Capítulo 23: La realidad de ella y la de él.

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Liam.

Ya perdí la cuenta de cuantas vueltas he dado en la cama esta noche, llevo cinco días sin pesadillas y temo que esta sea la noche en la que regresen.

Me siento ridículo al tener miedo por dormir a mi edad, aunque no puedo evitarlo. Además, hay cierta diseñadora que tampoco sale de mi mente.

El verla tan segura de sí misma, hablando frente a tantas personas y dando indicaciones, me hizo admirarla un poco más, de ser posible.

Dijo que le gusto.

Me paso las manos por la cara, con frustración.

¿Qué tan estúpido tengo que ser como para haberle dado la respuesta que le di?

Joder, me tiene loco.

Los días buenos cada vez son más seguidos y en realidad ya se están transformando en semanas. 

Quizá sí me merezco una segunda oportunidad en la vida...

Mis pensamientos se ven interrumpidos cuando escucho un golpe seco.

Me acerco a la puerta de mi habitación, el sonido otra vez está presente y me sorprendo al notar que es alguien tocando la puerta.

Nadie nos visita, mucho menos a los dos de la mañana.

La puerta de mi hermana se abre y ella sale luciendo tan confundida como yo.

—¿Qué haces despierta a estas horas?

—Estaba... ¿Qué hacías tú?

—Yo pregunté primero y yo soy el mayor.

—Videollamada con Zack.—responde rodando los ojos.

—¿Qué tienen que decirse a las dos de la mañana?

—¿Qué te importa?

Esta vez soy yo el que rueda los ojos.

—Lo ves todos los días, hermana, deja que el pobre chico descanse un poco.

—Ay, cállate.

Vuelven a tocar la puerta y me acerco a las escaleras con cautela.

—Espera, ¿y si es un ladrón?

—Pues le felicito por sus modales de tocar la puerta.

Me mira con bastante desagrado a decir verdad.

—Eres un pesado, Liam.

—Gracias. Me esfuerzo en ello.—respondo bajando las escaleras.

Al abrir la puerta, de inmediato siento mi sonrisa borrarse al ver a Moore llorando con la misma ropa que hace un rato, solo que tiene una venda muy mal puesta en el brazo izquierdo, su maquillaje es un desastre y va descalza.

—Pasa, se te van a congelar los pies.—la apresuro y lo hace.

Noto que está temblando y me apresuro a quitarme mis pantuflas y dárselas a ella.

Se las pone como en automático, como si ni siquiera estuviera consciente.

—¿Qué fue lo que pasó?

Encoge los hombros antes de lanzarse a mis brazos en un fuerte abrazo y ponerse a llorar como nunca me hubiera gustado escucharla hacerlo. Su cuerpo se estremece por los fuertes sollozos.

Maddie me mira desde lo alto de la escalera con duda, le hago una seña para que nos deje solos y me obedece enseguida.

—¿Moore?—inquiero sin soltarla tras cerrar la puerta.

Reencuentros.Where stories live. Discover now