XXXI

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Narra Atlantis:

¿Alguna vez presintieron el peligro? Esa incómoda sensación que aumenta tu ansiedad y paranoia ante una posible amenaza.

Nuestro cuerpo se prepara para huir cuando es necesario. Se libera adrenalina, que provocará cambios importantes en el organismo. Uno de ellos es el incremento de los latidos del corazón. Lo sentiremos latiendo con brío dentro de nuestro pecho, golpeando contra las costillas como si quisiera romperlas hasta convertirlas en polvo.

Yo tuve que aprender a las malas lo que eso significa. Cuando era una niña no sabía como reaccionar, el miedo me paralizaba. Pero ahora, luego de tantos años de lo mismo, ya sé lo que debo hacer.

Correr.

Gritar.

Cierro el libro que estaba leyendo y me quedo mirando a la nada misma. Hace varios minutos que intento leer, pero no consigo concentrarme. Llegué a la parte donde la protagonista consigue libertad en un mundo del cual siempre fue prisionera. ¿Cómo lo logró? Muriendo.

Encantador.

¿Quién demonios mata al personaje principal? Esa escritora es muy cruel. Buena. Pero cruel.

Me quedo un rato pensando en el desenlace de esa historia. Debo confesar que me he sentido identificada. Yo también fui prisionera, a mí también me privaron de mi libertad.

¿Eso ha cambiado ahora?

No siento eso haya pasado. Para serles sincera, creí que al fin conseguiría la libertad cuando escapara de la base. Pero eso no fue más que salir de una pequeña prisión dentro de otra mucho más grande y compleja.

El mundo de afuera no es más que el segundo nivel de un intrincado juego.

¿Será que mi libertad llegue cuando mi corazón deje de latir?

Pensándolo mejor, todos somos prisioneros en este mundo regido por personas que creen tener algún poder sobre el resto.

Al menos, en esta realidad paralela, los humanos no son un problema para nosotros los Raezers. Creo que ellos son lo único que está bien aquí considerando lo que nosotros somos capaces de hacer.

Sí, ellos son los buenos.

Recuerdo el día en que esa idea se presentó ante mí cuando tenía unos catorce años...

Había terminado de leer una historia que caló hasta lo más profundo de mis huesos. Las lágrimas hacía cinco minutos habían dejado de caer.

Leí libros que enseñaban la otra cara de los humanos, ese lado bondadoso que supuestamente no tenían.

Muchas veces Astrid me contó sobre el mundo de afuera, sobre los humanos que lo habitaban. Ella vivió muchos años de aquel lado, con su familia y amigos. Pero, según su punto de vista, tardó en comprender cuan errada estaba al defenderlos. Con solo escuchar a Argus comprendió que ellos no eran más que un puñado de hipócritas, asesinos y manipuladores.

Si un humano lograba morir por causas naturales era todo un privilegio. No muchos conseguían superar la prueba de vida sin ser víctimas de una desgracia en manos de su propia especie. Se matan entre ellos, se dejan llevar por la codicia y el poder como si fuese lo más importante.

Según mi padre, los humanos eran una gran error.

Pero según los libros que leía, no eran todos iguales. Había un porcentaje de ellos que tal vez tenía salvación.

¿Valía la pena pelear por ellos?

Con esa idea en mente, abandoné mi habitación para ir por un bocadillo a la cocina. Hacía dos horas mi entrenamiento con Aristeo había terminado, y en plena clase me regaló un esguince de dedo índice.

CAITLIN | LIBRO III ~ Realidad EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora