Capítulo 14

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5 días para navidad

Al día siguiente, Mike se permitió dormir hasta tarde y al despertar se encontró con que ya habían desayunado-puesto que como él se levantó temprano el día anterior, ellos lo habían hecho hoy-, pero aun así, Chelsea le había guardado varios trozos del pan de canela que ella había hecho para el desayuno.

Se sentó en la isla para comer y de repente deseó un latte de vainilla con leche descremada de la cafetería en la que trabajaba su mejor amigo. El pan de canela estaba realmente bueno, pero sería aún mejor con ese café.

Su boca se hizo agua imaginándolo, pero dudaba que hubiera algo así en la casa.

-Oye, iré con mis padres a la ciudad, ¿quieres algo?

Izán sonaba educado y como si ya no quisiera seguir discutiendo con Mike.
Quería mantenerse frío y distante, pero realmente necesitaba y deseaba...

-¿Podrías traerme un latte de vainilla con leche descremada?

Él chico soltó una risita, pero asintió y dijo que trataría de encontrarlo.

Una vez solo, entró a su habitación y se cambió el pijama por un jean azul grueso, un par de botas blancas, el suéter blanco de piel sintética que había usado hacía unas noches y sobre todo un abrigo gris. También unos guantes y un gorro azules.

Salió tímidamente de la cabaña y se dejó caer de rodillas en la blanca nieve.
Tomó un montón en sus manos y comenzó a hacer bolas de nieve, de repente se sintió como un niño de nuevo.

-¿Qué haces?

Soltó todo lo que tenía en las manos y se giró sólo para encontrarse con Gabriel.

Llevaba un mono grueso negro, sus botas de cuero marrón, un suéter de lana tejida amarilla, unos guantes negros, un gorro a rayas amarillas y negras como una abeja y también un abrigo marrón.

-B-bolas de n-nieve.-tartamudeó, avergonzado y sonrojado.

El mayor le dio una gran e infantil sonrisa.

-Prefiero los ángeles de nieve.

Gabriel se dejó caer de espaldas en la nieve y comenzó a abrir y cerrar sus piernas y brazos para hacer el ángel.
Mike sonrió y se dejó caer a su lado y comenzó a hacer lo mismo.

Cuando acabaron ambos se pusieron de pie y contemplaron su creación.

-Aún le falta algo al tuyo.

Mike se inclinó y le dibujo torpemente una cara al ángel Gabriel, incluso le hizo una estrella dentro de un corazón en su pecho.

El otro hizo exactamente lo mismo, pero él tenía la delicadeza y precisión de un artista, y dibujó una gran réplica de la cara de Mike en la nieve. También hizo un gran corazón.

-Tienes un gran talento
-¿Entramos por un chocolate? Tengo frío.-dijo, intentando desviar la conversación.
-Gabriel...
-¿Quieres o no?

Se dio la media vuelta para encaminarse hacia la cabaña. Mike lo siguió rápidamente. Puso una de sus manos en el hombro del otro para detenerlo.

-¿Chocolate con malvaviscos?

El mayor asintió, dándole una pequeña sonrisa.

Luego de preparar el chocolate con una buena cantidad de azúcar y bastantes malvaviscos para Mike-y unos pocos para Gabriel-, se sentaron en la alfombra con sus tazas frente a la chimenea.

-Nunca me ha gustado hacer esto. Se supone que es algo que haces con tus padres. Pero los míos jamás se dignarían a sentarse en el suelo cuando pueden hacerlo en sus costosísimos sofás.
-Mis padres también son esnobs. Pero los tuyos definitivamente les ganan.

Ambos se echaron a reír.

-¿Sabes?-dijo cuándo se detuvieron-Mi hermano es un verdadero imbécil y de la peor calaña, pero quizás tú puedas reformarlo.
-¿Cuántas veces tengo que decirlo?-gruñó.-¡No voy a casarme con Izán! ¡Ni siquiera me gusta!
-A mí tampoco me gusta Evelyn. Pero igual mis padres están obligándome a casarme con ella.
-Pues tú tampoco deberías casarte.
-No tengo ningún control sobre mi vida, Michelangelo.

Mike puso su taza en la mesa para a continuación levantarse.

-Deberías dejar de poner excusas, y actuar como un hombre.
-No es tan fácil.

Gabriel ni siquiera volteó a verlo mientras lo decía.

Mike se sintió totalmente molesto y se alejó del hombre, en dirección a su habitación.

Cerró de un portazo, se apoyó en la puerta y se deslizó hasta el suelo agarrándose el cabello.

Sentía como las lágrimas llegaban velozmente a sus ojos.

¿Qué si tenía razón?

¿Qué si verdaderamente no tenía ningún control sobre su vida?

Después de todo, él se había ido de su casa, sí.

Pero, ¿no habían conseguido rastrearlo-y secuestrarlo-sus padres cuando quisieron?

¡Quizás y siempre supieron dónde estaba!

Simplemente lo dejaban ir por la vida teniendo sus aventuras y creyendo que era "libre".

Dejó caer su cabeza sobre sus piernas y sollozó.

Un cuento navideñoWhere stories live. Discover now