#16 Ya son milagros, rompiendo crisálidas

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El silencio se amoldo sin dificultades cuando Casita termino solo en escombros: (t/n) estuvo estática cual estatua. Alarmada ante Mirabel. Pobre niña. No sabía exactamente como reaccionar. Quieta. Con Bruno abrazándola mientras apoyaba su cabeza contra su espalda, tenía razón, si hubiera permitido que (t/n) corriese hacia Casita ella no se hubiera conseguido salvar. 

Hubiera... muerto en el intento. Y la sola idea de perderla eternamente dolería siempre. Solo estuvo ahí sosteniéndola. Todo esto fue un desastre. Parecía que sus vidas se entrelazaban a los desastres. Siempre rodeados de problemas. Pero cuando temía que (t/n) lo odiase por negarse a dejarla ir con Mirabel fueron capaces de oír a Julieta hablándole a la chica que estaba sana y salva sin rasguños. 

Solo con eso (t/n) se calmo. 

—Está a salvo... Mirabel está a salvo — su corazón se sintio aliviado de al menos tener esa verdad antes de moverse del sitio con Bruno sosteniendo sus manos. Ocultándose aún del resto, aunque continuaba sintiéndose triste al saber que todos los intentos de Mirabel no fueron exitosos.  

Que la adolescente se escabullo de todos al final entre la colina dividida en dos. Se marcho, ocultándose de todos. Sintiéndose una vez más culpable de arruinarlo todo, no tuvo más opciones que huir, ocultándose para derramar sus lágrimas en silencio, hasta el nuevo amanecer, con los escombros rodeando al resto de los Madrigal.

Quienes en realidad continuaron buscando a Mirabel continuamente sin descansos. 

—Mirabel... 

Su abuela llamo cuando ella encontró su escondite antes que el resto de la familia. Ya sin mal humor. Sino... que debía de solucionar esto. Un perdón. Una conversación, que era lo que más les faltaba a todos ellos, conversar de forma tranquila. 

Incluso si estar en ese río le causaba dolor ante las memorias de su amor perdido.

—Perdóname... no quería hacer más daño — Mirabel dijo entre unos sollozos que intentaba mantener controlados —. Solo quería ser... una persona que no puedo ser... 

Silenciosa Alma tomo asiento al lado de su nieta que continuaba llorando sin decir nada más. Quién intento de todo con tal de salvarlos. El resultado de fallar era una amarga agonía instalándose en lo profundo de su corazón, porque... fallo, no pudo hacer algo por lo cual tanto lucho.

—Jamás había sido capaz de volver aquí... este río, aquí es donde... recibimos el milagro.

—¿Dónde él abuelo Pedro...? 

—Creí que tendríamos una vida diferente... creí que yo podría ser una mujer diferente. 

¿Por qué un siete de diciembre era en particular tan especial ante el mirar de Abuela Alma? Porque su vida se entrelazo eternamente a la de Pedro. E intento años más tarde unir a dos almas en un futuro más cálido, una vida diferente como siempre deseo, nunca ocurrió, en ninguno de los dos casos. 

De un modo u otro el siete de diciembre intento recrear una historia de amor. Deseaba darle a Bruno una vida feliz al lado de una mujer que pudiese amarlo plenamente. Y ahí es cuando noto a (t/n), una familia de esfuerzo, amables, aunque demasiado nerviosa, era perfecta, era la mujer ideal para su hijo. 

Solo quería que Bruno tuviera a una persona de buen corazón. 

La vida en muchos aspectos era despiadada: Solo acaban de tener a sus tres hijos cuando la guerrilla inicio. Cuando tuvieron que verse forzados a huir abandonando todas sus pertenencias, su hogar. Todo, y no importo cuanto corrieran, ellos consiguieron alcanzarlos, Pedro beso las cabezas de sus hijos una última vez antes de besar los labios de Alma como su adiós definitivo. 

Dos Oruguitas {Bruno Madrigal & Lectora} Encanto - FinalizadaWhere stories live. Discover now