rayos de sol.

―Estás muy callada ¿ocurre algo?―preguntó Antheia que estaba de cuclillas delante de un arbusto.

―Estaba pensando.

Melione se acercó y se puso a su altura. Observó las pecas oscuras que brillaban sobre su nariz y mejillas y como sus ojos eran del color de la hierba bañada por el rocío. No pudo evitar sonreír.

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Where stories live. Discover now