9. Hechizos

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El reloj tocó las doce de la noche y el sonido de las campanas se extendió por toda Nueva Orleans. Keira llegó al edificio en el que había quedado con Klaus. Él apareció unos segundos después:

- Sígueme.- Klaus la guió por unos pasillos estrechos de color marrón iluminados, unicamente, por unas antorchas cada diez pasos. Doblaron una esquina y llegaron a un pasillo idéntico al anterior. Eso era un auténtico laberinto. De repente se encontraron delante de una puerta de madera oscura con dos picaportes de hierro. Parecía haber salido de la nada. Klaus se acercó a la puerta y llamó con uno de los picaportes. Un vampiro negro, vestido con una camisa y unos tejanos sencillos, con el pelo negro tan corto que parecia casi calvo entre abrió la puerta.

- Marcel, Keira...-Dijo Klaus, presentandoles.- Keira, Marcel.

Keria examinó a Marcel. Había oído hablar mucho del famoso vampiro y esperaba algo más. Intentó ver algo de lo que había dentro de la sala a través del pequeño espacio que había entre la puerta y Marcel, pero sin éxito.

- ¿Quién es?- Preguntó Marcel, no se fiaba de dejarla entrar.

- Mi sobrina.- Klaus dudó un poco, no sabia como se lo iba a tomar Marcel y, a diferencia de lo que decía, le importaba.

A Marcel se le iluminó el rostro, y luego oscureció:

- ¿Sobrina? ¿Hija de Rebekah?

- Tienes una obsesión con ella.- Keira se rió.- Pero tranquilo no se ha acostado con nadie para crearme.- Keria y Klaus empezaron a reír.

- Su padre es Elijah.- Dijo Klaus entre risitas.

- Vale, ya basta de tonterías.- Marcel abrió la puerta. Estaba muerto de vergüenza.- Entrad.

Al entrar Keria vio un montón de objetos. Había ataúdes, copas lujosas, cuadros, collares, brazaletes, anillos y un Jesucristo crucificado que pensó que era de tamaño real. Parecía un almacén de reliquias antiguas. Del fondo apareció una chica, no mucho mayor que Keira, al menos físicamente. Keria intentó descubrir que era, no olía a vampiro ni a lobo. ¿Era humana?

- Esta es Davina.- Marcel señaló a la chica.- Es mi arma secreta, mi bruja privada.

- ¿Qué queréis que haga?- Davina se plantó delante de Keira.- He oído que tenía que ayudarte pero nadie me ha dicho en que.

- Necesito sangre de Elijah Mikaelson, es mi padre, y se niega a dármela.- Keira le aguantó la mirada a la bruja.

Davina levantó la mirada hacia el techo. Le estuvo dando vueltas un rato hasta que su mirada volvió a bajar hasta la vampira:

- Creo que ya se que hacer.- Se fue hacia una estantería y cogió un grimorio y un cuchillo.-Dame tu mano.

Keira le acercó su mano a la bruja y ella le hizo un corte, puso su sangre en un pequeño bote de cristal, que estaba encima de una mesa redonda y dejó el grimorio encima de la mesa.

Davina levantó las manos y un fuerte viento apareció en la sala.

- Phasmatos sit patris tui sanguinem huc.- Cuando Davina pronunció el hechizo la sangre del bote desapareció, como si hubieran quitado el tapón de la bañera, y luego volvió a emerger de la misma manera. Una vez llenado el bote el viento paró. Davina y Keira se apartaron el pelo de la cara. La bruja cogió el bote con la sangre de Elijah y se lo dió a Keira, ella lo cogió y se giró. Hasta ese momento no se había fijado en Klaus, el cual estaba flipando y, a la vez, acojonado. Keira se bebió la sangre de su padre. Tenía un sabor extraño, nunca había probado una sangre así, aunque había probado muchas clases de sangre. En ese momento se sintió poderosa.

Klaus y Keira volvieron a la casa. Antes de irse, Keira quería asegurarse de que su padre estaba bien y también quería despedirse. Llegaron a casa cuando aún era negra noche. Cuando llegaron a la puerta Keira abrazó a Klaus:

- Gracias por ayudarme.- Dijo ella en voz baja.- Significa mucho para mi. Serás un buen padre.

- No te pongas sentimental. Volveremos a vernos y conocerás a mi hijo, estoy seguro.

Entraron en la casa. Hayley estaba durmiendo. Klaus entró en su habitación y se quedó a observarla durante toda la noche. Keira tenía prisa, quería llevar a cabo su venganza lo antes posible. Fue a la habitación de su padre. Lo encontró sentado encima de la cama, sin camisa, mirándose el torso.

- Hola.- Dijo en voz amable al ver que su hija entraba en la habitación.- ¿Qué... ? - Keira le dió un abrazo antes de que pudiera formular la pregunta.

- Tengo que irme, pero voy a volver. No me sigas por favor.- Keria no soltaba a Elijah.- Tengo que hacerlo.

Elijah suspiró.

- Sabes que no estoy de acuerdo pero eres como tu madre, no puedo parate.- Elijah se levantó y abrió un cajón, removió unas camisas y sacó una daga de plata.- Toma.

Keria cogió la daga y se la escondió entre la camiseta. Besó a su padre en la mejilla y se fue.

Cuando estaba a punto de cerrar la puerta Kol le puso la mano en el hombro, ella se giró:

- Suerte.- Kol le sonrió y Keira le devolvió la sonrisa. No le gustaba tener que abandonar a los Mikaelson, pero le gustaba todavía menos saber que podía matar a Stefan Salvatore y no hacerlo.

¿Otra Mikaelson?Where stories live. Discover now