En un intento por cambiar de aires y salir de su zona de confort, Marinette decide visitar a su tía en Londres por todo el mes de noviembre a pesar de saber que es una mujer un tanto especial.
Sin embargo, antes de siquiera empezar, aquel intento d...
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Día 15 » Catpurrchino «
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Félix corrió y corrió, y no se detuvo. Mucho menos cuando escuchó a Marinette gritar algo como «¡Nos sigue, Félix! ¡Mi tía nos está siguiendo!». Eso pareció activar aun más sus alarmas y aumentó su velocidad, sin tener la intención de soltar la mano de la chica.
Realmente había perdido la cuenta de cuánto tiempo se mantuvieron corriendo, pero en algún momento, Marinette había empezado a reír pidiéndole que descansen un rato. Y él, sintiendo toda la adrenalina recorriendo cada parte de su cuerpo, se dejó contagiar por las sonoras carcajadas de la ojiazul mientras disminuía la velocidad.
—Mi muerte está asegurada en cuanto llegue a casa —Marinette bromeó a pesar de que podía ser verdad.
—No llegues, entonces —El ojiverde le regaló una pequeña sonrisa maliciosa, haciendo que ella ría sin importarle tanto—. Hablo en serio —soltó una risita—. Puedes llegar tarde, cuando tu tía esté durmiendo. Así ya no te podrá decir nada.
—Ajá —Le siguió la corriente—, ¿y a la mañana siguiente?
Félix fingió estar pensándolo por unos segundos, aún un poco aturdido por la manera en la que se sintió libre —aunque hubiese durado un par de minutos—. La forma en la que el viento chocó contra su rostro más fuerte de lo normal al estar yendo en contra. El ligero dolor en el abdomen por tanto reír. Y el cálido sentimiento en el pecho junto con las leves cosquillas en su mano que seguía sujeta a la de Marinette.
Se preguntó si ella se habrá sentido igual.
Se preguntó, también, si algún día él podría sentir esa sensación de libertad plena nuevamente. Y en ese instante, se prometió que cuando aquel día llegase, sería para siempre.
Sería libre para siempre. En cualquier aspecto, y en cualquier lugar.
Inconscientemente, había dirigido su mirada esmeralda hacia sus manos entrelazadas, —especificamente al anillo que le había quitado a su tío y que ahora mismo rozaba con la suave piel de la chica—, y se había quedado mirándolas mientras vagaba en sus pensamientos y deseos. De súbito ignorando la presencia de Marinette a su lado, quien se quedó callada cuando no escuchó una respuesta por parte de Félix.
