La furia de la niña

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Nathair tenía las manos fuera de las sábanas, su piel se calentó con los rayos de sol que salían de las ventanas

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Nathair tenía las manos fuera de las sábanas, su piel se calentó con los rayos de sol que salían de las ventanas. Se movió hacía un lado y sintió algo a su lado. La cabeza le daba vueltas, un dolor punzante le atravesaba la sien. Activó su poder para que le curara el dolor y la sensación mareante que la envolvía. Abrió los ojos despacio, intentando que la luz no le vislumbrara en exceso. Sus ojos se adaptaron y observó unos mechones de cabello negro que bañaban como las olas la almohada de su lado.

Gritó con fuerza.

Brielle a su lado se despertó, se incorporó en la cama y Nathair volvió a gritar y la empujó con fuerza. La hembra aturdida cayó de la cama debido a la fuerza del empuje, ella observó trozos de su piel blanca mientras caía enredada entre las sábanas.

―¿Pero qué cojones?―dijo Brielle desde el suelo.

Notaba la boca pastosa mientras miraba a Brielle con los ojos entornados. El recuerdo de la otra noche vino en fragmentos a su memoria. Los labios de ella contra los suyos, sus manos sobre su cadera y la sensación de su lengua sobre su piel. Cogió las sábanas con fuerza y se cubrió el cuerpo.

―¡Fuera de mi cama!―espetó señalando la puerta.

― Estás en mi habitación―dijo Brielle levantándose del suelo.

Estaba desnuda, su cabello oscuro caía sobre sus hombros y tapaba su pequeño busto, aunque la piel de su vientre y la de sus piernas brillaba gracias a la luz del sol. Parecía una deidad salida del cielo mientras sus ojos la escrutaban con tristeza.

―¿Te arrepientes de lo de ayer, verdad?―dijo con la voz tomada.

Nathair no dijo nada, salió del lecho y fue directa hacía su vestido que estaba tirado en el suelo. Se lo puso con prisa mientras evitaba mirar a Brielle.

―Nathair... Di algo, por favor.

Pero las palabras no salían de su garganta mientras se cubría y se dirigía a la puerta. No miró a la hembra mientras salía de su habitación, como un amante furtivo al anochecer. Sin hacer ruido y sin pedir perdón.

El sonido de la puerta contra su espalda fue lo único que la acompañó mientras recorría el pasillo con la cabeza dándole vueltas y los recuerdos de la noche aflorando en su memoria.

Las risas compartidas, los besos robados, la sensación del poder de Brielle rozar el suyo y como se mezclaban en un torbellino de deseos y de sentimientos prohibidos.

Llegó hasta su habitación, tiró del pomo con fuerza y la puerta dio un bandazo. La cerró con su magia y se desplomó contra el colchón. Sus uñas arañaron las sábanas y las rasgaron mientras su furia, su miedo y su vulnerabilidad crecían y golpeaban su pecho con fuerza.

Había estado tan dolida aquel día debido a la traición de Melione. Saber que estaba con otra hembra y que la había olvidado tan pronto le había dolido. Había tenido su amor como un premio, como algo que la ensalzaba y la veneraba y lo había perdido. Ella no se había enamorado de ella, pero su compañía y su amor le había hecho sentirse bien, sentirse amada y ser capaz de amar algún día a alguien y que su alma al final no estaba condenada al olvido como ella siempre había pensado, que había algo de esperanza para ella.

Pero en ese momento las palabras de Saoire habían rebotado contra su cabeza y la sensación de que no se merecía amor la había desbordado. Y había pensado que era hasta posible, que no se merecía el amor de nadie.

Y entonces había llegado Brielle aquella noche con un regalo para ella, una ofrenda de paz. Sus ojos habían sido sinceros y su sonrisa la había cautivado. No podía negar que era tan hermosa como una diosa, que era poderosa y que era capaz de despertar en ella sentimientos dormidos.

Las lágrimas mojaban su cama mientras todos esos sentimientos llegaban hasta ella, y como su corazón se rompía en mil pedazos al comprender que jamás podría salir del castillo y que nadie vendría a por ella. Su reino estaba perdido, todo lo que había creado se tornaba cenizas en sus manos.

La imagen de Brielle le acunó mientras repasaba lo que había pasado por la noche. Las miradas de la reina hacía ella, como el sol de verano que calentaba el paso de la fría primavera. Se ahogó en la sensación de su mano contra la suya, de su brazo rodeando el suyo y en la calidez de sus labios contra los suyos.

No entendía como podía sentir eso por su mortal enemiga, como había permitido el toque de su piel contra la suya. Era la reina de los cocodrilos y ella la de las serpientes, dos clanes enfrentados a lo largo de la historia. Y aun así había caído en sus redes como una ilusa.

Y aun no podía evitar pensar en la mirada de tristeza de Brielle al marcharse, al ver su vergüenza y su rabia por lo que había hecho con ella, por muy glorioso que se hubiera sentido.

Por todos los besos robados entre ellas llevado por el alcohol y la sensación del fuego. Por las caricias que habían compartido, por los deseos que habían salido de sus bocas como un rezo. Y aun así intentaba sentirse mal por lo que había hecho, pero su magia tiraba de ella y le decía que no estaba mal, que era poderosa, que con Brielle sería imparable. Dos amantes unidas por el poder y el deseo y la fuerza de dos coronas, que serían capaces de dominar el mundo.

Y aun así su viejo ser, esa niña llena de furia y odio también estaba en su interior. La que se negaba a entender y repudiaba todo lo que había hecho. Esa pequeña niña que la dominaba en todos los momentos de su vida, todos sus ataques de furia y todas las veces que había arrebatado una vida. Esa niña intentaba salir de la jaula donde la había metido esos días, con la ayuda de la mirada de Brielle sobre su corazón.

Su llanto aumentó de intensidad mientras la armadura sobre su corazón se resquebrajaba. Cuando la niña salió de la jaula y atravesó su corazón con su odio y su dolor. Le tenía demasiado miedo para poder detenerla y el recuerdo de sus padres muertos contra sus manos la sacudió por completo. Ella era una asesina, el terror de su pueblo, el azote de sus pesadillas y eso era lo que sería para siempre.

Odiaba a Brielle por haberla hecho vulnerable, por haber permitido que creyera que estarían juntas en algún momento de sus vidas. Por permitir crear esa mentira sobre ella, como si fueran iguales, como si cariño fuera suficiente para apagar su odio y evitar que le atravesara el corazón para que este dejara de latir.

Se arrepentía de lo que había hecho, de haberse acostado con ella y haber permitido que la engañara con sus palabras y sus gestos. No podía permitir que eso volviera a pasar. Ella solo estaba retenida ahí para conseguir información vital para su reino, y cuando la obtuviera saldría de ahí, con Melione o sin ella. Era capaz de volver a su reino y recuperar todo lo que era suyo.

La niña de su interior se extendió por todo su ser, atrapó su corazón y lo volvió de piedra. Volviendo a la forma en la que siempre había estado.

Sus ojos verdes dejaron de llorar, se quitó las lágrimas de las mejillas con fuerza y se desvistió, dispuesta a darse un baño para quitarse el aroma de Brielle sobre su piel. Algo que jamás tendría que haber pasado y algo que no volvería a pasar.

Su niña interior sonrió con fuerza satisfecha.

Su niña interior sonrió con fuerza satisfecha

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Holita:

Una de las pocas veces donde Nathair se muestra vulnerable.

¿Qué pensáis sobre lo que ha pasado?

Besitos,

Ginny <3

Corona de venganza y magia ancestral [Legado Inmortal 2]Where stories live. Discover now