Capítulo17

79 18 2
                                    

—¿Qué sucedió?

Takemichi sentando frente a él, al otro lado de la camilla sostenía la mano de Sanzu entre las suyas, mientras una expresión triste cubría su rostro lastimado. Detrás de él, sentados junto a la ventana en un pequeño sofá rojo, Mikey y Smiley observaban en silencio. Había oído la historia de ellos, cada trago amargo y aun así no era suficiente, no lograba ver el escenario donde el chico que sus ojos miraban desde que era un niño fuera el acto principal de una historia tan aterradora.

—Takemichi...

—Hace tres años —comenzó levantando la mirada—, Hinata y yo huimos, desaparecimos por mucho tiempo. ¿Lo recuerdas?

Como no recordarlo, si aquella vez incluso el infierno tembló en su ausencia y eso era algo que Takemichi nunca sabría. Después de todo, no estuvo cuando el miedo se reflejó en los ojos de Izana, mientras la ira y la desesperación carcomían su interior. Y es que, sin quererlo, había rasguñado sobre una vieja herida que le recordó a Izana que, sin importar el tiempo, siempre existiría alguien que podría abandonarlo. Bajo esa premisa, Kurokawa recorrió el país, removiendo cielo, mar y tierra solo para encontrarlo y mientras que todos a su alrededor creían que simplemente era el anhelo de un hermano por reunirse con el otro, Chifuyu sabía que iba más profundo que un simple amor fraternal. Lo que Izana no pudo soportar y jamás podrá, es el hecho de que el perro que amaestro con tiempo y dedicación mordiera la correa y huyera.

—Fue un verdadero dolor de cabeza, pero ¿por qué ahora lo mencionas? ¿Qué tiene que...?

—Dije que no sabía disparar un arma... mentí, ya que fue una de las primeras cosas que aprendí en ese viaje.

Chifuyu miro a los otros dos en el sofá, Mikey no tenía expresión en su rostro, no podía descifrar si le sorprendía o simplemente era indiferente, por otro lado, Smiley era el que más parecía interesarse en la historia que Takemichi tenía para contar.

¿A dónde fueron? ¿Al viejo oeste? Pensó Chifuyu.

Takemichi bajo su mirada al chico en la camilla, y continuó:

—Esa vez solo fue un juego, no había personas a las que disparar, solo era vidrio roto, lo que fue electrizante y emocionante. Pero hoy fue, hoy todo... fue frio y aterrador.

Chifuyu quería limpiar las lagrimas que bajaban por la mejilla de su amigo mientras hablaba, pero se obligó a no hacerlo. No entendía porque, pero Takemichi se negaba a ser tocado por alguien mas que no fuera Sanzu, como si nadie más que él tuviera el derecho a tocar las heridas que algún día se volverían cicatrices.

La puerta trono como si de una patada la hubieran abierto, sobresaltando a todos en la habitación. Respirando con dificultad, Kokounoi camino hacia la camilla sostenido con la ayuda de muletas. Era todo un desastre; portaba un cuello ortopédico y su pierna izquierda estaba inmovilizada con yeso, por lo que no pasaba desapercibida la agilidad con la que se movía.

—Sigue vivo... —susurró con alivio evidente en cada letra. —Él estaba inconsciente, ¿verdad?

Aunque no dijera su nombre, todos sabían a quien le estaba hablando, por lo que se mantuvieron en silencio como simples espectadores.

—Mitsuya...

—No me dejo terminar, salió corriendo como un gato con rabia. —dijo Mitsuya, apareciendo en la puerta. —Despertó hace poco, así que no se sorprendan si comienza a delirar.

—Contesta, no era consciente de lo que estaba sucediendo, ¿verdad? ¡Habla! ¡Dime algo, contéstame! —su desesperación calo profundo en el corazón de Takemichi, tanto que no encontraba fuerzas para hablar.

Juego de MascarasWhere stories live. Discover now