Capítulo 2

76 28 20
                                    

Llegamos a la casa de mi hermana, bajamos del auto, fuimos hacia el maletero y tomamos dos maletas cada una.

   — Tengo una duda, ¿tienes pensado mudarte conmigo? —preguntó con burla.

  Rodé los ojos y negué con la cabeza con una sonrisita en mi rostro.

   — No —respondí mientras caminábamos hacia la puerta.

  —No entiendo por qué tantas maletas, podemos compartir ropa — aseguró.

  — Lo sé, te prometo que solo traje lo necesario.

  — Creí que habías traído el clóset entero —se burló.

  — Pues no —respondí.

  Alexandra sonrió y abrió la puerta.
Entramos y no había nadie, justo como la noche anterior; instintivamente mis ojos viajaron por todo el lugar buscando la nota de despedida de Kike, el marido de mi hermana.

  — Hey —me llamó, tomándome del brazo —. Kike no es tu padre —me recordó.

  Respiré para calmarme, intentando que lo que me sucedió ayer no persiguiera a todos lados.

   — Si, lo siento. Solo que no pude evitarlo, fue algo que pasó involuntariamente —le aseguré.

  — Ahora tienes que intentar no pensar en ellos viniste aquí para olvidarte de ambos.

— Ellos dos están mi corazón Álex - le dije, llamándola por el diminutivo de su nombre.

— Lo sé, pero por lo menos a Xabi hay que sacarlo de ahí, lo de tu padre ya no tiene remedio. Solo tienes que intentar perdonarlo.

— No creo que pueda perdonarlo, no solo dejó a mamá, sino también a mí — señalé.

— No es mi padre, pero me crió desde que tenía 5 años, así que le quería como un segundo padre, a mi también me duele y se lo que sientes ahora, pero...

— Ves, también te hizo daño a ti, cada vez se me hace peor perdonarlo — declaré interrumpiéndola.

Mi hermana soltó aire, en su cara se reflejaba la culpa. Sabía que se estaba arrepintiendo por lo que había dicho.

— Tranquila, no es tu culpa, todo es culpa de él — le aseguré.

— Alexa deberías caminar un poco — me recomendó.

— Si, necesito despejarme — concordé, tomé mi bolso y salí por la puerta de la casa.

Caminé hacia una pequeña cafetería del lugar donde solía ir con mi hermana cuándo venía a visitarla.

Entré y el olor a alitas de pollo invadió mis fosas nasales y mi estómago rugió, recordándome que era hora de comida y que no había ni tan siquiera desayunando en casa. Me senté en una mesa y pedí, moría de hambre.

Me trajeron mi comida y bebida y devoré mi plato. Al terminar de comer estaba saciada y lista para pagar la cuenta e irme de aquí. Me encaminé hacia la caja. Mi celular sonó y lo busqué en mi bolso mientras continuaba andando.

Choqué con algo y un líquido frío se derramó por mi camisa desde la zona de mis pechos hasta mi estómago. Miré al responsable de esto con mi mejor cara de póker. Arqueé una ceja al ver su imagen, su cabello rubio estaba desordenado, no vestía con el uniforme de los camareros, él llevaba una camiseta gris y unos vaqueros desgastados de mezclilla, sus ojos azules, fríos como el mar en invierno me miraron con indiferencia.

— ¿Por qué no miras por donde vas? — espeté enojada.

Pestañeó lentamente y mascó el chicle que tenía en su boca. Esto le importaba una mierda aunque su mirada indiferente ya me había dado una pista de ello.

— Discúlpate — exigí.

Soltó un fuerte suspiro haciendo a mis mechones sueltos moverse y que su aliento impregnado con el olor del chicle llegara a mis fosas nasales. Era delicioso, creo que era de uva o de fresa.

Pero bueno, ¿en qué coño estaba pensando?, el muy imbécil aún no se había disculpando.

— ¿Y bien? — pregunté perdiendo la paciencia; haciendo caso omiso a todo lo que le había dicho, me rodeó y se marchó.

Bufé con incredulidad, ¿en serio se había ido?, seguí su trayectoria con la vista  y lo vi entrar por una puerta al final del local. Volví a bufar con  la irritación y el enojo corriendo por mi venas, pero esto no se iba a quedar así.

Caminé hacia una puerta que decía administración. Toqué y una voz fuerte me mandó pasar.

— Buenas — saludé al entrar.
El hombre de cabellos negros que estaba sentado en la silla tras la mesa, soltó el humo del cigarrillo y me miró con el ceño fruncido.

— ¿Que desea? — preguntó.

— Quería poner un queja.
El hombre apagó el cigarrillo y me invitó a sentarme en la silla frente a él.

— Resulta ser que uno de sus camareros me ha tirado refresco encima — declaré molesta, señalando la mancha — y ha manchado mi camiseta favorita — mentí, esta camiseta ni siquiera me la ponía con frecuencia — Y ha tenido el descaro de no pedirme perdón — terminé con mi queja.

El hombre apoyó sus codos en la mesa y se reclinó hacia adelante, soltó un suspiro lleno de cansancio — ¿Quién fue? — preguntó cómo si ya supiese la respuesta.

— Un chico que viste con una camiseta gris — fue lo único que dije.

— Bien, ahora mismo me encargaré de ello, por favor disculpnenos y deje que le invitemos.

Asentí y salí, mi celular volvió a sonar recordándome por qué había sucedido todo esto. Revolví dentro de mi bolso y lo saqué. Era Ofelia. Deslicé mi dedo hacia el botón: "Contestar".

— Hola — dije al descolgar.

— Alexa, ¿qué tal todo, dónde estas? pasé por tu casa y nadie me abrió la puerta, ¿ está todo bien? — dijo mi amiga preocupada.

— Relájate, todo esta bien, vine a pasar unas vacaciones en la casa de mi hermana y mi madre pues se fue para Suiza — le conté.

— Ah ok, ¿y el trabajo? — preguntó.

Aún no me tocaban las vacaciones por eso preguntaba, la verdad era que había dejado el trabajo, tenía muchos recuerdos de la maldita Naomi, pero no le iba a contar eso a mi amiga, bastante tenía con enterarse anoche de lo que había hecho mi padre.

— Pedí vacaciones anticipadas — mentí, pues era incapaz de contarle algo que le amargaría aún más el poco tiempo que le quedaba de soltera.

— Pero vendrás a mi boda ¿verdad? — preguntó.

— Obvio que si — le respondí y pude jurar que vi la hermosa sonrisa que se formó en su rostro, la conocía demasiado.

Después de hablar un rato con mi amiga, busqué la mesa más cercana al despacho y me senté en ella para ver en primera fila el resultado de mi queja.

Almas Quebradas Where stories live. Discover now