Capítulo 8

31 13 7
                                    

Alexa

El lunes en la mañana mi hermana se había ido y me había avisado que la niñera llegaría a eso de las diez de las
mañana. Obviamente en cuanto llegara le diría que podía irse, no tengo cinco años, no necesito una niñera.

Hablaría con ella o le pagaría para que se mantuviera en silencio, pues mi hermana me había hecho serias advertencias de que regresaría de su viaje, si se enteraba de que despachaba a la niñera, pero ella no se tenía por qué enterar.

Tomé mi celular y me senté en el sofá, eran más de las diez, la niñera se retrasaba.

Pasaron horas y aún no llegaba. ¡Qué falta de profesionalidad!

Quizás se había arrepentido y no vendría, cosa que no me molestaría en lo absoluto.

A la hora de almorzar la niñera aún no había llegado y tomé eso como una señal de que no vendría.

Feliz, caminé hacia la cocina y comencé a hacer la comida.

Espaguetis para mi.

Cuando la comida estuvo lista preparé la mesa y me senté en ella, lista para comer. Tomé el tenedor y lo llevé hacia mi boca, pero cuando iba a dar el primero bocado, el timbre de la puerta me interrumpe.

- No puede ser -me quejé.

Me levanté molesta, pues tenía mucha hambre.

Al abrir la puerta, inmediatamente la intenté cerrar de nuevo, pero AR colocó su pie y me lo impidió, empujó y consiguió entrar y cerrar la puerta tras él.

Estaba vestido completamente de negro, parecía el ángel de la muerte. Llevaba una bolsa de esas de gimnasio colgada en su hombro. Fruncí el ceño al verlo.

- No frunzas el ceño -ordenó, soltó la bolsa en suelo y se dirigió a la cocina.

- Ya está la comida, qué bien, tengo hambre -dijo.

Le seguí paralizada, no sabía qué hacer, todo pasaba demasiado rápido, no podía reaccionar y él se veía tan bien en esa ropa negra que atrofiaba mis pobres neuronas.

Llegué a la cocina y se estaba comiendo mis espaguetis; un momento. ¡¿SE ESTABA COMIENDO MIS ESPAGUETIS?!

Mi hambre reaccionó por mí y fui hacia él, alejé el plato de sus manos y le clavé una mirada asesina.

- ¿Qué haces en mi casa? -pregunté.

- Técnicamente no es tu casa -dijo

- ¡Contesta! -grité.

- Recuerdas que alguien tendría que ser tu niñera.

- Ve al grano -exigí, temiéndome lo peor.

- Si me dejaras hablar. Entonces yo, soy tu niñera, aunque el término correcto sería niñero -dijo.

Parpadeé varias veces, sonreí como si todo fuera un chiste.

- Esto es una broma, ¿cierto? - pregunté

- No -dijo, atrayendo el plato de nuevo hacia él; no se lo impedí, estaba en shock, tendría que pasar una semana con este imbécil.

No, no puede ser. ¿La vida no me ha hecho pasar por suficientes malos tragos? Ahora encima tenía que aguantar al imbécil este.

- No es una broma, soy tu niñero -declaró con una sonrisa.

-Bueno te puedes ir por donde viniste, no se si lo ves pero soy mayor de edad -le dije.

-Si ya te vi. -Su mirada viajó por mi cuerpo y el sentimiento de familiaridad que me invadió, estremeció mi piel -. Pero no me iré porque no he venido a cuidarte -me aseguró.

- ¿Ah no?

Negó con la cabeza.

- Entonces qué haces aquí - pregunté.

-Pues por tu culpa me despidieron así que me tienes que mantener - anunció como si fuera lo más normal del mundo.

- ¿Perdón? -dije enarcando una ceja.

- Tranquila, no tienes que disculparte, con que me mantengas hasta que me consiga un trabajo bastará -me informó.

Me rasqué la cabeza perdiendo la paciencia.

- No, esto no está pasando -murmuré.

Levantó la cabeza del plato. - ¿Qué dijiste? -preguntó.

-Que eso no va a pasar, yo no te voy a mantener, ni lo sueñes. Sal ahora mismo de mi casa -le dije señalando la puerta.

-Para tu hermana soy tu niñero, si me echas se lo diré -me amenazó.

Mi hermana regresaría en cuanto supiera que estaba sola y no ese no era el plan.

- Serás cabrón -le reproché.

-Entonces estate tranquilita, no hagas nada, solo mantenme y ya -dijo.

-No pienso mantenerte -negué.

-Oh, sí lo harás -me aseguró con chulería.

Levanté una ceja desafiante y él sostuvo mi mirada, después la bajó con su típica indiferencia y se terminó de comer los espaguetis.

-¿No hay más? Están faltos de sal, pero se pueden comer -me dijo con una sonrisa.

Maldito AR, se iba a enterar.

-Claro que hay más -dije con mi voz cargada de sarcasmo.

Tomé la cacerola donde había hecho los espaguetis y el muy idiota sonrió y le devolví la sonrisa, pero la mía derrochaba hipocresía por todos lados.

Me iba a arrepentir de esto, pero AR se merecía lo peor, por ser tan imbécil.

-Aquí tienes -le dije.

- Gra...

Le tiré la cacerola por la cabeza y los espaguetis se le desparramaban por todos lados. La salsa goteaba manchándole la camisa negra; mira de eso también me arrepentía, le quedaba súper esa camisa, demasiado bien, hay cosas que deberían estar prohibidas en este mundo.

Levantó la mirada amenazante del suelo y fijó sus ojos en mí. Tragué saliva, ahora debería cerrar la puerta de mi cuarto, por seguridad, sabía defenderme, pero si me tomaba por sorpresa no sabría si podría derrocarlo.

- Nos vemos -me despedí y caminé, fingiendo tranquilidad, hacia mi cuarto.

Al llegar, cerré la puerta, le puse seguro y suspiré aliviada. Había llegado a mi cuarto ilesa. Bien. Un plan que al menos hoy no había fracasado, porque el de echar a la niñera fue un fracaso total. De hecho ese punto de mi vida era un desastre, no solo porque tuviese una niñera con 26 años de edad en mis costillas, sino por el hecho de que ese idiota, era mi niñero.

Me senté encima de la cama, busqué mi celular, con la intención de llamar a mi hermana, pero recordé que lo había dejado encima de la mesa de centro del salón.

Al segundo mi estómago rugió, recordándome lo hambrienta que estaba y todo lo que había derrochado en ese idiota.

Gruñí de la rabia y sobre todo del hambre, sabía que me iba a arrepentir de haberle echado los espaguetis encima.

Almas Quebradas Where stories live. Discover now