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Terminé de guardar las galletas en el recipiente de plástico y lo cerré con cuidado. Listo.

—Ya eres toda una profesional, cariño —me dijo Mary con una tierna sonrisa en los labios. Ella era la cocinera.

Hoy se ofreció a ayudarme a prepararle unas galletas a mi padre. De pequeña siempre solía hacerlas y a él le encantaban. Y como hoy me desperté de buen humor, ¿qué mejor que llevarle unas?

¿Sabían que Mary era una humana? Más precisamente, era la madre de un Raezer de aquí. La necesitábamos, ¿sino cómo conseguiríamos la comida? Nosotros no podíamos salir. Si un humano nos vería estaríamos muertos. Al menos ella no era como los demás, y lo bueno es que sabía guardar bien el secreto.

—Gracias por la ayuda, Mary —le agradecí.

—Cuando quieras, corazón —respondió en la que se ponía a ordenar los elementos utilizados.

Me fui de la cocina y me dirigí al despacho de mi padre. Tenía que caminar bastante, pues estaba un poco lejos de aquí. Pero eso solo parecía preocuparme a mí, porque nadie más tenía ese problema. No lograba comprender como hacían algunos para moverse tan rápido. Ser un Raezer te concedía muchas habilidades de las que yo no gozaba, ¿qué había de malo en mí? ¿Por qué mi poder no se despertaba?

Llegué al despacho de mi padre y me encontré con los dos guardias que custodiaban la puerta. Ellos nunca me dejaban pasar. Estuve a punto de abrir la boca cuando un bramido proveniente del interior hizo que me atragantara con las palabras.

—¡Sabes que se te fue de las manos!

Reconocí de inmediato a Aristeo. A veces él me gritaba así en las prácticas cuando no podía cumplir lo que me pedía. Él era demasiado fuerte y veloz, no lograba ponerme a su altura.

No entendía porqué me obligaban a tener esos malditos entrenamientos de tan pequeña. Solo tenía cuatro años cuando iniciaron, no fue para nada fácil...

—¡No pienso hacerlo, ¿me oíste?! —vociferó mi padre en el interior del recinto.

Miré el recipiente con las galletas y suspiré. Este no era un buen momento.

—¡¿Qué planeas hacer ahora?! ¡Es una de los nuestros! ¡Tu estúpido plan no funcionó!

Aristeo estaba demasiado cabreado. Me daba miedo siquiera poner un pie allí dentro. Iba a ser mejor que me fuera.

De repente, un golpe en el interior hizo que el corazón me saltara en el pecho.

—¡No me provoques, Aristeo!

Uno de los guardias vio mi semblante asustado y se compadeció de mí.

—¿Quieres que le entregue eso luego? —se ofreció.

Parpadeé varias veces para salir del estupor y atenderle.

—No te preocupes, puedo... puedo venir en un rato —respondí vacilante.

—Entonces yo me encargaré. Lo haré por ti —oí que decía Aristeo desde el otro lado de la puerta.

La discusión en el interior continuó, pero no lograba distinguir lo que hablaban.

—Está bien, como tú quieras. —respondió el guardia.

—Ella tiene que ser la mejor —volvía a oír la voz de papá.

¿Ella? ¿De quién estaban hablando?

—Lo será —respondió Aristeo. Su voz se escuchaba más cerca, como si estuviera detrás de...

CAITLIN | LIBRO III ~ Realidad EternaWhere stories live. Discover now