XVIII

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Ni en mis más remotos sueños creí que algo como esto podría llegar a pasarme. Es que aún no me lo creo. He llegado al punto de pensar que podría estar sumida en algún tipo de alucinación o sueño profundo. ¿Aristeo me golpeó en la cabeza en algún entrenamiento?

Sí, en todos.

Bueno, no discutiré eso.

Pero es que no me lo puedo creer. La historia que estuve leyendo todo este tiempo se volvió realidad, los personajes, sus apariencias y personalidades; todo es tal cual su descripción. Es como si hubiesen salido del maldito libro para venir a verme.

No, tú siempre fuiste parte del libro.

Pensar en eso hace que mi pecho se llene de un enorme vacío que no es capaz de llenarse ni con las mil dudas que tengo.

Inspiro profundamente, respirando el aire de una nueva ciudad. Ya hemos llegado a Idaho.

Cada familia toma el camino hacia su propia casa, acordando volvernos a ver en otro momento. Todos necesitamos un tiempo a solas con los nuestros. Me incluyo. Por más que esa palabra me resulte algo extraña, tengo que hacer mi mayor esfuerzo para integrarme. Aunque me cueste aceptarlo, esta es mi nueva vida ahora.

Nos detenemos una vez que estamos frente a la casa. Me resulta raro llamarla casa y no base. En fin, me llevo una mano a la frente para amortiguar los rayos de sol que no me dejan ver con tranquilidad.

La arquitectura de mi nuevo hogar es realmente preciosa; y eso que no es para nada extravagante dada la cantidad de dinero que ellos poseen. Es cálida y hogareña. Es perfecta.

Dylan camina hasta el porche para abrir la puerta, mientras yo lo miro atentamente desde la acera.

—¿Entramos? —me pregunta Caitlin alegremente.

Yo asiento una sola vez para darle el visto bueno. Mientras tanto, Adonis me sonríe para infundirme confianza.

Caminamos hacia el interior de la casa, el cual es mucho más amplio de lo que aparenta por fuera. Miro todo con la misma curiosidad que lo haría una niña pequeña.

Hay muchas cosas que son nuevas para mí. Por ejemplo, es la primera vez que veo semejante televisor. En la base debíamos conformarnos solo con leer, por eso siempre intercambiábamos libros entre todos. Aún así, yo era la más reacia a prestar los míos. Siempre lo detesté.

Mis labios forman una mueca al darme cuenta que ahora tendré que iniciar nuevamente mi colección de libros. No pude traerme ni uno solo de ese lugar.

Maldición.

—¿Qué tiene el televisor? —me pregunta Adonis al notar mi mirada perdida en el aparato.

Parpadeo un par de veces para salir de mi trance. Tengo que darle una respuesta.

Sí, tienes que darle una respuesta, genio.

—Es la primera vez que veo uno —le digo la verdad.

El repentino silencio en la sala hace que mire al resto. Todos me están viendo con intriga.

—¿Cómo que nunca viste uno? —cuestiona mi hermano, extrañado.

—Es que mi padre no quería que... —Cierro el pico de inmediato al darme cuenta de lo que acabo de decir.

Demonios, eso no debió salir de mi boca.

Mis pupilas corren en busca de Dylan, quien tiene una expresión de desconcierto imposible de disimular.

—Lo siento —susurro cabizbaja.

Ni siquiera me atrevo a continuar lo que estaba diciendo. Mis pies pronto se vuelven la cosa más interesante que mirar. Me siento una estúpida, jamás debí decir eso.

CAITLIN | LIBRO III ~ Realidad EternaWhere stories live. Discover now