El sábado más extraño. Sophie:

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Estaba en mi habitación escuchando música, un sábado y apenas eran las 11:30 a.m, tenía todo el día por delante y miles de planes se me ocurrían por la cabeza. ¡Que emoción! Derrepente noté un fuerte golpe en la puerta, me di cuenta de que tenían que ser mis padres. Era raro que aún no me hubieran pedido nada desde que me levanté. -Es hora de que hagas algo en casa ¿no?- Exclamó mi madre furiosa. Lo notaba en la forma de hablarme y en su mirada de indignada. Pero, ¿como iba a saber que necesita que haga algo en la casa, si no me dijo nada? Simplemente hice un gesto de ignorancia, como si no hubiera escuchado lo que ella dijo, y me dispuse a subirle el volumen a mi música, hasta el punto de que ella la escuchara desde fuera.   -¡Sophie!- Gritó tan fuerte que salté de mi cama, me quité los cascos e hice un gesto de aceptación para escucharla. -La próxima vez que me ignores, estarás castigada hasta nuevo aviso.¡¿Sí?!- Me decía mientras movía el dedo de esa forma tan extraña que siempre hacía cuando estaba enfadada. -Está bien- Dije mirandole algo mal. -¿Qué quieres?-  Mi madre cambió la postura y se puso algo más recta, su enfado se había calmado. -Quiero que aspires el pasillo y los baños, no me gusta verlos así de sucios.- Yo puse mis ojos en blanco. Realmente no detestaba limpiar, ¿pero aspirar? Simplemente me daba demasiada pereza, y ella lo sabía. -Está bien.- Me levanté de mi cama y pasé por al lado suya, rozando la puerta y sus hombros. Cogí el aspirador, y estuve casi toda la mañana ayudando a limpiar. Llegó la hora de comer, había tallarines colocados en 4 platos alborotadamente, con queso fundido en cima excepto mi plato. Siempre he odiado el queso con un sabor fuerte, así que me senté y los comí casi deborandolos, tenía mucha hambre. Mientras mis padres comían rápidamente igual que yo, mi hermana iba más lento. No tenía tanta hambre. Derrepente vi como mi padre se limpiaba lentamente la boca y tragaba violentamente los tallarines, y derrepente, su mirada se fijó en mi. -Hija- Dijo mirandome fijamente, de  una forma seria y con el rostro bien quieto. -¿Qué sucede?- Exclamé con cara de aburrimiento y sorpresa. -Mañana tenemos comida con los Koatch, seguramente pasemos todo el día con ellos.- Dijo muy seriamente. -¿Qué? Pensé que no volveríamos a quedar con ellos, desde que se mudaron a New York...- Dije dejándolo en el aire. -Lo sé, pero hemos mantenido bastante el contacto, y van a venir a visitarnos.- Miró un momento hacía mi plato y después a mi. -Bueno, pues que emoción ¿no?- Exclamé sonriendo falsamente. En general, los Koatch me caían bien, pero su hijo de mi edad prácticamente, me caía mal. Mal no, fatal, nos llevabamos muy mal pero delante de nuestros padres nos llevabamos ''bien''. Ellos eran exageradamente ricos, mientras nosotros eramos normales. Y de eso fardaba siempre Tom, su hijo engreído. Además siempre le gustaba hacerme ver como la pequeña, apesar de que solo me sacaba 1 año. Él ahora tiene 17 años, y seguramente tenga coche. Seguro que es uno que cuesta muchisímo y se va aponer a hablar de lo costoso que es de el delante mia. No tenía ganas, pero se que a mis padres les hace ilusión. Mi padre y su padre son mejores amigos desde los 3 años. ¿Quién diría que acabarían con destinos tan distintos? En fin. -Quiero que te arregles, no vayas como siempre de pordiosera.- Dijo mi madre, mirándome mal y clavando sus hojos marrones fuerte sobre los mios. -Ya se como ir a una cena con los Koatch, no soy novata. Te recuerdo que los conozco tanto tiempo como tú.- Me levanté y eché mi plato a lavar. Después de eso, quedé con mis amigos, eran los mejores en hacerme olvidar cosas que no me gustaban, estaba genial con ellos. Al llegar mis padres no estaban, supongo que estarían tomando unas copas por los bares de mi viejo pueblo de Canadá. Cené algo rápido que encontré en la nevera, y me dispuse a leer mientras comía. Rápidamente me llegó un mensaje, lo abrí sorprendida. Era mi amiga Leyla, quería venir conmigo a la comida, estaba enamorada de Tom Koatch. Yo no se como podía gustarle un tío así. Es decir, es muy guapo, pero es tonto. Le dije que lo consultaría con mis padres, pero vamos, sabía perfectamente que no me iban a dejar. Es decir, no es que no me dejen invitar a gente cuando cenábamos con los Koatch, si no, que no me dejaban invitar específicamente a Leyla. Ya que Leyla es y siempre fue una persona bastante interesada, es decir, casi siempre me decía que no a los planes, excepto cuándo en ellos había algo que a ella le interesaba. Como en este caso, Tom Koatch. Y todo esto lo sabían mis padres.

-No dudes en decirme lo que te dicen, tía. Sabes lo mucho que quiero verte.-  Dijo Leyla en aquel mensaje. Suspiré. Odiaba tanto que dijera eso. No me gustaba que siempre pusiera de excusa que me quería ver, no se lo creía ni ella.

-Sí, tranquila, te digo lo que me dicen. Aún que dudo que me dejen, pero espero que sí.- Dejé puesto en ese mensaje, sabía perfectamente que me iba a decir, la conocía mucho para mi desgracía.

-¿Y por qué no te dejarían? Seguro que les caígo bien a los Koatch.- Dijo ella tan chula como siempre. Odiaba que fuera tan narcisista, siempre me quería hacer sentir la peor. Pero esta vez no aguante y le dejé un mensaje que sabía que le iba a enfadar mucho.

-Por que bueno... Ya sabes. Los Koatch son muy elegantes y bueno... Alomejor tú no tanto como para ir con ellos.- Dije muy respetuosamente, pero se podía llegar a ver mis intenciones.

-¿Estás insinuando que no soy elegante? ¿Tú a mi me lo dices?- Dijo ella, esperándo una disculpa mía, pero para su desgracia hoy no estaba de buen humor, así que tampoco le respondí bien.

-Sí, te lo dice la amiga de Tom Koatch. ¿Como no voy a ser elegante? Anda y vete a dejarle un mensaje más de los miles que tiene de fans locas e interesadas como tú. Seguro que te hace mucho caso, ¿verdad? ¡JAJAJA!

-Te odio y te haré la vida imposible.- Dijo secamente, tanto que podía ver su envidia desde aquí.

-Intentálo, pero atenta a las consecuencias. Besos.- Ella me dejo en visto.

Después de eso seguí leyendo hasta tarde, y me dormí mientras leía.





La maldición Koatch.Where stories live. Discover now