Capítulo 3

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¿Han probado el algodón de azúcar? Cuando Takemichi era pequeño, creía firmemente que las nubes eran el más grande algodón de azúcar que pudiera existir sobre la tierra. Lo creyó durante mucho tiempo, hasta que un niño del demonio sabelotodo le dijo que las nubes eran una masa de gotas de agua y cristales de hielo suspendidas en la atmósfera.

Si, fue el primero en romper su corazón, como también fue la primera cara que Chifuyu rompió. Él siempre ha estado ahí, siguiéndolo y protegiendo sus estúpidas creencias del mundo, como si fueran patrimonio nacional. Incluso ahora, esperaba verlo junto a él al abrir los ojos, pero no, su molesto e irritante compañero no estaba a su lado. 

No había nadie a su alrededor.

Recuperando la consciencia poco a poco, sintió un frio abrumador cubrir su cuerpo por completo, congelando las ideas que comenzaban a formarse. Aquella fría, pero suave sensación, no tardo en despertarlo. Cuando sus sentidos volvieron en sí, se encontró con él, completamente desnudo en una tina cubierto por pétalos de rosas.

Su menta estaba tan confusa como el día en que descubrió que las nubes no eran dulces.

—¿Chifuyu? —llamó tembloroso, intentando ponerse de pie. Su cuerpo dolía, demasiado para ser normal. 

Con trabajo, salió de la tina y se paró frente al gran espejo que cubría gran parte de ese lujoso baño. Lo que se reflejó en el lo dejó completamente atónito. Su cuerpo, pálido por haber estado en el agua, estaba cubierto de marcas, como si un animal se hubiera entretenido con él.

¿Qué rayos había hecho la noche anterior?  Se preguntó tocando con cuidado las heridas que decoraban su cuello.

—Al menos el antifaz sigue intacto —se burló. Aunque parecía calmado, estaba lejos de estarlo.

Luego de cubrirse con una bata, salió del cuarto de baño y se encontró con una desordenada habitación. Lo que más le irritó fue encontrar la cama revuelta, como si dos gatos salvajes se hubieran peleado en ella.

Aún aturdido, se dejó caer al suelo.

Había intentado quitarse el antifaz de su rostro, pero al parecer Chifuyu había usado... ¿pegamento? Si, nada podía salir peor.

Un molesto tono quebró el silencio de la habitación asustándolo. Esperando que fuera su amigo, corrió en busca de su celular, que encontró perdido entre las sábanas. Por alguna razón, el solo tocarlas lo hizo sentir asqueroso hasta el punto de querer vomitar, por lo que de inmediato volvió al suelo, el único lugar que se sentía limpio para él.

—¡¿Chifuyu?! —contestó.

—...

—¡Chifuyu! —gritó mirando la pantalla del móvil—Por favor, dime algo...

Para su desgracia, no era el nombre de Chifuyu el que apareció en la pantalla, si no el de... ¿Mikey? ¿Quién rayos era ese? 

—Lo siento... número equivocado. Adiós —dijo amablemente y colgó.

Luego de vestirse, volvió al salón donde el baile había tenido lugar con la esperanza de encontrar a Chifuyu. Para su sorpresa, todo estaba hecho un desastre, el brillo y glamour de la noche anterior se había desvanecido completamente, junto con el encanto.

En el suelo, podías encontrar todo tipo de objetos, desde celulares, tarjetas de crédito e incluso ropa interior. Y si te sumerges un poco más en la basura, hasta personas podías ver, ahí, bajo las mesas tirados como perros que han sido olvidados por sus dueños. Una cara de la moneda que realmente no le sorprendía, después de todo, la decadencia e inmoralidad era algo que estas personas llevaban en la sangre. Aunque para ser justos, en ese momento él no era mejor que ellos.

La imagen de integridad y rectitud que con esmero intentó proteger durante años, se había esfumado en tan solo una noche.

Takemichi apretó sus puños y caminó hacia la salida. Debía irse de ahí cuanto antes.

Voces llegaron a su oído desde arriba, al parecer, discutían sobre un posible caos mediático sucediendo justo ahora, lo que era una señal más para huir.

Sin mirar atrás, aceleró el paso hacia la salida, pero fue interceptado por una pelirroja de ojos lavanda.

—¡Tú...! —atrapó su muñeca y le dio una mirada—. Al fin te encuentro. ¡¿Con qué demonios me pegaste esto?! Porque siento que voy a morir cada vez que intento quitármela —cuestionó señalando su cabello.

Su voz...

—Si, yo... ¿te conozco? —preguntó, encogiéndose de hombros.

El extraño frunció el ceño—. Soy Mitsuya, el tipo con el que...

—Oh —murmuró levantando su mano inconscientemente hacia su cuello. Al notarlo Mitsuya no pudo contener la sorpresa al vislumbrar las marcas en ese fino y delgado cuello.

No lo conocía lo suficiente, pero por lo que había visto la noche anterior, Mitsuya estaba seguro de que Takemichi no era ese tipo de chicos. Además, todos ahí eran...

—Tú y yo... ¿fue así?

Mitsuya palideció peligrosamente.

—¿Eh?






Hola, espero que estés teniendo un buen día. 

¿Cómo debería dirigirme a quien sea que lo esté leyendo? Es extraño, pero bueno, a lo que vine. El capítulo de hoy al igual que los dos primeros es corto, soy consciente de ello, pero aún estoy intentando acostumbrarme, ya que hace años que no escribía y estoy un poco oxidada. Pero si te gusta lo que has visto hasta ahora y planeas seguirla, se paciente, por favor. Prometo extenderlos en el futuro y claro, mejorar.

Juego de MascarasWhere stories live. Discover now