BLUE HOUR | Choi Soobin [✿]

Capítulo 2

«¿Dónde estoy?» fue el primer pensamiento que se le vino a la cabeza apenas recobró la conciencia. Y vaya que era buen cuestionamiento en ese momento, pues era un enigma que tendría que resolver. Sus párpados se sentían pesados al igual que su cuerpo, y aún sentia el dolor incesante en su hombro izquierdo. La luz del sol la cegaba, así que con su mano sana intentó taparla entrecerrando sus ojos, y entonces recordó.

—¡Padre!. —exclamó de golpe, sentandose.

Sintió su cabeza dar vueltas, por el repentino esfuerzo y su dolor incrementó en su hombro. Era un paralizador, su cuerpo había estado inmóvil por cinco horas. Miró a su alrededor, e incrédula de lo que veía tocó el trigo. El viento chocaba en su rostro y el sol le molestaba, así que intentó ponerse de pie para ver donde estaba, jamás había visto algo así. Quedó fascinada al ver el campo abierto, era como un mundo diferente al suyo, talló sus ojos para ver si lo que estaba viendo era real, solo lo había visto en libros. Donde ella vivía las plantas como estas, o este caso la cosecha no era común de ver.

En su mundo futurista, la tecnología había consumido gran parte de la vegetación en las últimas dos décadas.  Lo que veía era un deleite, y poder respirar aquel aire tan puro la hacían creer que estaba soñando. Su cuerpo aún estaba cansado; sin embargo no le impidió caminar, no le importaba el dolor en su hombro. Guardó la blue hour en su mochila, se desharía de ella cuando encontrara el lugar adecuado, si es que lo hallaba. Sus pies se arrastraban con pereza, y el sudor caía por su frente, sintió que caminó al menos una hora hasta que miró personas al frente.

«Que alivio»

Sus pasos se hicieron más rápidos, siendo torpe en el intento y quiso hablar para llamarlos, pero estaba agotada, su voz no salía. Él chico de cabello castaño que estaba a pocos metros de ella se alejó cuando la vió cerca. Y el sentimiento de que estaba siendo abandonada surgió en su pecho. Sus piernas flaquearon rendidas al observar como se iba, sin darse cuenta ya había caído al suelo arriba de una persona que no había visto, el calor corporal que él desprendía era satisfactorio a comparación del sol, dejandola en parte aliviada. Fue tomada de los hombros, pero ella veía borroso, no podía ver su rostro con claridad y estaba aturdida.

—P-Por favor... —susurró con dificultad, su boca estaba reseca así que relamió sus labios.

—¿Qué? —soltó él contrario quien estaba asustado.

—Salvame... —pidió con un dolor en su pecho, sintió como sus lágrimas se asomaban por sus ojos y de pronto miró todo negro.

Había caído inconciente.