Capitulo20: "¿que haran, que?

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La llamada entre Erick y yo termino unos minutos después, quedamos de vernos en un café cerca de la biblioteca en la que trabajo A las 9:30 después de terminar mi horario de trabajo, nunca había ido a ese lugar pero supongo que ha de ser agradable.

Camine a el comedor y Mirta ya me había servido mi plato de sopa de verduras.

— Mirta... – La llame, ella era una mujer que ha vivido muchos años aquí y tal vez sepa algo que yo no se.

— ¿En que puedo ayudarla? – se acercó a mi.

— ¿Puedes acompañarme a comer?, Es que detesto comer sola.– ella por un momento me miro extraña pero después asintió, nunca me había gustado comer sola siempre comía con mi madre o con mis abuelos, cuando comía sola sentía tristeza o algo parecido.

— Claro señorita.– le sonreí.

— ¡Gracias! – tome la cuchara y comencé a tomar pequeñas cantidades de sopa.— Sabes, a veces pienso que esta casa me da miedo.– Mirta sonrió.— Es muy tetrica, yo solía vivir en un pequeño  departamento, vivir aquí es algo muy nuevo para mi.– comí lo que había puesto en la cuchara, sabía demasiada rica la sopa.

— Ya vera que con el tiempo se acostumbra, la casa es demasía vieja lo sé, pero eso es lo que la hace interesante.– dijo y la observé.

— ¿Cuanto tiempo llevas trabajando para mis abuelos? – pregunté acomodando me en mi asiento.

— Desde que tengo memoria, yo ví a su padre y a los hermanos crecer, Alejandro y Sergio.–agache la mirada y de nuevo agarre la cuchara con sopa.—Eran tiempos difíciles, tanto para la familia como el pueblo.

— ¿Por que para el pueblo? – pregunté curiosa.

— La gente de aquí es muy extraña, en esos tiempos estaban asesinando mujeres.– yo abrí los ojos a más no poder.

— ¿Que? ¡Pero eso es horrible, una aberración! – me miro.

— Lo sé...

— Pero... ¿por que lo hacían?

— Porque creían que eran seguidoras del diablo.–levante una ceja. — Todos creemos que el diablo tiene cuernos, cola y que es horrible.– asentí.— Él es todo lo contrario, y es nada más y nada menos que Christopher Vélez .– volví a abrir los ojos a más no poder.

— Sabes su nombre... – susurré y baje la mirada a el plato de sopa.

— ¿Por que no saberlo? – frunció el ceño.— Es el dueño de todo este pueblo.

— No entiendo.– dije.— Christopher el...– no podía pronunciar su nombre.— No lo creo, él no puede ser.

— ¿Como está segura señorita? – me miro.— ¡No lo conoce! – dijo con desprecio.— Él es un ser demasiado malo, le hace daño a todos y en cualquier momento puede regresar. Escuché cuando hace poco le contó a sus abuelos que un chico la había asustado.– me acuerdo perfectamente, ese día Mirta había roto las tasas de té.— Por suerte no fue él, ahorita no estuviera viviendo para contarlo.

No me ha hecho absolutamente nada malo, tampoco a causado algo fuera de lo normal en el pueblo más que incendio la granja del padre de Andrea, es todo hasta llegó a pensar que las personas exagerando tanto con Christopher.

— Mirta... Él ya a regresado.– abrió los ojos.— Y no ha hecho nada fuera de lo normal, mucho menos me ha intentado hacer daño, por lo que me lo he encontrado varias veces por el pueblo y me ha hablado.

— ¿Sabes que te harían los habitantes si se enteran de lo que has estado haciendo? – negué con la cabeza.

— Te quemarían viva.– trague saliva y la mire aterrada.

— ¿Que harán, que?

— Lo que escucho señorita.

