Capítulo 8

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—¡Espera! ¡Chifuyu! —llamó mientras era arrastrado por el pasillo hacia el ascensor. Su amigo había intentado usar palabras amables y claras, pero, aún así este tipo se había negado a ceder. Y lo había alejado de Rose como si de una paria se tratara.

Mikey se detuvo frente al ascensor, presionó algunos botones y segundos después este se abrió. Sin darle tiempo a reaccionar, arrojó a Takemichi dentro, mientras Chifuyu y esa mujer corrían hacia ellos. Con la puerta cerrándose frente a él, Takemichi fue liberado bruscamente.

Finalmente a solas Mikey miró por primera vez a los ojos de Takemichi. Desde aquella noche no había dejado de pensar en ellos, ni en lo hermosos que lucían embriagados del placer que le había dado.

Al principio había pensado dejarlo en algo de una sola noche, como había hecho muchas veces ya. Si, incluso estaba listo para decir; Lo siento, esto solo fue algo de una vez. Pero jamás pudo decirlo, porque él había huido y decido que Sano Manjiro sería solo un recuerdo borroso en su confundida mente.

—¿No dirás nada? —su tono era neutral, pero aún así Takemichi percibió que quedarse callado no era buena opción. 

Aunque, ¿Qué debería decir? Honestamente no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Había sido arrastrado e intimidado por un chico que ni siquiera recordaba haber conocido, pero que aun así su cuerpo parecía reaccionar ante él, ya que se sentía como paleta bajo una lupa cada vez que estaba cerca.

—Déjame ir —susurró tembloroso.

Sonrió ladinamente—. Rompes mi corazón.

Takemichi se mantuvo en silencio, intentando calmar su mente, que no hacía más que correr desenfrenada. 

—Oh... así que es eso —Takemichi levantó la mirada, encontrándose con esos inquietantes ojos. —Realmente no lo recuerdas.

—Yo... —tomando valentía, continuó—. ¿Hay algo que deba recordar? —intentó sonar lo más calmado posible, pero fallo miserablemente—. Creo que sea lo que sea, es mejor dejarlo así.

—No sería divertido si permito que eso suceda. 

El espacio entre ellos se redujo, con Mikey aprisionándolo contra la pared del ascensor. Con suavidad y sin apartar la mirada de esos brillantes ojos azules, tomo sus labios en un pequeño y dulce beso, de esos que los niños se daban cuando decían estar enamorados.

—Te recomiendo aclarar tu mente —susurró contra sus labios—. Soy paciente, pero ya he esperado demasiado por ti.

Inevitablemente, las mejillas de Takemichi ardieron bajo el acelerado palpitar de su corazón. Desesperadamente miró a su alrededor en busca de una salida, ¿pero que esperaba? Estaba en una caja metálica suspendida quién sabe en qué piso. Era más posible que el infierno se congelará a que él saliera de ahí.

En un impulso de valentía, apartó al rubio y se alejó de él, yéndose al otro extremo, (aunque mucho extremo no había, ¿verdad?).

—Creo que te estás equivocando. No soy a quien buscas, ni siquiera sé quién...

—¿Continuaras? —su voz sonó sutilmente amenazadora—. Puedes haberme olvidado, es más, sabía que podía suceder, por eso deje escrito sobre tu piel lo que paso en esa habitación.

—T-tú... no, imposible, eso es...

—¡Bingo! —lo felicitó irónicamente—. Has dado en el clavo. 

El color rosa desapareció de las mejillas de Takemichi, mientras el temblor casi imperceptible que había sostenido durante todo este tiempo se intensificó. Sus ojos llenos de terror fueron atrapados por los negros y penetrantes ojos de Mikey. Eran como el bosque bajo la sombra de la noche en el frió invierno, sin flores ni brisa, solo oscuridad detenida en el acto de una noche.

Juego de MascarasWhere stories live. Discover now