capítulo 1

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Uno debe aprovechar lo que uno tiene

—¿Qué mierda ha sido eso?

—Yo qué sé.

—Joder, no sé. Ha salido de tu boca. Explícame.

Rodrick se llevó una mano a la cara, molesto. Desvió la mirada y dejó caer la mano. Dio unos pasos hacia el otro lado del escenario, donde otro grupo de estudiantes los miraban, y volvió a acercarse de malas maneras a la rubia.

—No he actuado en mi vida ni me interesa, ¿qué quieres que te diga?

—¿Entonces por qué coño estás aquí? Tengo entendido que no eres muy listo, pero cuando entraste en una sala que decía, literalmente, «audiciones para obra de teatro», pensé que sabías lo que hacías.

Entornó los ojos y se cruzó de brazos con actitud defensiva. Tenía razón, pero que lo dijese de esa forma era ofensivo.

—No estoy aquí porque quiera. El profesor de arte me obligó a venir.

Entonces ella se acordó de que, de vez en cuando, veía una cabeza de pelo negro desordenado durmiendo en las últimas mesas de su segunda hora. Y que, de vez en cuando, no la veía por ningún sitio.

Soltó una risa.

—¿Tuviste que venir aquí por saltarte clases?

Rodrick rodó los ojos.

¿Tivisti qui vinir iquí pir siltitrti clisis?- susurró con una mueca—. Pues sí. Sí. Tuve que venir aquí justo por eso. ¿Algún problema?

Ella volvió a reírse, y él volvió a molestarse.

—Está bien. Está bien. Esa parte la entiendo. Pero... —lo miró de arriba a abajo, con el ceño fruncido en confusión— Por qué... Cómo... ¿Cómo terminaste siendo protagonista? Se te da de mierda actuar.

—¡Oye!

—¡Es un dato objetivo!

—No lo hice tan mal —se quejó, indignado.

—Amigo, me acabas de decir que tu hermano está muerto con el mismo tono con el que dices «ocupado» cuando llaman a la puerta del baño.

Soltó un bufido, negando con la cabeza varias veces.

—Nunca me has oído decir «ocupado».

Ella levantó una ceja que expresaba lo mínimamente importante que era ese punto.

—¡¿Sabes?! ¡Yo tampoco quería ser protagonista, ¿vale?! Pero... esa señora...

Miró hacia la directora, una señora de pelo blanco y con corte de abuelita. Sus botas eran tan rosas que dañaban a la vista, y en cuanto se dio cuenta de que Rodrick la miraba, soltó una risita. Llevó una mano a su pelo y se lo puso por detrás de la oreja, aunque no era lo suficientemente largo como para que haya algo que llevar detrás de la oreja, y saludó con su otra arrugada mano, agitando los deditos.

—Creo que esa mujer está senil —dijo ella cuando entendió a qué se refería.

—Y caliente.

La rubia asintió con una risa.

—No sabía que se podía estar caliente a los ciento treinta años.

—Sospecho que es parte de los reptilianos.

—O de los extraterrestres que ayudaron a construir las pirámides

La señora volvió a hablar con los estudiantes con los que estaba antes, pero por alguna razón pestañeaba con una rapidez inquietante y no dejaba de tocarse el pelo.

SHY AWAY || Rodrick HeffleyWhere stories live. Discover now