No es que estuviera defendiendo a Christopher pero se me hacía mucha exageración lo que decían que él era el diablo, no ah hecho nada malo, no a quitado vidas bueno a Erick casi se la quita pero no lo hizo, de igual forma a mi pudo haberme quitado la vida la primera vez, pero tampoco lo hizo.

— Puedo confiar en que no diré nada de lo que me ha dicho señorita Basteri, aún que si es algo grabé procure que nadie se entere si no quiere tener problemas. A usted y a su familia le debo respeto por lo tanto tenga en cuenta que de mi no saldrá ninguna palabra de la que me dijo.

El hambre que tenía se había ido, ahora sentía un nudo de tensión en mi estómago.

[...]

Las calles empedradas y humedas hacían que de vez en cuando resbale, ya tenía que comprarme nuevos zapatos.

Para llegar a el lugar en donde habíamos quedado de vernos Erick y yo estaba siguiendo algunas calles para poder llegar, ya llevaba cinco minutos de retraso espero que Erick no piense que soy una irresponsable inpuntial.

El gorro de lana que llevaba se estaba bajando un poco que ya casi lo llevaba por los ojos y mejor decidí quitarmelo y acomodar mi cabello hacia atrás.

Fue cuando por fin pude encontrar el dichoso lugar donde habíamos quedado Erick y yo había una ventana que se podía observar bien el lugar y se veía tranquilo.

Decidí entrar parecía una madriguera, había poca luz, las mesas eran pequeñas y de madera y unos sillones, la poca luz que había eran algunas velas lo cual me hizo recordar la época medieval, en el fondo había una persona tocando un piano y por la melodía que tocaba supuse que no le tenía miedo a Christopher, era la misma melodía que había escuchado de la presentación de la leyenda en el teatro, solo que está era más lenta. La gente se me quedó viendo al entrar viendo como observaba todo y que me había quedado parada como tonta.

Agache un poco la cabeza y me propuse buscar al ojiverde lo cual iba a ser algo difícil encontrarlo con poca luz.

Mientras caminaba un poco por el lugar alguien tomo mi mano delicadamente, baje la mirada y me encontré con Erick que ya se encontraba sentado... Esperándome.

— ¡Que bueno que llegaste!, Comenzaba a sentirme incómodo.– dijo y le sonreí.— Siéntate.– tome el lugar que se encontraba enfrente de él, debo decir que era cómodo el lugar las velas daban poca luz a lo cual lo podía observar bien, creo que depende de la altura de las personas o ya sea que ya estaba acostumbrada a la obscuridad.

— Disculpa mi pequeña tardanza, esto de ser nueva en este lugar me confunde demasiado las calles aparte de que son muy parecidas.– le sonreí como niña pequeña.

— No hay problema, lo importante es que ya estas aquí.– me sonrió.

Una mesera se acercó y nos dejó unas cartas con letra neón lo que hacía que su lectura sea más fácil en la obscuridad.

— ¡Increíble! – dije.

— ¿Te gusta? – pregunto Erick.

— ¡Si, demasiado! Nunca había visto un lugar algo parecido.

— Es un lugar algo peculiar ¿que te gustaría ordenar?

— Ammm.– eche un vistazo a la carta y a sus coloridas letras. — Creo que vendría bien un café moka.– cerré la carta.

— Pediré otro.– dijo Erick haciendo lo mismo que yo.

La mesera llegó.

— ¿Puedo tomar su orden?

— Claro, dos cafés moka grandes, por favor.– dijo Erick y le entrego las cartas.

— Enseguida.– la mesera se retiró.

— ¿Y bien? ¿Para que querías verme? – puso sus manos sobre la mesa y pude notar que tenía algunos raspones en los nudillos y algunos moretones en los dedos.

Solté un suspiro para quitar un poco de estés que sentía, bien aquí viene la parte difícil.














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¿Ustedes creen que Erick dejará a Chris ocupar su cuerpo?

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A...

Hijo de la luna [Christopher Vélez y tu] Where stories live. Discover now