Capítulo XXVIII

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"Cambiando lo amargo por miel y la gris cuidad por rosas"

Serú Girán


Bruno

Eran varios días en los que no sabía lo que era dormir plácidamente, la preocupación y los problemas inundaban mi cabeza y no me permitía cerrar los ojos y descansar un poco.

Es inimaginable como con tan solo la presencia de la persona que quieres te haga sentir tal paz y calma en medio de la tormenta.

Eso es ella para mí, mi calma, mi lugar seguro y donde siempre quiero estar.

Adquirí una de sus manías y es verla dormir, como ella lo hace conmigo.
Es así por unos largos minutos hasta que abre sus ojos, llenándome el pecho de agradables sensaciones cuando sus iris bicolor choca con el mío. No miento al decir que jamás me cansaría de ver esos ojos, los vería el resto de mi vida estaría satisfecho; no solo es su peculiaridad sino el como me mira y creo que es exactamente como yo la veo a ella.

—Alguien es un acosador —se estira un poco— ¿cuánto tiempo llevas así?

—No lo sé,  no importa —me acerco a besarla pero me detiene.

—Para, no voy a besarte sin haberme lavado la boca.

Se levanta y la sigo al baño, hago lo que me pide y regresamos a la cama.

—¿Ahora si puedo besarte?

—Ya no hay nada que te detenga de hacerlo.

Eso es señal suficiente para unirnos en un beso que empieza lento y a medida que avanza ser vuelve necesitado y afectivo.

En cuestión de minutos estoy sobre ella, bajo mordiendo la línea de su mandíbula y ella inclina su cabeza para darme vía libre a su cuello.

Sus boca suelta pequeños jadeos que despiertan mi hombría, aspiro su delicioso aroma, le quito mi camiseta dejándome ver sus pechos.

—Las echaba mucho de menos —es extraño estarle hablando a sus senos pero no me importa.

—¿De veras hablas con mis pechos?

—Shhh —la chisto— no estoy hablando contigo.

Suelta una risita que después pasa a ser un gemido cuando meto una a mi boca, luego le doy la misma atención a la otra. Mordisqueo su piel sin causarle daño y desciendo para empezar a bajar lo único que la cubre y…

—Joven Bruno, el señor Fritz está aquí —la voz de Sylvia me detiene.

—Ya voy Sylvia, gracias por avisarme —grito.

Recuesto mi cabeza en su vientre y ella se burla acariciando mi cabello.

—¿No podía llegar una hora tarde como siempre? —gruño.

—Ya no te amargues, ya tendremos tiempo.

Me levanto dejando un beso donde estaba, la dejo que se vuelva a vestir y salgo de la habitación.

Y ahí está el imbécil que interrumpió un mañanero con mi novia tan tranquilo tomando un café.

—No podrías ser impuntual igual que siempre —reclamo molesto.

—Hoy amanecimos más bravos de lo normal —todavía se atreve a burlarse.

—Solo di lo que tengas que decir y lárgate.

—Esta…

—¿Por qué es tan grosero? —llega a mis oídos el reclamo de Levana— Buenos días Connor.

¿Destinados? [Completa✓]Where stories live. Discover now