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Salimos de Hot y el aire fresco me envolvió
haciéndome estremecer. Cheryl lo notó y me
abrazó por la espalda. Me dio un corto beso
en mi hombro y sonreí.

Caminamos abrazadas hasta llegar a su auto.
Me abrió la puerta del copiloto y después
rodeó el auto para entrar.

— ¿Calefacción? –Preguntó y asentí. Lancé
un suspiro al sentirla y Cheryl puso en
marcha el auto.

— ¿A dónde vamos?

— A mi casa.

— ¿Tu casa? –Pregunté confundida.

— Sí, ¿Creerías que haríamos algo en esa
discoteca? –Preguntó sarcástica. –No quiero
que después esto se haga un chisme. Y más si
las porristas están ahí. –Reí.

— No quiero que digas nada sobre esto. –La
miré y ella rió.

— No te preocupes, gatita no diré nada. –Sonrió. –Con una condición.

— Lo sabía. –bufé–. ¿Cuál?

— Te lo diré después de esta noche. –Me
estremecí.

¡Nos acostaríamos! Y eso era sorprendente.
Porque en dos años, no me vi en el auto de mi
peor enemiga. O en la discoteca bailando con
ella o yendo a su casa.

Giró en una calle y los estruendosos truenos
se escucharon. Unos segundos después, la
lluvia comenzó a caer.

¡Perfecto!

— Sabes. –Me miró–. Me dio calor–. Dije y
una esquina de sus labios se levantó.

— Puedes quitarte la ropa, si quieres.

— No, gracias. –Sonreí sarcástica. –Prefiero
hacerlo, cuando tú también lo estés. –De
acuerdo, eso creí haberlo dicho en voz baja,
pero al parecer me equivoqué. Ella sonrió con
picardía.

Después de algunos minutos entramos a una
gran mansión. Era muy hermosa, incluso con
la lluvia. Cheryl se estacionó frente a una
fuente de agua y después bajó corriendo, me
abrió la puerta, como buena anfitriona y se
quitó su chaqueta para ponerla sobre mis
hombros. Después me abrazó y entramos a la
casa.

Era muy hermosa por dentro y además se
veía muy acogedora. Cheryl encendió las
luces, pero obligué a que las apagara.

— ¿Qué pasa?

— Me gusta la oscuridad. –Dije encogiéndome de brazos. –Y por alguna extraña razón, –Me acerqué a ella quitándome su chaqueta. –Me siento segura a tu lado. –No mentía en realidad, decía la verdad. La besé y la chaqueta cayó. Me robó el aliento y ella gruñó.

— Mejor subamos. –Sonreí. Me tomó de la
mano y comenzamos a subir las escaleras.
Esperó a que quedara frente a ella y sus
manos tomaron mi cintura.

Me dirigí hasta una puerta donde reímos al
chocar. –Tú dijiste que no querías luz.

— Estoy consciente de ello. –Volví a reír.
Abrimos la puerta y ahora si encendió la luz.
Era su recamara.

Era grande y acogedora. Las paredes blancas
y el techo pintado en un color azul marino.
Pude notar que le gustaba la música. Tenía
una guitarra, un piano y varias cosas más,
que no pude distinguir. Habían libros
apilados a un lado de una MacBook y
diversos dibujos tirados por toda la
habitación. Cerca de la ventana había un
caballete con un lienzo, pero eso no era lo que
me llamaba la atención. Era la pintura que
había sobre la tela. Era como si la pintura
color sangre y negro hayan sido tiradas con
cierto odio sobre la tela.

Sexo Secreto (ᴄʜᴏɴɪ ɢ!ᴘ) |adaptación|Où les histoires vivent. Découvrez maintenant