Capítulo 9

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7 días para navidad

El viaje en auto al aeropuerto había sido tranquilo-a pesar de que después de todo Greta y Declan estaban obligándolo a ir-, y extraño; para empezar había estado sentado todo el viaje entre los hermanos Gautier y francamente había sido incómodo.

Gabriel escuchó música durante todo el camino, mientras Izán habló con su padre de su nuevo yate o de la camioneta que quería para su cumpleaños.

Mike quiso ponerse a escuchar música también pero consideró que sería grosero hacerlo, de todas formas nadie se dirigió a él, supuso que ellos también se sentían incómodos con estar con un chico a quien no conocían más allá de los breves momentos que compartieron en la fiesta de los Suzuki.

Pero finalmente el camino acabó y al llegar al aeropuerto se encontró con que-por supuesto-, los Gautier tenían su propio jet privado.

Se mordió el interior de la mejilla, casi divertido.

Por supuesto que ellos tendrían su propio avión, igual que sus padres.

El interior del jet era en tonos blancos y grises que hacían que todo se viera elegante y moderno. Mike observó a Marshall Gautier entrar a la cabina y encerrarse con el piloto, Chelsea Gautier se sentó en uno de los asientos de adelante y una asistente aérea se acercó y le sirvió un cóctel de algún tipo.

Gabriel sigo con su música, e Izán se puso un antifaz y se quedó dormido con bastante rapidez.

Mike se sintió fuera de lugar, pero al final terminó por sentarse en uno de los asientos de atrás lo más alejado posible de los demás.

Y sacó su revista Cosmo para comenzar a leerla, era otro de esos malos hábitos que le habían quedado de su vida como socialité.

Desde los ocho la leía con su madre en todos esos viajes que hacían en su jet a Japón y a otros países.

El viaje tardó un par de horas, leyó completa la revista-cada pequeña cosa en esta-, comió dos o tres paquetes de galletas oreo y un par de coca colas de cereza-amablemente ofrecidos por la asistenta-, el único contacto que tuvo con uno de los Gautier, fue cuando Gabriel se paró para ir al baño y dejó caer en sus piernas un pequeño libro, casi sin prestarle atención.

Mike se sintió ofendido, pero lo tomó y lo leyó.

Se llamaba "Los viajes de Gulliver".

Por supuesto lo leyó en cinco minutos, y le gustó tanto que se sintió tentado a levantarse e ir a discutir la historia con el chico, pero desistió de la idea porque él se veía realmente odioso, como si no quisiera tener el menor contacto con nadie.

Los Poconos era un lugar especialmente lindo, lleno de nieve blanca y brillante debido a la época y Mike se sintió como un bebé con juguete nuevo.

Era curioso el cómo había conocido casi todo el mundo, pero no los Poconos.

Sus padres eran demasiado buenos para los Poconos.

La cabaña era enorme-no tan grande como para ser una mansión, pero aun así-; tenía dos pisos, una fachada de piedra caliza gris muy bella y un camino de la misma piedra. Se veía realmente bonita con toda esa nieve.

Fue el último en entrar al lugar, solo para ser deslumbrado con más cosas hermosas.

En la sala había una chimenea troncocónica, él sabía el nombre sólo porque su padre estaba interesado en la arquitectura y sabía que eran muy altas y hermosas y raras.

Frente a esta había dos sofás paralelos el uno al otro, ambos color amarillo tostado, casi marrón.

En el medio una mesa de caoba y debajo de esta una alfombra color gris pálido.
Vio como los hermanos subían por las escaleras de madera con barandal de vidrio, supuso que rumbo a sus habitaciones y su padre los siguió.

Dejó sus maletas en donde estaba parado y camino por la sala, viendo la casa y se encontró con un par de puertas dobles francesas, con las cortinas bordadas color crema abiertas, dejando ver el exterior lleno de nieve.

El dinero prácticamente se filtraba desde las paredes; era un lugar realmente hermoso.

-Oye, Michelangelo...-lo llamó la señora Gautier, con una cálida sonrisa.-Ven por aquí, te mostraré tu habitación.

Tuvieron que pasar por la cocina-que era de apariencia antigua y rústica-, para llegar al fondo de la casa. La puerta de la habitación era color café claro y los marcos eran color café oscuro.

-Te dejaré para que te acomodes, y si quieres puedes ducharte.-ella sonaba realmente agradable y dulce-La cena es a las ocho.

Él asintió y ella salió dejándolo solo.

Tres de las paredes eran blancas, la cuarta tenía papel tapiz de plumas de pavo real.

Había una cama tamaño king-size perfectamente tendida-como en los hoteles-, con un cubrecamas color azul rey.

Guardó sus cosas en el clóset y entró al baño en donde rápidamente se desnudó para tomar una ducha.

Un cuento navideñoWhere stories live. Discover now