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Ya había oscurecido y estaba en el balcón, bebiendo un exquisito vino seco mientras miraba la inmensa luna, después de haber escuchado el terrible pasado de Dylan, ya no pida verlo como antes preguntándome como él soportó tanto sin decirle nada a nadie. Ahora veo que es un hombre fuerte quien supo soportar aquel dolor. Pero entonces me hace sentir inferior... haciéndome recordar que no pude soportar la muerte de mi madre. No me lo había tomado nada bien haciéndome tomar malas decisiones en mi juventud.

Entonces veo como Dylan entra al barcón sentándose a mi lado, llevaba puesto su típico pantalón de algodón para dormir dejando al descubierto todo tu torso. Él no me había hablado después de haber comido dejándome sola en la habitación. Supongo que necesitaba estar solo después de haberme contado aquello.

—Hola—dice mirando la luna junto a mí.

—Hola—le respondí sin mirarlo.

—¿Te gusta ver el cielo por las noches mientras tomas vino? —pregunta suavemente.

—Una de mis actividades favoritas—ambos nos miramos—¿Vino? —pregunto ofreciéndole un poco de vino para que me acompañara.

—No, gracias, recuerda que no bebo.

—¿Eso es debido a tu pasado? —él sonríe amargamente.

—No quiero hablar de eso ahora. Creo que te he dicho lo suficiente por ahora y no quiero recordar mis errores de adolescente rebelde en estos momentos. Mejor cuéntame de ti—dice mirándome, lo miro preguntándome que realmente quiere deber.

—¿Qué quieres saber de mí, exactamente? —pregunto volviendo mi mirada hacia el cielo.

—No lo sé, de tu infancia quizás—curiosea. No podía negárselo, a fin de cuentas, él me había contado más de lo que yo le hubiera pedido.

—Bueno, recuerdo que mi madre siempre estaba trabajando junto con mi padre. Era una mujer decidida en lo que hacia y muy profesional. Ella siempre se había preocupado por dar lo mejor de ella en la empresa y creo que por eso se había distanciado de nosotros. Yo era una niña mala, siempre saliéndome con la mía y haciendo travesuras—digo con una sonrisa llena de nostalgia.

—Me imaginado, desde ahora no eres nada fácil—dice Dylan sonriendo un poco.

—A los 16 años siempre hacia lo imposible para que ella me prestara atención. No me importaba que me castigara porque con tan solo verla, aunque sea molesta era lo suficiente como para ponerme feliz. Ella había comprendido que me hacía daño su lejanía y no lo sé. De un momento a otro se convirtió en la madre que siempre había querido—digo con la voz quebrada—Entonces un día después de clases, cuando entré a mi casa... vi a mi madre tirada en el suelo de la sala de estar... estaba cubierta de sangre y en ese momento me había dado cuenta de que estaba muerta... que alguien la había matado sin ninguna razón—digo con unas cuantas lagrimas salir de mis ojos recorriendo mis mejillas.

Dylan se queda callado un momento y entonces se acerca mucho más a mi dándome un abrazo reconfortador. Era devastador para mí recordar semejante hecho en mi vida y más cuando fui yo misma quien había encontrado a mi madre en ese estado.

—Para, por favor. No quiero hacerte recordar eso—dice con su voz ronca mientras me da un tierno beso en la frente.

—Ahora me estoy divorciando de un hombre que le dediqué toda mi juventud después de la muerte de mi madre—digo en un llanto ahogado, Dylan me abraza más fuerte dándome apoyo para no derrumbarme en llanto—No soy fuerte, Dylan... soy muy débil para esto.

—Claro que eres fuerte, estás siguiendo con tu vida y estás llevándolo todo bien. Ahora me tienes a mí y yo siempre te voy a apoyar—dice dándome otro beso en la frente.

Placeres y Venganza © *EN EDICIÓN*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora