Día cuatro.

693 78 2
                                    

De nuevo, el chico pudo gozar de la alegría que, inexplicablemente, le causaba verla allí. Sus largos cabellos marrones caían sobre la tela de su espalda, perdiendo su lacia figura al llegar a los extremos. Bebió de su habitual café vespertino, siguiendo con su verdosa mirada la lectura que el libro entre sus dedos le proporcionaba. Entonces, tras ver aquella imagen al fondo del restaurante, Jason se convenció de lo que debía hacer. No esperaría a que otro incidente como el de hace un par de días los obligara a intercambiar palabras. Debía hacerlo ahora, por su cuenta. Hablaría con ella.

Él la comparo con la reluciente textura de un metal mientras, por su parte, se decía a sí mismo ser el imán incapaz de ser despegado.

Mariposas de PapelWhere stories live. Discover now