Capítulo XIX | Pato, pato... ¡Ganso!

17 6 0
                                    

Hasta ahora ya los había conocido a todos: Lucio el pesimista de las referencias y su hermanita Lola la callada, Carlos el colapsado y la pequeña lista Sarah, Xavier el realista y su hermana Merlina con síndrome de Estocolmo, Andrés el resignado y su hermana Michelle la inquieta, Martín el optimista y Alana que era sordomuda, Romeo el extravagante, Juan el niño rico, Guido el cobarde, Albert el sarcástico, Fernando el llorón y Julián el nuevo.

—Necesitamos un plan -dijo Lucas esperando recibir una reacción más placentera que el silencio más inquietante que alguna vez había escuchado.

—Obviamente confiaremos en ti, porque llegar golpeado y medio muerto inspira demasiada confianza -exclamó Albert.

—Ya hemos jugado demasiado a ser sus hijos -dijo Sarah parándose cerca de Lucas, a pesar de tener la edad que tendría su hermana, era mucho más alta-, si hubiéramos apoyado a Jazz cuando se ofreció a ayudarnos, habríamos salido.

—Claro... -continúo Albert- esa chica, Jazz. Dijo que saldríamos, pero llegó igual que tú, él la hizo añicos. Aguantó más ahí abajo antes de venir con nosotros, dos días después se la llevó y como tú y el nuevo están aquí, quiere decir que ella está muerta. A ti te pasará lo mismo... Lucas.

—Albert, basta -lo regañó Carlos.

—¿Y si no qué?

—Este es el problema, aquí nadie tiene el valor para intentar salir -dijo Sarah.

Algunas expresiones de desagrado se hicieron notar cuando Sarah dijo esto, especialmente por parte de las niñas.

—Jazz era nuestra esperanza -exclamó Juan-, pero no volvió y ya sabemos que jamás lo hará. ¿Por qué contigo sería distinto? Basil no te va a conservar, él va a matarte como lo hizo con ella. Aunque nos ayudes él va a hacerlo. Y así como lo hará contigo, puede hacérnoslo a nosotros, ya viste a Lucio. Así que vete al diablo con tus creativos planes de liberación. ¡No voy a correr el riesgo!

—Lo que decidan, por mí está bien -dijo Andrés lanzando una pelotita contra la pared.

—Sí saldremos -exclamó Martín-, solo que aún no sabemos cómo y eso no es tan difícil... Fer, deja de llorar.

Lucas se llevó las manos a la cara. Esto iba a ser más difícil de lo que pensaba. Se acercó a la única persona sensata de la habitación con la esperanza de que al menos fuera de alguna ayuda. Le costaba un poco caminar, respirar y moverse en general.

—Debe haber una forma -exclamó Lucas cuando se sentó junto a Sarah y Carlos.

—Ya sé que son unos cabezas huecas, pero algo de lo que dijo Lucio es verdad: Lo hemos intentado todo.

Sarah narró cada uno de los pequeños planes que habían intentado, desde una fuga por la ventana hasta una rebelión violenta. Una semana antes, Lucio había robado las llaves de la puerta de la habitación y eso había ocasionado el vil castigo que había cobrado su mano izquierda. Lo único que Lucas veía factible era algo que ya había mencionado, solo tenían que hacer que viniera a ellos. El problema estaba que no había algo que hacer después.

—Él solo viene a servirnos las tres comidas del día y a darnos las buenas noches. No sabría cómo convencerlo de algo más.

—¿No ha subido para algo distinto?

—Lo llamamos hace unos días porque Alana tuvo fiebre, así que le pedimos que trajera medicamento.

—¿Cómo lo llamaron?

—Hay un citófono allí -dijo la pequeña señalando la pared contigua al baño.

—Pues si quiere ser un padre, más vale que lo convenzamos de que sea uno bueno.

Jazz [COMPLETA EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now